Cuando las redes del argot corporativo dañan tu
negocio
Forbes - miércoles, 10 de junio de 2015
Esto es serio: el argot corporativo ya no se
percibe como adecuado. Aun así, está ahí como el dinosauro del cuento de
Monterroso. Y no sabemos cuándo estará dispuesto a atacar.
Las grandes corporaciones y los pequeños
negocios familiares comparten preocupaciones. La ansiedad que causa el proceso
para llegar al número fijado que refleje los resultados esperados se encuentra
entre quienes trabajan en una compañía trasnacional o en los empleados de la
tienda de la esquina. Muchos negocios se parecen, sin importar cuál es el campo
de acción en el que se desempeñen. Sin embargo, una diferencia importante la
marca el lenguaje. No se escuchan los mismos términos en una fábrica que en un
despacho de contadores. Los abogados y los médicos no usan las mismas palabras.
Es evidente que cada rama de especialización tiene su propio vocabulario. Pero,
de un tiempo a la fecha ha venido floreciendo un tipo de lenguaje que se
utiliza en ciertas compañías: el argot corporativo.
El argot corporativo es una especie de jerga
utilizada en algunas corporaciones, en ciertos ambientes burocráticos y
espacios de trabajo, que pretende generar identidad de grupo. Es el vehículo de
comunicación que se maneja para delimitar ciertas áreas de interés, cuyo reto
principal –en teoría– es desarrollar un código que facilite el diálogo con
todas las áreas de la empresa y círculos de la compañía ajenos a su sector. Al
menos así fue concebido en sus orígenes, pero las circunstancias han cambiado y
los modos se han abusado. El argot corporativo se ha convertido en una
colección de construcciones extrañas, sumamente elaboradas a partir de
sintagmas importados de otros idiomas, que se usan para mimetizar el verdadero
sentido de lo que se está diciendo. Este tipo de oraciones intrincadas mezclan
palabras de varias lenguas y contrastan con el uso sencillo y correcto del
lenguaje. De repente, al escuchar estas frases con pastiches de diversos
orígenes, como que no se entiende lo que están diciendo.
Esta costumbre se ha propagado entre ejecutivos
de grandes negocios, equipos de marketing, consultores, especialistas en
finanzas, leyes o manejo contable. La comunicación se salpica con términos
especializados cuya intención es marcar un territorio entre los que pertenecen
y los que no forman parte de ciertos grupos selectos. Se pronuncian frases, con
gestos de autosuficiencia y aires de grandeza que comunican muy poco. Lo que
anteriormente era una costumbre de distinción, hoy en día se está empezando a
clasificar como una mala práctica y como motivo de burla para ejecutivos y
compañías que patrocinan este tipo de conductas.
Daña tu negocio
El argot corporativo está siendo clasificado
como una mala práctica, ya que implica conductas despectivas y peyorativas. El
argot incluye el largo, complicado y oscuro camino de palabras abreviadas,
eufemismos, anacronismos diseñados para quedar bien con el jefe y lograr
sentido de pertenencia entre los grupos de la empresa. ¡Fuera máscaras! Estas
costumbres son mañas sistémicas que pueden desarrollar y encubrir conductas
como abuso, intimidación y acoso, o pueden causar molestia entre los miembros
del equipo al nivel de acabar con la cordialidad de las horas de oficina. Se
rompe la comunicación. Así, si alguien no conoce las siglas para denominar al
plan de trabajo o desconoce el nombre de los formatos o no maneja la
nomenclatura en forma fluida, no encaja, queda excluido a pesar de su
experiencia. El remate de lo absurdo sucede.
También es un motivo de burlas que se gana el
que no conoce el funcionamiento de este tipo de lenguaje, y ¿cómo?, si es
difícil desentrañarlo. El argot corporativo no sigue reglas lógicas ni de
gramática ni de fonética ni de pronunciación. Se erige como una forma
sofisticada de hablar, y no lo es. Hay situaciones en que este tipo de jerga
avanza tanto que se vuelve una especie de dialecto independiente. Si el argot
corporativo es una práctica común en la compañía y forma parte de la cultura
empresarial, el aprendizaje de este idioma debería ser parte del programa de
entrenamiento, capacitación y bienvenida. En todo caso, es de mala educación
hablar en un lenguaje que otra persona no puede entender, si existe la
posibilidad de usar el que sí se maneja.
De acuerdo con Jennifer Chatman, investigadora
de la Universidad de Berkeley´s Haas School of Business, el abuso del argot
corporativo está dañando los negocios, ya que en vez de propiciar la
comunicación, la destruye. Muchos defensores de la jerga gremial sostienen que
los términos especializados deben utilizarse en ciertas arenas. Tienen razón,
si y sólo si el significado y el entendimiento de una idea no están
comprometidos.
No hay que confundir: una cosa es el léxico
corporativo y otra el argot. El primero se usa para nombrar en forma técnica,
para dar especificidad y evitar confusiones; el segundo propicia el
desconcierto. El problema reside en que el argot es una especie de galimatías y
nadie quiere compartir las claves para comprenderlo. Según Chatman, “la mayoría
de las veces, la intención de quienes lo usan es dar un grado de sofisticación
para encubrir carencias de conocimiento. La gente sustituye las palabras
simples y claras del lenguaje para esconder insuficiencias de desempeño”.
Hay que tener cuidado. Si te encuentras en una
situación en la que tienes que preguntar los por qué, si no entiendes los
chistes locales, es probable que hayas caído en las redes venenosas del argot corporativo.
La buena noticia es que no se trata de falta de capacidad; el problema es que
no manejas los términos de este dialecto. Actualmente, ya no son los del grupo
de mercadotecnia o los consultores o los financieros o los egresados de
escuelas de alta dirección los que ocupan este caló tan desagradable. Muchos
han adoptado esta mala práctica. Por suerte, lo que en el pasado parecía
superprofesional y el camino más elegante para demostrar habilidades
superiores, hoy se está convirtiendo en una mala práctica y una seña de mal
gusto.
El argot corporativo está siendo percibido como
una máscara que pretende disimular incompetencia. Para acabar con esta pésima
costumbre de denominar cosas con siglas, abreviaturas, reticencias… lo mejor es
tomar aire, cambiar el paradigma y tener la originalidad de llamarle a las
cosas por su nombre en el idioma oficial del país. Mientras más sencilla sea la
palabra que utilicemos, más claro quedará el concepto y se propiciará un
proceso comunicativo eficiente y acertado.
El antídoto
La advertencia es seria: el argot corporativo
ya no se percibe como adecuado. De acuerdo con Harlod Hamm, consejero de Mitt
Romney, el argot corporativo es “una de las prácticas más molestas,
pretensiosas y sin sentido que el mundo empresarial viene arrastrando como
herencia de los yuppies de los años ochenta. ¿Ya se nos olvidó que esas
prácticas nos llevaron al fracaso del lunes negro?”
Aun así, el argot corporativo está ahí, como el
dinosauro del cuento de Monterroso. No sabemos cuándo estará dispuesto a
atacar. Para contrarrestar esta mala práctica lo mejor es aplicar conocimiento
y experiencia. El mejor antídoto contra esta verborrea rampante es atacarla con
la herramienta de la sencillez del lenguaje y la claridad de las ideas. El reto
es uniformizar el vehículo de comunicación que son las palabras. También es una
seña de identidad que con más frecuencia se asocia a la incompetencia y la
opacidad.
Insisto, el argot corporativo no es lo mismo
que el lenguaje técnico. La diferencia es que uno usa neologismos, palabras
rimbombantes que carecen de significado y empobrecen la comunicación. No hay
forma de confundirlos: el lenguaje técnico aclara términos y es preciso. Si en
algún terreno la claridad y la transparencia son elementos importantísimos, es
en el de los negocios. Si el lenguaje se ha convertido en una barrera en lugar
de un medio de transmisión de ideas, algo debe ser corregido, y mientras más
rápido, mejor.
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