Ocio que derriba barreras a la creatividad
Forbes - febrero de 2015
La devoción puritana al trabajo, a la ocupación
perpetua, no siempre da los mejores resultados, menos aún porque mata la
creatividad.
Si alguna vez, alrededor de las tres de la
tarde, haz sentido una especie de sopor que te impide mantener los ojos
abiertos, justo antes de una junta importante, sabes de lo que estoy hablando.
Entras, y por más respiraciones profundas que hagas o tazas de café que tomes,
no hay forma. Aunque los ojos están abiertos y tu cuerpo ocupa una silla en la
sala, tú estás en otro lado. Pasa también que a media mañana, ese familiar
dolorcito de cabeza, cada vez más frecuente, aparece mientras miramos en la
pantalla eso que tenemos que hacer. El brillo del monitor se intensifica, y por
más que pasamos la mirada por el contorno de los caracteres, no logramos
descifrar su significado. O, cuando después de teclear incesantemente durante
un tiempo, la espalda se hace nudos correosos y no logramos dar con la respuesta.
Sucede, incluso, los lunes o recién llegados de vacaciones, cuando estamos
descansados y sin mucho estrés. Tratamos de meter el acelerador para continuar,
pero nos sentimos como automóviles mal ajustados. ¿Qué pasa?
Pasa que el cerebro, después de cierto tiempo
de estar funcionando, necesita un respiro para descansar. Por eso en las
escuelas es tan necesario el recreo. Esos momentos en los que haces un alto
total para refrescar la mente sirven como combustible para retomar, con mayores
y mejores bríos, la tarea que estabas realizando. La mayor parte del tiempo de
un ejecutivo la pasa pensando en el trabajo, en los problemas y posibles
soluciones, en el jefe o en los subordinados, en las obligaciones y en el
entorno laboral. Eso es muy cansado si se hace persistentemente y no se le
permite al cerebro tener un espacio para reposar. Por eso no está mal cambiar
de escenario, levantarse del escritorio, dar unos pasos, tomar un café. Sin
embargo, no siempre lo hacemos.
Hay una especie de devoción puritana al
trabajo, a la ocupación perpetua, y una cierta necesidad de demostrar que
vivimos eternamente invadidos por asuntos. Esa vocación inexorable que nos
lleva a estar pegados a la computadora, atendiendo al teléfono, resolviendo
cuestiones y trabajando en forma exhaustiva no siempre da los mejores
resultados. Vivir con un aparato adosado a la mano no parece ser sinónimo de
productividad; más bien es todo lo contrario. Además, no es particularmente
sano. Las empresas que rigidizan a tal grado la presión del trabajo, que
inhiben las posibilidades de platicar, de tomar un café, de tomar un descanso,
están cometiendo un grave error y, sin darse cuenta, están operando en su
contra.
El ocio, según Marcus Raichle de la Universidad
de Washington en Saint Louis, es tan necesario para el cerebro como lo es la
vitamina D. Afirma que el cerebro es un órgano glotón que constantemente
demanda el 20% de la energía que produce todo el cuerpo. Esto es así porque la
mente está constantemente buscando conexiones que lo lleven a resolver
problemas. Al formar redes de unión entre los diferentes nodos mentales, se
encuentran soluciones, pero cuando el cerebro está cansado, deja de ver que el
camino más sencillo entre dos puntos es la línea recta, y recorre veredas
alternas, no siempre eficientes, no siempre correctas. Es por ello que cuando
la mente se satura no vemos errores que de otra forma serían evidentes. El
embotamiento inhibe la productividad y mata la creatividad.
Pequeños descansos
Con unos momentos de ocio, el cerebro, lejos de
estar flojeando, se despeja. No hay por qué temer, la actividad cerebral no
deja su diligencia productiva ni se apaga ni se desconecta. Por el contrario,
en esos pequeños descansos logramos encontrar ese camino sencillo y novedoso,
en vez de insistir en desgastar uno improductivo y erróneo. Alice Flaherty,
investigadora de neurociencia, dice que en esos momentos de relajación, el
cerebro libera dopamina, que, en su opinión, es una sustancia relevante en la
receta de creatividad. Afirma que la dopamina ayuda a entrar en ese grado de
distracción que nos libera de la fijación de una idea errónea.
Los momentos de relajación son de vital
importancia, especialmente cuando se le ha estado dando vueltas a un mismo
asunto sin llegar a una solución. Intentar, hasta el cansancio, resolver el
acertijo nos lleva a embrollarlo más. Por el contrario, tomar un respiro nos
puede iluminar esa respuesta que el cerebro está buscando. De igual forma, si
la espalda empieza a doler, lo mejor es cambiar de posición, mover el cuello, y
así evitar una contractura muscular.
Las jornadas largas de trabajo, las horas
extras para sacar adelante un proyecto, las juntas que se eternizan son una
mala idea. La gente deja de poner atención.
El ocio en el trabajo ayuda a convertirnos en
seres reactivos, es decir, a generar los estímulos adecuados que le indiquen al
cerebro cuál es la mejor manera de unir dos puntos. Es por eso que, en
ocasiones, en medio de una plática o mientras vamos en el elevador, caemos en
la cuenta de aquello que tan afanosamente estábamos buscando. Fue así como
Arquímedes logró descifrar la forma para calcular el volumen de un cuerpo
irregular. Mientras estaba relajado, entrando en la bañera, pensando en otra
cosa, se dio cuenta cómo se desplazaba el agua y, emocionado, salió a las
calles de Siracusa gritando: ¡Eureka!
El ocio educado es el mejor estado del hombre,
según Oscar Wilde. Por desgracia, nos hemos encargado de darle una connotación
negativa. No se trata de hacer odas al flojo ni darle pretextos a la pereza.
Todo lo contrario: se trata de llegar a un equilibrio sano y necesario entre
ese deseo puritano de excederse en el trabajo y ese sinvergüenza que no quiere
llevar a cabo las tareas. Ni lo uno ni lo otro.
Lo importante es darnos cuenta de que el ocio
puede ser generador de la chispa de la creatividad, y en esos momentos de
descanso a media mañana o después de comer, en vez de obligar al cuerpo y la
mente a lo imposible, lo mejor es tomar un descanso, despejarse y seguir con
más y mejores bríos. Aunque parece un oxímoron, es real: el ocio y la
creatividad pueden avanzar de la mano.
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