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martes, 3 de febrero de 2015

aplicaciones

Las aplicaciones han llegado para quedarse: ¿es posible vivir sin ellas?


El Confidencial - ‎martes‎, ‎3‎ de ‎febrero‎ de ‎2015
Hombre de mediana edad, urbano y de clase media. Así es el perfil del nomofóbico por antonomasia, enganchado al teléfono móvil o a la tableta y activo en el uso y descargas de las aplicaciones móviles. Lo dice un estudio de la plataforma española The App Date, punto de encuentro de desarrolladores de aplicaciones móviles.

La realidad es que tenemos apps para todo, desde que nos despertamos hasta que nos volvemos a meter en la cama. De esta forma, disponemos de más aplicaciones que actividades hacemos a lo largo del día. Ya sea para algo tan sencillo como chatear con amigos, pasar un buen rato con un juego, controlar el sueño, medir la evolución de enfermedades en remoto, tener mapas de todos los rincones del mundo, traducción simultánea, controlar las finanzas, hacer la compra en conjunto, vivir una experiencia en realidad virtual, ver las estrellas, pagar el parking o consultar información en un quirófano.

Si el ser humano ha sido capaz de crear un programa que te dice qué personas desean acostarse contigo en un radio de tres kilómetros, ¿qué no podrán hacer las apps por nosotros? Llegados a este punto sin aparente retorno nos preguntamos si es posible vivir sin ellas.

En 2011 un estudio predijo que este año nos gastaremos 38 millones de euros en comprar aplicaciones. El escritor estadounidense Henry Alford hizo el experimento de vivir durante tres semanas valiéndose de aplicaciones para todo y lo justificaba así en su columna publicada en el New York Times: “Una cifra de tal calibre despierta la curiosidad hasta del más ignorante tecnológicamente hablando”.

Cómo vivir tres semanas sólo con aplicaciones

Durante este periodo de tiempo Alford estudió más de 30 aplicaciones, se descargó 12 y gastó unos 20 dólares en la tienda online. “Fue un experimento caro, no tanto por las aplicaciones en sí, que son baratas, sino porque una vez abres la caja de Pandora que son Gilt (compraventa de ropa de marcas de lujo), o Taskrabbit (para compartir tareas domésticas), es muy fácil gastar cientos de dólares en cuestión de minutos.

"Cuando te das cuenta de lo fácil que es encontrar a alguien que arregla chapuzas, de pronto empiezas a ver una infinidad de cosas por arreglar en casa”, explica el escritor a Teknautas. Así, rutinas que hasta entonces nunca habían existido para él se convirtieron en necesidades: contar calorías, hacer ejercicio, buscar recetas nuevas o escuchar determinada música.

Toda su actividad quedaba registrada en las apps de su teléfono y de todo tenía estadísticas. Si estas no cumplían ciertas expectativas un irremediable sentimiento de culpabilidad le invadía, como una lista de propósitos de año nuevo sin cumplir.

Las apps que le resultaron más últiles fueron las de estilo de vida. Alford sólo encontró un aspecto que ninguna aplicación podía cubrir en su día a día: “Siempre me ha sorprendido cuántas aplicaciones sociales hay (apps que pretenden ayudarte a hacer amigos). Durante mi experimento no probé ninguna de estas porque creo firmemente que uno necesita conocer a alguien en persona antes de que pueda decidir si otra persona es compatible”.

Javier Navarro, socio fundador de la plataforma The App Date, está de acuerdo en que no todo se puede hacer a través de aplicaciones, pero sí son una realidad que ha cambiado y cambiará sectores económicos e industriales, y que también hace que cambien nuestros hábitos: “Igual que el teléfono móvil juega un rol esencial en nuestra vida, así lo harán las apps. Lo muestran los ratios de crecimiento de usuarios y el incremento en su uso. Básicamente nuestro smartphone se ha convertido en un superordenador, que nos permite usar estas herramientas”.

El comportamiento de un país, según sus "apps"

¿Se puede medir el comportamiento de un país en función de las apps que se descargan sus habitantes? “Las aplicaciones más descargadas se repiten en los países. En general nos parecemos bastante y la globalización en el acceso a las tiendas y la comunicación hacen el resto”, explica Navarro.

Alford, por su parte, cree que la forma de utilización de aplicaciones cambiará según las apariciones de nuevos dispositivos, pero que definitivamente la fiebre de las apps ha venido para quedarse: “Me imagino que llegarán a adaptarse al próximo vehículo de información, sea Google Glass o una pantalla táctil insertada bajo la axila o una fuerza holográfica que emane de las puntas de tus dedos. Imagino que veremos un buen número de nuevas apps en un futuro”.

En 2014 se registró una ligera bajada en el volumen de descargas al día en España. De 4 a 3,8 millones. “El usuario medio podría haberse vuelto más experto y descargarse menos aplicaciones. Que fuese más cuidadoso con su selección”, sostiene Navarro. En cualquier caso, nos estamos ciñendo a descargas desde el móvil o la tablet, pero el fundador de The App Date vaticina que en los próximos años veremos aumentar descargas para la SmartTV, los relojes y coches inteligentes, y otros nuevos dispositivos.

La sombra de las tiendas online es alargada y nosotros nos cobijamos bajo sus posibilidades infinitas. Sin embargo, y según el informe anual sobre el uso de las aplicaciones en España, las más descargadas durante 2014 fueron las de juegos y pasatiempos, redes sociales y estilo de vida (Mi peso ideal o Tu edad mental entre otras).

Alford describe las aplicaciones que más le sorprendieron durante su inmersión en el mundo tecnológico: “Hay una app que hace que tu teléfono vibre, de manera que puedes simular que te están llamando y librarte de alguien con quien te da pereza hablar. Otra sopla, consigue que salga una pequeña cantidad de aire del dispositivo, y no sé para qué sirve exactamente”.


Para Javier Navarro las apps más raras que se han cruzado en su camino son “una que funciona como un detector de metales, otra que te enseña a besar, una que te ayuda a llamar silbando a un taxi…”. Tiramos de la plataforma Aforismos y encontramos uno de Oscar Wilde: “La gente tiene un afán insaciable de saberlo todo, menos lo que vale la pena saber”.

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