El polígrafo, 80 años cazando mentiras
Excelsior - martes, 3 de febrero de 2015
De creer a una versión, el sueño de un
científico que a principios del siglo XX era feminista y al mismo tiempo un
filósofo que perseguía la verdad, llevó a una de esas raras instancias donde la
ficción imita a la realidad y en el centro de ése habría sido origen de uno de
los instrumentos más legendarios de la era moderna: el detector de mentiras.
De hecho, el “lazo de la verdad” de La Mujer
Maravilla habría sido inspirado en la atadura alrededor del pecho de los
sujetos sometidos al detector de mentiras.
Tanto el aparato –o más bien su versión más
primitiva– como la maravilla ficticia tienen el mismo origen: la imaginación de
William Moulton Marston (1893-1947).
Claro que sería de esperarse que el lazo
funcionara mejor que el mal llamado “detector”, el nombre con que se conoce al
“polígrafo”.
Pocos instrumentos han sido objeto de tanta
curiosidad, especulaciones y expectativas; pocos también han cautivado tanto el
imaginario popular si se mide por lo que parecen sus alcances y sus fallos.
Oficialmente, el “polígrafo” nació el 2 de
febrero de 1935, cuando su creador, el doctor Leonarde Keeler, lo usó para
interrogar a dos detenidos en Portage (Wisconsin), que luego fueron condenados
por asalto cuando los resultados del detector fueron puestos a disposición de
la corte.
Desde ese momento la imagen de una persona,
posiblemente un delincuente o un traidor, ligado a una máquina que detecta e
imprime una secuencia gráfica de sus reacciones ante las preguntas de un
interrogador, se convirtió en un clásico de las películas o series policíacas o
de contraespionaje.
Los detectores de mentiras son o han sido
usados por cuerpos de policía, bancos y empresas privadas de seguridad y hasta
programas de televisión para determinar la veracidad de una persona.
Pero la realidad está lejos de la ficción,
tanto como los programas de televisión de la vida cotidiana.
De acuerdo con la edición 2003 de la
Encyclopaedia Britannica, el “polígrafo” es una de las grandes invenciones de
la humanidad, debido a sus profundos efectos.
Pero esos efectos están sujetos a discusión.
La Asociación Psicológica Estadunidense (APA)
describe a un “detector de mentiras como un grabador fisiológico que evalúa
tres indicadores de excitación autonómica: tasa del corazón/presión sanguínea,
respiración y conductividad epidérmica. La mayoría de los examinadores actuales
usan sistemas de grabación computarizados. La tasa y profundidad de la
respiración es medida por neumógrafos que envuelven el pecho de un sujeto. La
actividad cardiovascular es evaluada por un brazalete para presión sanguínea; y
la conductividad de la piel es medida a través de electrodos colocados en la
punta de los dedos del individuo”.
Al mismo tiempo, la correa alrededor del pecho
habría sido la inspiración de William Moulton Marston para otra invención: el
“lazo de la verdad” que enarbola La Mujer Maravilla, ese personaje de tira
cómica que nacido en 1941 es considerado todavía como prototipo del feminismo y
el empoderamiento de la mujer.
Pero la propia agrupación APA dice que la
eficacia de los polígrafos –como se llaman los detectores de mentiras– está en
el eje de un debate. Para algunos científicos, la mera idea de la detección de
mentiras “es una seudociencia”.
A cambio, la Academia Nacional de Ciencias de
Estados Unidos consignó en 2002 que “en poblaciones no entrenadas” en
contramedidas, las pruebas de polígrafo pueden discriminar la mentira de la
verdad a tasas “por encima de lo casual aunque por debajo de la perfección”.
De acuerdo con la APA, “la idea de que podemos
detectar la veracidad de una persona al vigilar sus cambios sico-fisiológicos
es más mito que realidad... aun el término ‘detector de mentiras’ usado en las
pruebas de polígrafo es un equívoco”.
El principio sigue siendo similar, cuando no
idéntico, al desarrollado por Moulton Marston y perfeccionado por John Augustus
Larson en 1929.
Moulton Marson ha recibido crédito por la
invención de una prueba de la presión sistólica (se refiere a la presión
arterial, cuando el corazón se contrae), que Larson –un estudiante de medicina
que se incorporó a la policía– retomó como uno de los componentes de su propio
“detector”.
El aparato de Larson fue mejorado por Keeler,
del que fue asistente, bajo el mando de un jefe de policía de la ciudad de
Berkeley, John Vollmer, al que siguió cuando fue designado jefe de policía de
la Ciudad de Los Angeles... y Hollywood.
El mito alrededor del instrumento ha ayudado
ciertamente a su eficacia, pero al
margen de que muchos dudan de su eficiencia real el aparato recibió un duro
golpe en 1998, cuando la Suprema Corte de Justicia estadunidense resaltó que no
había consenso respecto a la confiabilidad de las pruebas aportadas por el
polígrafo. La Academia Nacional de Científicos de Estados Unidos respaldó la
decisión en 2003.
En todo caso pronto –al menos eso cree el
diario británico The Guardian– habrá un método que según la esperanza de sus
creadores supera al viejo “detector de mentiras” con resultados de hasta 70 por
ciento de confiabilidad.
“El nuevo método incluye el monitoreo de todos
las movimientos del cuerpo para proveer un indicador de señales de sentimientos
de culpabilidad”, aseguró Ross Anderson, uno de los investigadores responsables
en la Universidad de Cambridge.
Anderson afirma que el hecho es que está
comprobado que una persona culpable se ve más nerviosa cuando está sometida a
interrogatorio “y podemos medirlo”.
Pero el hecho es que carece del misterio del
“detector de mentiras” y ciertamente del encanto del “lazo de la verdad”, que
según lo soñó Moulton Mason tenía una eficiencia del cien por ciento... el
periódico.
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