Su nuevo compañero de trabajo
puede ser un robot
Cinco Días - julio
de 2016
En Las uvas de la ira, los Joad
abandonan la deprimida Oklahoma de los años treinta para buscar en California
un futuro mejor. John Steinbeck describe de forma magistral los profundos
cambios sociales que vivió EE UU tras el crac del 29, a través de la historia
de una familia de campesinos que se ve obligada a emigrar cuando la irrupción
de los tractores acaba de un plumazo con miles de empleos. En la misma
California a la que huyeron, hoy hay parejas de robots que recolectan
almendras: uno sacude los árboles y el otro recoge los frutos del suelo. Una
empresa de San Diego está desarrollando un pulpo robot capaz de recolectar
naranjas de los árboles. En Japón ya se ha presentado una máquina capaz de
seleccionar fresas maduras gracias a la detección de cambios sutiles en la
coloración de la fruta. Y de la fumigación ya hace años que se encargan los
drones, aunque todavía no son autónomos.
Hay software que ya hace la tarea
de contables, auditores o ingenieros por unos 8.000 euros
Esta nueva mecanización de la
agricultura no está siendo tan traumática como la narrada por Steinbeck, en
tanto que en 2000 solo el 2% de la fuerza laboral estadounidense se dedicaba a
estas tareas. La cuestión es qué pasará cuando los robots entren en masa en el
sector servicios. Porque, tras conquistar las fábricas e invadir los campos, el
siguiente paso es llegar a las oficinas.
“La barrera que marca qué
trabajos puede y no puede realizar un robot ya no es su carácter rutinario,
sino la predictibilidad. Por compleja que sea la actividad que realiza un
profesional, si esta se debe llevar a cabo siguiendo un orden determinado es
muy probable que algún día surja un algoritmo capaz de realizarlo de forma
completa o parcial”, advierte Martin Ford en su libro El auge de los robots
(Paidós).
En el Foro Económico Mundial de
este año ya se avanzó que la llamada revolución industrial 4.0, la de la
automatización, destruirá cinco millones de empleos para 2020 solo en los
países más industrializados del mundo. Ford no es tan optimista. Este escritor
e informático de Silicon Valley no apunta solo a recepcionistas, tenderos o
camareros, que serán los primeros en caer. También opina que abogados,
contables o ingenieros podrían perder su empleo dentro de no demasiado.
“Adquirir más capacidades o más títulos académicos no nos protege
necesariamente de la automatización del trabajo”, escribe. Por ejemplo, la
radiología es una especialidad médica basada en la interpretación de imágenes
clínicas. “Los ordenadores son cada día mejores analizando esas imágenes. Es
muy fácil imaginar que un día no muy lejano la radiología será un trabajo
realizado casi exclusivamente por máquinas”, sentencia.
Un desafío más para la economía
El impacto de la imparable
transición hacia la robotización plantea retos sistémicos, advierte Ford en su
libro. “Si la remuneración de los trabajadores cae en picado no habrá
suficientes consumidores para sostener el desarrollo de la economía”, asegura. Hay
quien sostiene que acabar con los empleos de baja cualificación es positivo, ya
que obliga a especializarse. “Ese supuesto parte de que la economía será capaz
de seguir generando nuevos empleos más cualificados”, opina Ford. “La base de
esa presunción es cada vez más endeble”.
La consultora española Cumbria se
dedica, entre otras cosas, a evaluar el potencial de robotización de distintos
negocios. “El 99% de los procesos de los call centers los pueden llevar a cabo
robots, el 94% en el caso de los departamentos de recursos humanos”, explica
Vicente Lage, presidente de la citada firma. Hay programas que pueden realizar
todos los días revisiones de cuentas, conciliaciones de saldos y otras tareas
relacionadas con la contabilidad. Las auditoras, acostumbradas a trabajar con
muestreos, han acogido de brazos abiertos la posibilidad de poder examinar el
100% de las operaciones gracias a la robotización, explica Lage. También hay
software capaz de hacer análisis de riesgos financieros, “aunque es cierto que
la máquina no puede comentar sus resultados con colegas y ponderar su
decisión”, matiza.
Ya están aquí
Banca, seguros, energía,
telecomunicaciones e industria son otros sectores que ya están apostando por
programas a medida para realizar determinadas tareas. Eficiencia,
disponibilidad de 24 horas y confidencialidad son algunas de las ventajas de
los robots. Aunque la principal es el coste: “Nuestros programas más complejos
cuestan unos 8.000 euros, mientras que el coste laboral de un empleado de back
office es de al menos 25.000 al año”, ilustra Lage.
La robotización de las oficinas
provocará cambios mucho más profundos de lo que esperamos. Y lo hará pronto.
“La cruda realidad es que la gran mayoría de la gente estudiará una carrera, se
especializará y aprenderá idiomas para buscar trabajo estable y, sin embargo,
no lo encontrará”, augura Ford en su libro. Si sus previsiones son ciertas, la
experiencia de los Joad en Las uvas de la ira pronto nos resultará familiar.
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