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viernes, 29 de julio de 2016

Juegos Olímpicos

En el siglo XXI, la realidad desinfla el mito olímpico


The wall street journal-   julio de 2016  
Hace unos días, Megan Kalmoe, que representará a Estados Unidos en las pruebas de remo en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro, publicó una carta extraordinaria en la que criticó la cobertura negativa en anticipación al evento deportivo, en particular las desagradables preocupaciones respecto a la presencia de materia fecal en el agua en la que Kalmoe y otros atletas competirán.

Para Kalmoe, los Juegos Olímpicos son un evento increíblemente significativo, para el cual ella y muchos otros deportistas se han preparado durante años. En cambio, todo el mundo quiere hablar de algo desagradable en el agua.

“Remaré a través de [censurado] por ti Estados Unidos”, escribió Kalmoe en lo que se convirtió en la cita más popular del ensayo.

Apenas una semana antes del inicio de los Juegos, esta fue una petición brusca, pero comprensible. Es difícil no sentir simpatía por atletas como Kalmoe, que ven cómo sus casi anónimas historias de preparación y sacrificio (la gran mayoría de atletas olímpicos no son deportistas reconocidos como el nadador Michael Phelps o el basquetbolista Kevin Durant) son opacadas por los comentarios pesimistas sobre el impacto económico, ambiental y potencialmente de terrorismo sobre la ciudad anfitriona. Ansiedades similares dominaron la preparación de los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi en 2014 y otros Juegos recientes. Si los Olímpicos son el momento de la verdad en la carrera de un deportista, el breve momento en el que ellos y su deporte tienen una oportunidad para brillar en un escenario global, las predicciones pesimistas son como nubes negras justo antes de una boda.

Y sin embargo, así son los Olímpicos del Siglo XXI. Aún hay sagas individuales increíbles de valentía y superación y habrá muchas en Rio. Pero al mismo tiempo, la realidad se ha inmiscuido en el espectáculo. No es algo cortés ni divertido de leer. Pero es importante.

Digamos lo que es obvio. Desde hace mucho tiempo ha habido una especie de velo de cuento de hadas sobre la atención que prestamos cada par de años a los Juegos Olímpicos (de verano y de invierno), una desconexión entre el evento que se muestra al público y la verdad de lo que ocurre en terreno.

En parte, esto es obra de la televisión y los medios en general, que a menudo han presentado una perspectiva del grosor de un alfiler sobre un evento global con profundas ramificaciones políticas, culturales, de derechos y de uso de la tierra. Han ocurrido tragedias, como el ataque terrorista en Múnich en 1972 y la bomba en el Parque Olímpico en Atlanta más de 20 años después, pero usualmente hay un esfuerzo por mostrar a los Juegos como una brillante ópera humana, en la que abundan los sueños perdidos y cumplidos y los obstáculos superados.

Es una formula brillante y adictiva, la cual ha transformado la forma en la que las historias se cuentan en el mundo deportivo. Los Juegos que vemos en casa son editados para maximizar el drama y la tensión. De ser necesario, son transmitidos en diferido para lograr el mayor impacto posible.

Funciona. Y así ha sido por mucho tiempo.


No obstante, en la era de internet, es difícil maquillar cualquier mensaje. La información se escapa. Las solicitudes de espera para publicar información son ignoradas. Estar actualizado es esencial y las transmisiones en tiempo real son la norma. En el mundo digital, cada persona es un mensajero en potencia. Los medios autorizados son un vehículo, pero cada persona con un teléfono inteligente es un transmisor en potencia. Esto no es válido únicamente para los Juegos Olímpicos, sino para cada evento en vivo en el planeta. La información llega de manera instantánea y cruda.

Los Olímpicos de Rio 2016 no tendrán demoras de transmisión en el Hemisferio Occidental. Sin embargo, si ha prestado así sea un mínimo de atención, sabrá que la antesala ha sido tensa. Hay crisis económicas, de fondos, de recursos humanos. Rio declaró un “estado de calamidad pública”, algo que no suena muy optimista. Cada día parece traer un nuevo problema: por ejemplo, los primeros comentarios sobre de la villa de los atletas parecían reseñas en internet de hoteles baratos.

Algunos de los informes han sido exagerados o son incorrectos. Pero muchos de ellos no lo son.

Este es el nuevo ritual. En el Siglo XXI, el mito olímpico se ha desinflado. Sabemos demasiado sobre las consecuencias de estos Juegos, al extremo que muchas ciudades y países han comenzado a cuestionar su interés en organizarlos. El año pasado vimos cómo Boston corrió despavorida ante la idea de lanzar una candidatura para 2024. Los Juegos aún tienen algo de atractivo cívico, pero los Juegos de Invierno se han vuelto tan deseados como un par de medias usadas.

Las épocas en las que los Olímpicos eran vistos como un testimonio nacional, el sueño de las cámaras de comercio, una oportunidad dorada para demostrar el poderío de un país, se han desvanecido. En su lugar hay imágenes como los complejos de US$50.000 millones de Sochi, los cuales apenas dos años después del evento se han convertido en un pueblo fantasma.

Una profunda desconfianza ha envuelto al movimiento olímpico. Cualquier ilusión de “puro deporte” desapareció hace mucho. El Comité Olímpico Internacional se abstuvo recientemente de sancionar a Rusia después que se revelara un impactante programa de doping patrocinado por el gobierno, refiriendo el asunto a las federaciones individuales, una decisión que se interpretó como una evasión burocrática.

Preocupaciones genuinas, como la calidad del agua, han sido minimizadas o no han sido resueltas, así como una gama de inquietudes sobre la contratación de los empleados para los Juegos y la seguridad.

El dinero parece ser lo único de lo que queda por hablar.

Nada de esto debería quitarle importancia a las historias de deportistas como Megan Kalmoe, que tienen todo el derecho a estar cansados con la cobertura previa a los Juegos, especialmente los temas que se han sensacionalizado. Esos momentos humanos inspiradores ocurrirán en Rio. Los Olímpicos se las arreglan para abrir y dispersar la negatividad. Grandes logros siguen ocurriendo todos los días.


Pero ahora también hay mucha realidad ligada a los Olímpicos. Hay más información, más voces, más preguntas y un panorama más amplio acerca de la otra cara de los Juegos. Es la verdad y aunque no sea agradable, la verdad siempre tiene que imponerse.

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