En el siglo XXI, la realidad
desinfla el mito olímpico
The wall street journal- julio
de 2016
Hace unos días, Megan Kalmoe, que
representará a Estados Unidos en las pruebas de remo en los Juegos Olímpicos de
Rio de Janeiro, publicó una carta extraordinaria en la que criticó la cobertura
negativa en anticipación al evento deportivo, en particular las desagradables
preocupaciones respecto a la presencia de materia fecal en el agua en la que
Kalmoe y otros atletas competirán.
Para Kalmoe, los Juegos Olímpicos
son un evento increíblemente significativo, para el cual ella y muchos otros
deportistas se han preparado durante años. En cambio, todo el mundo quiere
hablar de algo desagradable en el agua.
“Remaré a través de [censurado]
por ti Estados Unidos”, escribió Kalmoe en lo que se convirtió en la cita más
popular del ensayo.
Apenas una semana antes del
inicio de los Juegos, esta fue una petición brusca, pero comprensible. Es
difícil no sentir simpatía por atletas como Kalmoe, que ven cómo sus casi
anónimas historias de preparación y sacrificio (la gran mayoría de atletas
olímpicos no son deportistas reconocidos como el nadador Michael Phelps o el
basquetbolista Kevin Durant) son opacadas por los comentarios pesimistas sobre
el impacto económico, ambiental y potencialmente de terrorismo sobre la ciudad
anfitriona. Ansiedades similares dominaron la preparación de los Juegos Olímpicos
de invierno de Sochi en 2014 y otros Juegos recientes. Si los Olímpicos son el
momento de la verdad en la carrera de un deportista, el breve momento en el que
ellos y su deporte tienen una oportunidad para brillar en un escenario global,
las predicciones pesimistas son como nubes negras justo antes de una boda.
Y sin embargo, así son los
Olímpicos del Siglo XXI. Aún hay sagas individuales increíbles de valentía y
superación y habrá muchas en Rio. Pero al mismo tiempo, la realidad se ha
inmiscuido en el espectáculo. No es algo cortés ni divertido de leer. Pero es
importante.
Digamos lo que es obvio. Desde
hace mucho tiempo ha habido una especie de velo de cuento de hadas sobre la
atención que prestamos cada par de años a los Juegos Olímpicos (de verano y de
invierno), una desconexión entre el evento que se muestra al público y la
verdad de lo que ocurre en terreno.
En parte, esto es obra de la
televisión y los medios en general, que a menudo han presentado una perspectiva
del grosor de un alfiler sobre un evento global con profundas ramificaciones
políticas, culturales, de derechos y de uso de la tierra. Han ocurrido
tragedias, como el ataque terrorista en Múnich en 1972 y la bomba en el Parque
Olímpico en Atlanta más de 20 años después, pero usualmente hay un esfuerzo por
mostrar a los Juegos como una brillante ópera humana, en la que abundan los
sueños perdidos y cumplidos y los obstáculos superados.
Es una formula brillante y
adictiva, la cual ha transformado la forma en la que las historias se cuentan
en el mundo deportivo. Los Juegos que vemos en casa son editados para maximizar
el drama y la tensión. De ser necesario, son transmitidos en diferido para
lograr el mayor impacto posible.
Funciona. Y así ha sido por mucho
tiempo.
No obstante, en la era de
internet, es difícil maquillar cualquier mensaje. La información se escapa. Las
solicitudes de espera para publicar información son ignoradas. Estar
actualizado es esencial y las transmisiones en tiempo real son la norma. En el mundo
digital, cada persona es un mensajero en potencia. Los medios autorizados son
un vehículo, pero cada persona con un teléfono inteligente es un transmisor en
potencia. Esto no es válido únicamente para los Juegos Olímpicos, sino para
cada evento en vivo en el planeta. La información llega de manera instantánea y
cruda.
Los Olímpicos de Rio 2016 no
tendrán demoras de transmisión en el Hemisferio Occidental. Sin embargo, si ha
prestado así sea un mínimo de atención, sabrá que la antesala ha sido tensa. Hay
crisis económicas, de fondos, de recursos humanos. Rio declaró un “estado de
calamidad pública”, algo que no suena muy optimista. Cada día parece traer un
nuevo problema: por ejemplo, los primeros comentarios sobre de la villa de los
atletas parecían reseñas en internet de hoteles baratos.
Algunos de los informes han sido
exagerados o son incorrectos. Pero muchos de ellos no lo son.
Este es el nuevo ritual. En el
Siglo XXI, el mito olímpico se ha desinflado. Sabemos demasiado sobre las
consecuencias de estos Juegos, al extremo que muchas ciudades y países han
comenzado a cuestionar su interés en organizarlos. El año pasado vimos cómo Boston
corrió despavorida ante la idea de lanzar una candidatura para 2024. Los Juegos
aún tienen algo de atractivo cívico, pero los Juegos de Invierno se han vuelto
tan deseados como un par de medias usadas.
Las épocas en las que los
Olímpicos eran vistos como un testimonio nacional, el sueño de las cámaras de
comercio, una oportunidad dorada para demostrar el poderío de un país, se han
desvanecido. En su lugar hay imágenes como los complejos de US$50.000 millones
de Sochi, los cuales apenas dos años después del evento se han convertido en un
pueblo fantasma.
Una profunda desconfianza ha
envuelto al movimiento olímpico. Cualquier ilusión de “puro deporte”
desapareció hace mucho. El Comité Olímpico Internacional se abstuvo
recientemente de sancionar a Rusia después que se revelara un impactante
programa de doping patrocinado por el gobierno, refiriendo el asunto a las
federaciones individuales, una decisión que se interpretó como una evasión
burocrática.
Preocupaciones genuinas, como la
calidad del agua, han sido minimizadas o no han sido resueltas, así como una
gama de inquietudes sobre la contratación de los empleados para los Juegos y la
seguridad.
El dinero parece ser lo único de
lo que queda por hablar.
Nada de esto debería quitarle
importancia a las historias de deportistas como Megan Kalmoe, que tienen todo
el derecho a estar cansados con la cobertura previa a los Juegos, especialmente
los temas que se han sensacionalizado. Esos momentos humanos inspiradores
ocurrirán en Rio. Los Olímpicos se las arreglan para abrir y dispersar la
negatividad. Grandes logros siguen ocurriendo todos los días.
Pero ahora también hay mucha
realidad ligada a los Olímpicos. Hay más información, más voces, más preguntas
y un panorama más amplio acerca de la otra cara de los Juegos. Es la verdad y
aunque no sea agradable, la verdad siempre tiene que imponerse.
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