¿Ciencia o marketing? Qué es el
"mindfulness"
BUENAVIDA - julio
de 2016
Seducidos por su incomparable
lista de beneficios, hace años que millones de personas en todo el mundo
desarrollan su capacidad de atención plena (mindfulness) a través de la
meditación. Muchos para pararle los pies al estrés, otros para evitar recaer en
la depresión y todos porque sencillamente les hace sentirse bien. Sin embargo,
¿hasta dónde llegan realmente los beneficios del mindfulness? Y lo más
importante: ¿son todos ellos positivos o también tiene efectos secundarios
adversos?
Dejemos, de momento, estas dos
preguntas en el aire con el ánimo de que sea usted el que las resuelva al final
de estas líneas y, mientras, veamos qué dicen sobre esta meditación de moda la
psicología, psiquiatría, neurología e, incluso, el márketing y la filosofía.
Los puntos sobre las íes
“El mindfulness no es una técnica
de meditación”. Esta es la primera aclaración que Luis López González, director
del Máster en Relajación, Meditación y Mindfulness que se imparte en el Instituto
de Ciencias de la Educación de la Universidad de Barcelona, quiere hacer sobre
esta cuestión. E insiste: “No es una técnica ni un entrenamiento. Es una
cualidad de la mente que todos poseemos y que consiste en estar atento al
momento presente, tanto en lo que acontece dentro de mí como en lo que ocurre
fuera de nosotros mismos”.
“Es una escoba que limpia bajo la
alfombra dejando a la vista lo que estaba oculto”, Luis López
Ahora bien, aclarado el qué, la
siguiente cuestión sería el cómo. Según López González, todo ser humano tiene
la capacidad innata de prestar atención a sus experiencias, sin juzgarlas y con
total aceptación. Pero, ¿cómo desarrollar esa cualidad? O dicho de otro modo,
¿cómo se adquiere mindfulness? Aunque el experto señala la meditación como el
método principal para lograrlo, también reconoce que no es la única vía. “Mi
madre no hacía meditación, pero si le hubieran medido su nivel de mindfulness,
estoy convencido de que hubiera sido muy alto. ¿Qué quiero decir con esto? Que
del mismo modo que hoy buscamos mayoritariamente desarrollar la atención plena
por este medio, mi madre y muchas otras personas obtienen de la vida y sus
acontecimientos una pedagogía de aceptación profunda del momento presente, lo
cual no es otra cosa que lo que llamamos mindfulness”, sostiene el experto.
Otro ejemplo: cuando alguien atraviesa una grave enfermedad, “es posible que
esa persona aprenda a asumir o aceptar la realidad tal cual es en ese momento”,
es decir, que está poniendo en práctica esta cualidad.
Entonces, ¿qué tiene de novedoso?
López González resuelve con rotundidad haciendo un repaso de este concepto a lo
largo del tiempo. “Antiguamente, el desarrollo consciente de la atención tenía
su origen en las tradiciones religiosas y filosóficas. No poseía un tratamiento
científico. Sin embargo, ahora esta capacidad es observable, valorable y
entrenable”, explica. La cuestión es que si esto fuera así al 100%, este
concepto ya tendría no uno, sino los dos pies dentro de la casa de la comunidad
científica. Sin embargo, es precisamente la no existencia de demostraciones
empíricas el motivo de la discordia entre sus defensores y detractores.
Mucho ruido y pocas pruebas
Expertos como López González o
Alexandre Belnet, profesor de Mindfulness-Based Stress Reduction (Reducción del
estrés basada en mindfulness, MBSR), autorizado por el Center for Mindfulness
in Medicine, Health Care, and Society de la Universidad de Massachusetts
(Estados Unidos), y director del Institut Mindfulness de Palma de Mallorca,
aseguran que existen "cientos de publicaciones científicas que demuestran
sus efectos saludables”. Ana Arrabé, instructora de MBSR por el mismo centro
estadounidense, corrobora esta afirmación y afirma que “el crecimiento del
número de publicaciones científicas sobre este asunto ha sido espectacular,
pasando de cuatro artículos en el año 2000 a alrededor de 500 en 2015”. En
opinión de la experta, “este incremento se debe a que los protocolos que
desarrollan la conciencia plena pueden aplicarse a muchísimos campos. De modo
que los resultados son interesantes tanto para el mundo académico como para la
enseñanza o la empresa”.
Alternativas a la meditación
¿Que no le va eso de permanecer
con los ojos cerrados sin más ocupación que no perder de vista cómo el aire
entra y sale de sus pulmones? En nuestra aplicación gratuita encontrará algunas
técnicas que le ayudarán a desarrollar la conciencia plena.
Uno de estos estudios, publicado
en 2013 en Journal of Consulting and Clinical Psychology, concluye que la
aplicación del Programa MBC, que integra prácticas de mindfulness con terapia
cognitivo-conductual, reduce un 43% las recaídas en personas que padecen
depresión. Un porcentaje que Daniel Martín Fernández-Mayoralas, profesor de la
Universidad Europea y neurólogo del Hospital Universitario Quirón, atribuye “a
la activación de estructuras neuronales relacionadas con funciones ejecutivas
como la memoria de trabajo y la mejora de la concentración, las cuales forman
parte de uno de los mecanismos determinantes en la recuperación de los
pacientes por depresión”. Según este neurólogo, la práctica de la plena
conciencia “genera cambios en centros emisores de serotonina, el
neurotransmisor estrella de la patología afectiva”.
Lo cierto es que, aunque este
especialista es capaz de dar una explicación neurológica a los resultados de
ese estudio, también advierte de que, en su opinión, no existe una certeza
absoluta en lo que a los efectos de la meditación se refiere. “Esto se debe
fundamentalmente a que existen limitaciones metodológicas en la mayoría de los
trabajos publicados sobre las correlaciones entre áreas y circuitos, y los
diagnósticos y tratamientos que se utilizan en los diferentes trastornos
analizados”, explica.
Razones antimindfulness
De esta llamada a la prudencia
desde la neurología, pasamos a la advertencia de Marta Campos Ruano, jefa de
servicio de Psicología del Hospital de la Zarzuela (Madrid), quien aconseja no
perder de vista los efectos adversos relacionados con el desarrollo de la
atención plena. “El mindfulness no es la panacea. Creo que está muy bien como
ayuda complementaria para superar ciertos problemas de salud mental, pero
existen consecuencias negativas”, asevera. No obstante, matiza: “Aunque es
cierto que existen efectos nocivos asociados a la meditación, es justo decir
que en ningún caso se puede afirmar que su práctica sea la única responsable de
un cuadro de depresión, ansiedad o un brote psicótico. Ahora bien, lo que sí
puede hacer es favorecer que salgan a la superficie este tipo de patologías que
ya estaban latentes”.
Y es ahí, en esa patología
dormida que menciona donde está el quid de la cuestión: “Un instructor incapaz
de detectarla o tratarla podría despertar los efectos adversos de la
meditación. Por eso, es fundamental saber en manos de quién estamos ya que si
son las erróneas es posible caer en el aislamiento o crear una relación de
dependencia patológica”. Va más allá el catedrático de Psiquiatría y director
del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas de Madrid, Enrique
Rojas, quien además de compartir la opinión de Campos, afirma: “Sin duda,
desaconsejaría el mindfulness en pacientes obsesivos, aprensivos o que
presentasen muestras de excesivo nerviosismo”. Ana Arrabé expresa también el
riesgo que conlleva la preexistencia de patologías y por ello, en los
formularios de admisión de los cursos que imparte de MBSR, los solicitantes
deben informar si están siguiendo algún tipo de terapia en ese momento. “Es muy
importante que el instructor tenga esta información ya que los ejercicios que
se practican a lo largo de las ocho semanas que dura el curso pueden hacer
aflorar este tipo de patologías”.
Parece clara la unanimidad en
cuanto al poder de la meditación para que los trastornos psicológicos
subyacentes salgan a la luz. También Luis López González apoya esta idea y
compara “el mindfulness con una escoba que limpia debajo de la alfombra dejando
a la vista todo lo que estaba oculto, tanto lo bueno como lo malo. Y si lo que
había era una depresión, es posible que se manifieste”.
Ahora bien, además de ser un
factor desencadenante, Campos señala otro posible efecto que, aunque de forma
indirecta, también puede resultar peligroso: “En ocasiones, hay personas
estresadas o deprimidas que dejan su tratamiento y se centran en exclusiva en
la meditación, lo cual puede resultar, cuando menos, arriesgado”.
Atención plena para un mundo
descentrado
¿Consulta el correo mientras
atiende al teléfono? ¿Ve la televisión sin dejar de navegar por Internet? En
definitiva, ¿hay algún momento en el que haga una sola cosa y ponga en ella
toda su atención? ¿No? Entonces ha contestado como la mayoría y forma parte de
esa sociedad propensa a la proliferación del mindfulness.
Este concepto, de origen budista
y occidentalizado gracias a Jon Kabat-Zinn, comenzó su andadura hace casi
cuatro décadas con el fin de acabar con el estrés y el dolor crónico. Sin entrar
en si ha sido capaz de hacerlo o no, de lo que no cabe duda es que este
concepto se ha colado en centros de salud, universidades y organizaciones
empresariales de todo el mundo. Sobre todo, gracias a los atractivos beneficios
que difunde, los cuales encajan como anillo al dedo en una sociedad que
necesita bajar las pulsaciones y aumentar la concentración.
Según el profesor Alexandre
Belnet, algunas de las bondades de la atención plena son:
Claridad mental.
Regulación emocional.
Comunicación fluida.
Capacidad para disfrutar de la
vida.
Desidentificación de los
pensamientos negativos Autocompasión.
Una lista que, sin duda, podría
ser tremendamente eficaz como argumento de venta en una campaña de márketing.
Sin embargo, Antonio Salcedo, profesor del Máster en Dirección de Personas y
Desarrollo Organizativo (ESIC, Business and Marketing School, Barcelona), no
cree que el éxito del mindfulness sea el resultado de la aplicación de una
estrategia de ventas. Piensa que “es una moda procedente de la civilización
anglosajona presentada de un modo que la hace parecer sofisticada, veraz e
innovadora”.
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