Desigual impacto de la crisis sudamericana en
México y Centroamérica
FORBES- 20 de Julio de 2016
La crisis mundial ha alternado
sus impactos sobre Latam, perjudicando ahora a los países que hace pocos años
favoreció. Y el incipiente giro actual de las políticas sudamericanas no parece
apuntar a resolver el problema.
Año con año, los organismos
multilaterales han tenido que corregir a la baja sus estimaciones de
crecimiento para la economía mundial.
Esto, debido a que el mundo
enfrenta una etapa de larga recesión iniciada tras el estallido de 2008, que
–lejos de restringirse a su manifestación financiera– ha puesto en jaque la
forma concreta que ha tomado la integración económica global. Estados Unidos,
Europa y Japón han mostrado escaso dinamismo desde entonces, lo que ha
impactado en una caída de la demanda agregada.
Las políticas de money easing
aplicadas permitieron un reordenamiento de los balances financieros, pero no
han logrado aún un impacto real en la inversión. En cualquier caso, la lenta
pero visible recuperación de Estados Unidos en el último año ha promovido una
revisión de esta política, decidiendo la subida de sus tasas de interés, lo que
produjo un flujo de entrada de capitales y el fortalecimiento del dólar.
Esta desaceleración de la demanda
de las economías centrales ha provocado impactos globales. En el caso de China
motivó una revisión de su estrategia de desarrollo, induciendo un incipiente
giro hacia el mercado interno, que ha impactado en un descenso de su tasa de crecimiento
(por primera vez en casi tres décadas crecerá por debajo de 7%). Hay que
mencionar que este país mantiene desde hace algunos años un silencioso
enfrentamiento con Estados Unidos en torno de sus áreas de influencia.
América Latina y el Caribe enfrentan
este marco de baja demanda de las economías centrales y precios internacionales
de las materias primas a la baja desde hace años –como no se veía desde la Gran
Depresión.
Pero este escenario poco
auspicioso no estimula la inversión, y los capitales externos han adoptado un
comportamiento de flight to quality hacia Estados Unidos, lo que pone en
problemas la renovación de deuda –que ha crecido para la región en los últimos
tres años.
En conjunto, América Latina y el
Caribe continúan en recesión; de hecho, se espera una caída agregada de 0.3%
del Producto Interno Bruto (PIB) regional para 2016, aunque con comportamientos
diferentes al interior de la región, donde los escenarios económicos se cruzan
de manera compleja con las disputas políticas.
El incipiente viraje hacia
políticas más liberales de varios gobiernos –algunos votados, otros no– ha
fortalecido la agenda de la Alianza del Pacífico.
En este sentido, el hemisferio
sur ha mostrado más turbulencias. El gigante Brasil fue incapaz de sortear la
inestabilidad, a pesar del giro hacia políticas de ajuste iniciado por Rousseff
hace más de un año.
La imprevisibilidad de los
movimientos de capitales –que han jugado a la ruleta con el valor del real
brasileño– y el clima político enrarecido –que acabó con el juicio político a
la presidenta– conspiraron contra la inversión, a pesar de las tentadoras
oportunidades de negocios (que incluyen posibles privatizaciones en Petrobras).
La recesión esperada de Brasil
vuelve a situarse este año por encima de 3%, y esto impacta, naturalmente, en
su área de influencia. Su principal socio en el Mercosur, Argentina, es una
especial perjudicada, pues la integración de la cadena de valor automotriz
entre ambos países es casi total. El país austral enfrenta, pues, una caída de
las exportaciones industriales a su socio y menor demanda del resto de sus
ventas (de productos primarios), a lo que se suma el reciente ajuste del
flamante gobierno de Macri (llamado bajo el eufemismo de “sinceramiento”).
Tanto por la vía del comercio como por las inversiones dentro de la región, la
crisis combinada de Argentina y Brasil ya ha mostrado impactos en Bolivia,
Uruguay y Paraguay.
De mayor escala es la crisis que
enfrenta otra economía clave del hemisferio: Venezuela. También allí se combinan
las disputas políticas –actualmente se analiza un revocatorio del presidente
Nicolás Maduro– junto con el severo impacto de la caída de los precios del
petróleo, su casi excluyente producto de exportación.
Sin recursos fiscales ni
externos, la economía venezolana sufre los efectos de su escasa
diversificación, dificultando al gobierno una salida que no implique ajuste.
Aunque en menor escala que Brasil, su crisis se dispersa por la vía del
comercio y la inversión sobre países centroamericanos –Nicaragua y El Salvador,
en particular– y del Caribe, con los que Venezuela tenía múltiples convenios
bilaterales.
Impacto sobre México y
Centroamérica
La actual fase de la crisis
económica expresada en la caída internacional de los precios de las materias
primas (energía, alimentos, petróleo, etcétera) está teniendo un efecto más
disparejo sobre los distintos países de América Latina que la fase de la crisis
desatada en los países desarrollados en 2008.
Aquella vez, como el foco de la
crisis estuvo en Estados Unidos, las economías latinoamericanas más afectadas
fueron México y los países centroamericanos y caribeños, muy dependientes en
términos comerciales del país del norte. Mientras tanto, debido al auge en el
precio de las materias primas de exportación y la elevada y estable demanda de
productos por parte de China, los países sudamericanos sintieron con mucha
menor crudeza aquella recesión en los países centrales.
En cambio, esta vez parece ser al
revés. En el caso de México, la lenta pero estable recuperación de Estados
Unidos hará de colchón para que el país pueda afrontar, a través del comercio,
los efectos negativos de la caída en el precio del petróleo y el aumento en la
tasa de interés por parte de la Reserva Federal.
De hecho, de los grandes países
latinoamericanos, México es el único con perspectivas positivas para 2016 (se
espera que crezca alrededor de 2.6% contra las caídas en el PIB pronosticadas
para Argentina [-0.1%], Brasil [-3%] y Venezuela [-5.8%]).
En el caso de Centroamérica y el
Caribe se observan dos escenarios para los distintos países.
La crisis en Venezuela afecta
gravemente a aquellos países que tienen acuerdos de cooperación en el sector
petrolero firmados con el país sudamericano (como Granada, Haití, Jamaica y
Nicaragua), así como por menores ingresos por exportaciones. Esto impacta de
manera doblemente negativa –aumento en las necesidades de financiamiento por la
crisis venezolana y disminución de las exportaciones hacia el resto del mundo–
sobre los países centroamericanos y caribeños dependientes de las exportaciones
de materias primas (como Suriname, Trinidad y Tobago, Belice y Guyana).
Sin embargo, los países caribeños
dependientes del turismo e importadores netos de energía (como Barbados,
Granada, Saint Kitts y Nevis y Santa Lucía) estarían siendo favorecidos por la
caída en los precios de estos bienes importados y el flujo estable de turistas
provenientes de Estados Unidos.
Como se ve, esta fase de la
crisis mundial ha alternado sus impactos sobre la región, perjudicando ahora a
los países que hace pocos años favoreció. La continuidad se traza en la fuerte
vulnerabilidad a cambios exógenos, que la región no supo atenuar mediante una
integración más firme. Sin embargo, el incipiente giro actual de las políticas
sudamericanas no parece apuntar a resolver el problema.
Agostina Costantino y Francisco
Cantamutto son economistas argentinos y doctores en investigación en ciencias
sociales por Flacso-México.
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