Así será la educación de élite en
el futuro, según la Harvard Business School
El Confidencial - miércoles, 2 de
septiembre de 2015
El proyecto HBX Live se propone
revolucionar la educación online de élite sin escatimar en gastos ni en
calidad: más que una conversación por webcam, sus clases parecen una película
de superhéroes
Los adelantos tecnológicos están
posibilitando nuevos cambios en las formas de dar clase, tanto en la educación
primaria y secundaria como en la superior, de mano con las nuevas tendencias
educativas. Ello afecta a algo tan básico como el aula y la forma en que esta
condiciona las relaciones entre estudiantes y profesores. Por una parte,
encontramos el nuevo modelo que los colegios jesuitas o el colegio finlandés de
Saunalahti han implantado: espacios amplios y diáfanos y disposición no
jerarquizada de los elementos en la que el edificio entero se convierte en
aula. Otra posibilidad es la que acaba de desvelar la Escuela de Negocios de
Harvard y que promete cambiar para siempre las aulas magnas.
Estas nuevas clases universitarias
se parecen menos a una conversación por webcam que a un directo televisivo en
plató. HBX Live, que así se llama el proyecto, fue desvelado el pasado 25 de
agosto tras tres años de desarrollo y algunos medios, como Fortune, han tenido
acceso a alguna de sus clases de demostración. A simple vista, parece una
simple clase organizada a través de internet con las cámaras web de cada
usuario, pero la clase se desarrolla en un espacio físico, que no es un aula de
Harvard, sino los estudios televisivos de la cadena local de Boston WGBH, a
diez minutos de la universidad.
No se trata de un capricho: el aula utiliza
todos los recursos y el know-how de la televisión (además de una mayor potencia
energética) para la realización de la clase, que se centraliza en un plató de 8
metros de altura con una parrilla de luces y una pantalla de vídeo curvada de
8,2 metros. Se trata de una sala insonorizada en la que trabajan dos regidores
y dos realizadores, además de un cámara móvil y otras cuatro más que recogen
las imágenes que son mezcladas en directo por el realizador.
Esto es lo que diferencia entre
proyecto de otros como los llevados a cabo por Yale o la Universidad de
Pensilvania:
Lo más importante es la intimidad
y la cercanía
Una de las cosas que se pierden
en una clase realizada a través de internet frente a una presencial es la
familiaridad que propicia compartir una misma aula. Uno de los objetivos de HBX
Live es conseguir reproducir esa intimidad en una clase en la que los
estudiantes se encuentran en distintos rincones del planeta y están conectados
a través de sus ordenadores personales.
Para ello se utiliza un
gigantesco panel de 6.220.800 pixels en el que se reflejan las caras de 60
estudiantes de todo el mundo (de San Francisco a Pekín pasando por Varsovia),
como si se tratase del anfiteatro de un aula magna. Cada una de ellas mide 60 centímetros
de ancho y 0,76 de alto, y no hay ninguna jerarquía entre ellos. Nada de
ocultarse en la última fila: todos los estudiantes son igual de visibles.
Sin embargo, tan sólo se pueden
ver los rostros: el lenguaje corporal queda fuera de campo. El equivalente de
levantar la mano es pulsar un botón en el ordenador para que el profesor vea
que has pedido el turno de palabra. Nada de los habituales primeros planos
fijos que caracterizan la estética webcam: el profesor, de pie, es retratado
por varias cámaras que lo captan desde diversos puntos de vista, incluida una
que realiza travellings a su alrededor.
Imagen y sonido han de ser
perfectas
Las experiencias online suelen
ser frustrantes: imágenes pixeladas, sonido que se corta e interrupciones
inesperadas de la señal provocan que la comunicación en directo no sea tal. El
proyecto tuvo claro desde un primer momento que, para conseguir la intimidad
perseguida, todo retraso en la señal debía ser eliminado. Además, todos los
estudiantes y profesores tienen sus micros abiertos en todo momento, de igual
manera que ocurriría en una clase normal: aunque supuso otro reto técnico, el
objetivo era que los alumnos pudiesen reaccionar con risas a un chiste del
profesor o aplaudir a un comentario interesante de un compañero. De ahí que uno
de los trabajadores del plató se dedique casi en exclusiva a garantizar que el
sonido es perfecto.
Unos días antes de la clase, el
equipo televisivo recibe un plan de la clase para planificar el directo, y
conocer de antemano los vídeos que han de proyectarse o los rótulos que se
deben introducir. HBX ha contado con la tecnología de Cisco (vídeo), BSS (Audio)
y X20 (software) para desarrollarse.
Estudios de caso sin parar
Todas las clases impartidas son
estudios de caso, es decir, la descripción y análisis de temas actuales,
fenómenos o empresas, la metodología por la que la Escuela de Negocios de
Harvard goza de fama internacional. En el ejemplo expuesto en Finance, los estudiantes
debían discutir acerca de Uber, su influencia en la industria del taxi y su
alto valor en el mercado. De ahí que la interacción entre estudiantes y con el
profesor sea vital: nunca antes una clase en línea había permitido que 60
personas pudiesen interactuar con un sonido e imagen perfectos y utilizar una
pizarra digital que no destellase ante las cámaras, algo que ha supuesto una
importante inversión para Harvard Business School.
Las clases son de mediano tamaño…
Cuando el proyecto empezó a valorarse,
la mayor parte de expertos explicaron que lo que pretendían hacer tenía un tope
de entre 12 y 20 alumnos. Gracias a McCann Systems consiguieron elevar el
número hasta 60 estudiantes por clase, con un coste medio de entre 300 y 500
dólares por alumno y sesión, contando todos los fijos y variables. Nadie dijo
que fuese barato: como explica la página web del centro, el presupuesto anual
de la matrícula, mantenimiento y gastos diarios de un MBA puede rondar los
98.000 dólares, unos 86.000 euros.
...Pero miles de personas pueden
verlas por internet
El modelo de HBX Live contempla,
no obstante, la posibilidad de que otros 1.000 estudiantes puedan ver en
directo la clase, sólo que con un retraso de 15 segundos y, obviamente, sin
poder interactuar. Es una manera de aprovechar el potencial de la clase y
rentabilizar los altos costes de producción.
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