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lunes, 19 de octubre de 2015

dietas

Fósforo: ¿el nuevo colesterol?


La Vanguardia -  octubre de 2015
Las dietas muy altas en fósforo elevan la presión arterial, dañan las arterias, aceleran el envejecimiento y se relacionan con una mayor mortalidad cardiovascular, según han comenzado a advertir desde diversas sociedades médicas. Hace tiempo que los médicos habían observado la clara vinculación entre altos niveles de fósforo, arterioesclerosis y envejecimiento prematuro en los enfermos renales sometidos a diálisis. Después constataron que esta relación se daba también en personas con problemas renales menos graves. Y finalmente han comenzado a ver que en la población general, sin problemas de riñón, quienes tienen el nivel de fósforo en sangre en el percentil superior dentro del rango considerado normal, padecen más problemas cardiovasculares a largo plazo.

Así lo explicó José Manuel Valdivieso, nefrólogo e investigador del Institut de Recerca Biomédica de Lleida y de la Red de investigación renal del Instituto de Salud Carlos III, durante el último congreso de la Sociedad Española de Nefrología, donde se refirió al fósforo como "el nuevo colesterol" por los efectos dañinos y el envejecimiento acelerado que puede provocar un exceso de este mineral en la sangre. "Hasta ahora sólo teníamos puesto el foco de los niveles de fósforo en los enfermos renales, igual que hace tiempo sólo se controlaba el colesterol en personas con problemas cardiovasculares; pero del mismo modo que luego se vio que los niveles de colesterol eran factor de riesgo para toda la población, ahora vemos que niveles altos de fósforo están relacionados con un mayor deterioro del sistema cardiovascular en el futuro y con una menor longevidad, por lo que quizá, como ocurrió con el colesterol, deberemos plantearnos si vale la pena revisar y rebajar los niveles que se consideran seguros", detalla Valdivieso.

Apunta que hay estudios que vinculan los años que vive una especie y los niveles de fósforo que tiene en plasma, de modo que a mayor fósforo menor longevidad, y que también se ha observado que las personas centenarias tienen bajos niveles de fósforo en sangre. "Otra vinculación curiosa es que los niños con progeria, un síndrome ocasionado por la mutación de una proteína que provoca que niños de cinco o seis años tengan las características físicas de una persona de 80, tienen niveles de fósforo más altos que los ­niños de su edad", agrega el nefrólogo.

"Yo no me atrevería a hablar del fósforo como de un nuevo colesterol, pero en estos últimos años le estamos dando mucha importancia porque sí sabemos que su exceso es un factor claramente relacionado con las enfermedades cardiovasculares, igual que la falta de vitamina D", asegura el presidente de la Sociedad Española de Arterioesclerosis, Juan F. Ascaso. A este respecto, enfatiza que las dietas que contienen mucho fósforo, como las ricas en proteínas, resultan muy perjudiciales porque aumentan la presión arterial y hacen que se deposite fosfato cálcico en las paredes de las arterias, "lo que agrava la arterioesclerosis, contribuye a procesos inflamatorios y se vincula con mayor mortalidad cardiovascular, sin ninguna duda".

En realidad, explican los médicos, el fósforo es un mineral que desempeña un papel fundamental para el organismo y resulta imprescindible para el desarrollo de los huesos y el funcionamiento de las células (véase información de apoyo). Y, a priori, si se ingiere un exceso de fósforo, los riñones se encargan de eliminarlo. El problema, dicen, es que el cambio de hábitos dietéticos hace que se consuman cantidades muy elevadas de este mineral y muchas veces de forma inconsciente. Las principales fuentes naturales de fósforo son la carne y los lácteos -que han ganado mucho peso en la dieta en las últimas décadas-, así como el pescado, las semillas y algunos frutos secos. Pero a ello se suma el fósforo que los expertos denominan "oculto", el que llevan los refrescos y los alimentos envasados en forma de aditivos y conservantes. "Actualmente estamos tomando muchos más alimentos de cuarta y quinta gama que contienen más fósforo (o fosfatos) que los alimentos naturales", comenta Emilio Martínez de Victoria, catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada y experto en nutrición. Y apunta la preocupación, desde el punto de vista epidemiológico, por el consumo de fósforo en niños y jóvenes. "El equilibrio entre calcio y fósforo es muy importante para el organismo; se requiere una relación de uno a uno para que se absorba el calcio, pero muchos niños toman poco calcio y muchos refrescos, lo que puede ocasionar carencias de calcio -el fósforo hace que no se absorba bien porque precipita en el intestino- en un momento en que resulta clave para la formación y el crecimiento de los huesos", dice
Martínez de Victoria.

En la actualidad, los niveles de fósforo no figuran entre los parámetros que se controlan en los análisis de sangre rutinarios. "En nuestros protocolos figura pedir todas las fracciones de colesterol y los triglicéridos, pero no otros factores de riesgo secundario que están apareciendo como el fósforo o la vitamina D, aunque los niveles de esta última comenzamos a pedirlos cuando vemos personas con riesgo de osteoporosis o con alguna patología del sistema del calcio y del fosfato", explica Xavier Tovillas, médico de familia y miembro de la Societat Catalana de Medicina Familiar y Comunitària (CAMFiC).

Los expertos aseguran que la alimentación habitual cubre con creces el gramo o gramo y medio de fósforo que requiere el organismo cada día, y consideran que sería interesante que los productos de alimentación detallaran claramente en el envase las cantidades de fósforo que contienen, como muchos hacen con las calorías o las grasas, de modo que los consumidores pudieran controlar y regular la ingesta de este mineral.


En cuanto a los niveles de fósforo en sangre considerados "normales", no hay unanimidad entre los médicos, pero las cifras más concordantes son de 3-4 miligramos por decilitro y algo superiores en los niños.

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