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martes, 13 de octubre de 2015

claves

 Las claves para iniciar una carrera como emprendedor


Expansión - martes, 13 de octubre de 2015
El fundador de la empresa Braintree comparte sus consejos para iniciar un proyecto; Johnson considera que lo esencial es superar el miedo de dejar la vida laboral como la conocemos.
En la Universidad de Stanford, el curso más popular este año aparentemente no es de ciencias de la computación ni de ingeniería. Es una oferta poco convencional llamada "Diseñando tu vida". Los de primer y último año –incluyendo a muchos de los emprendedores brillantes del mañana– pasan dos trimestres académicos integrando su carrera y metas de vida en odiseas de planes a cinco años.

Para los aspirantes a emprendedor, lograr escribir un camino para su carrera puede sentirse como quedarse viendo una página en blanco en el libro de tu vida. Tal vez sepamos que no estamos hechos para el mundo de 9 a 5. Pero ser autor de una vida y carrera –en vez de seguir el guión de alguien más- es imponente. Mi propia odisea comenzó con un simple acto y tomó muchas vueltas inesperadas en el camino. 
Poniendo las cosas sobre papel

A los 21, acababa de regresar de un periodo de dos años como voluntario en la zona rural de Ecuador y entré a la universidad. Tras vivir entre la pobreza real, quería mejorar las vidas de otros. Al mismo tiempo, sabía que no estaba hecho para un trabajo normal. Cambiar 60 minutos de mi vida por 8.75 dólares me parecía descabellado. Quería tener la libertad creativa de construir y hacer.

 

Hay muchas personas afuera con la misma actitud. (De hecho, casi tres cuartas partes de los millennials sienten que sus trabajos no explotan sus talentos reales). Quieren ser pagados por sus propias ideas en lugar de ejecutar las de alguien más. Frecuentemente, sin embargo, el reto para los futuros emprendedores es salir de la puerta de inicio.

Para mí, ponerlo en papel fue el truco. Cuando estaba en la universidad, no tenía todos los detalles resueltos (por decirlo sutilmente), pero escribí mi visión y me comprometí a ella con mis amigos y familia. El plan a grandes rasgos: iniciar una empresa propia y ganar suficiente dinero para retirarme a los 30. Luego, usar mi tiempo y recursos para intentar ser útil en el mundo. No tenía todas las piezas, pero era un inicio.

Cuando llega una oportunidad

Las investigaciones muestran que tenemos un “prejuicio del status quo” –una tendencia a exagerar los beneficios de lo conocido a la vez que sobreestimamos los riesgos de lo desconocido–. Dejar la comodidad y seguridad del mundo del “empleo” para salir a aguas no navegadas puede paralizarte al principio.

Afortunadamente, el destino me rescató. Todo empezó con una búsqueda para comprar un teléfono móvil barato en la universidad a través de un vendedor independiente. Realicé una negociación tan fuerte que el vendedor me preguntó si quería vender para él, llevándome una cuota de 40 dólares por cada activación. Empecé a jugar con los números: si podía lograr dos activaciones por hora y trabajar 10 horas a la semana, estaría en camino a ganar 41,600 dólares al año.

Dos días después, en medio de una venta a una madre con dos niños gritando en su jardín, tuve una revelación. ¿Por qué no podía tener a otros vendiendo teléfonos para mí? Me detuve a mitad de la venta y literalmente corrí a casa. Tras casi dos días de trabajar sin cesar, mi nuevo negocio estaba listo.

Volverse creativo frente a la adversidad

Mi metáfora favorita sobre el emprendimiento es la expedición fallida de Ernest Shackleton a la Antártida en 1914. Él planeó por años –imaginando un trayecto sin precedentes a través del continente a pie– pero se quedó atorado en el hielo antes de llegar a la tierra.

Así sucedió con mi vida como emprendedor. Aún en la universidad, inicié otra empresa para realizar llamadas de voz a través del Internet, un predecesor de Skype. Después de la escuela, entré al giro del desarrollo inmobiliario, recabando fondos para una comunidad ambiciosa de usos mixtos de 50 millones de dólares. Pasé cuatro años de mi vida haciendo crecer estos negocios. Ambos fracasaron finalmente. Terriblemente.

En un esfuerzo para llegar a la siguiente quincena, apliqué para docenas de empleos; nadie me concedió ni una entrevista. Desesperado, vi un anuncio en Monster.com para vender tarjetas de crédito de puerta en puerta. La desesperación fue el catalizador de una de las decisiones más críticas que tomé como emprendedor.

Un momento ‘Harry Potter’

Procesar tarjetas de crédito no es la industria más sexy, pero, como resultó, algunas de las mejores oportunidades de negocios están en campos aburridos y rotos. En las llamadas de venta, descubrí que los compradores buscaban mejor tecnología en sus tarjetas de crédito y mejor servicio a clientes, sin mencionar mayor honestidad y transparencia. Terminé empezando mi propia empresa: Braintree. Cuando los consumidores empezaron a escribirnos cartas de amor, supe que le habíamos dado al clavo.

Hay algo profundamente conmovedor, casi mágico, al ver que una idea comienza a tomar una vida propia, creando algo de la nada. Con esto en mente, contraté a un graffitero para pintar un mural en nuestra oficina: Gandalf del Señor de los Anillos en un lado; Harry Potter del otro (historias que resonaban en ese momento con mis hijos). La varita de Potter y el báculo de Gandalf explotaban con energía. Arriba, un libro abierto, una pluma flotante y la palabra “Sueña”.

Rowling y Tolkien usaron las palabras para crear mundos desde páginas en blanco. Para mí, la belleza y lo prometedor de ser emprendedor es que tienes la oportunidad de ser autor de tu propio mundo en una manera similar. Tú determinas las personas a las que contratas, la cultura que creas, los productos que diseñas, y tu razón de existir.

Un salto cuántico imaginativo

En el 2013, vendí Braintree a eBay por 800 millones de dólares. Esto me llevó a tomar un siguiente paso en la odisea que había trazado a los 21. Aparté 100 millones y creé un fondo de inversión para emprendedores enfocado en algunos de nuestros problemas más complejos y las mejores oportunidades. Con las herramientas que tenemos ahora –desde la impresión en 3D y robótica y genómica– podemos crear nuestro mundo en formas que eran imposibles.


Yo diría, sin embargo, que los innovadores que trabajan en descubrir nuestro genoma y aquellos que están encontrando formas más sencillas de hacer cosas cotidianas –como llamar un taxi, por ejemplo– son, en la base, similares. Somos personas que ven al mundo no por lo que es, sino por lo que podría ser. Somos autores de nuestro camino profesional y, en el proceso, transformamos el mundo a nuestro alrededor, en una variedad infinita de formas. Eso es lo que significa para mí ser un emprendedor.

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