6 reflexiones para mejorar la calidad de las
campañas electorales
FORBES- 7 de Abril de 2016
¿Qué puede hacerse para recuperar
un poco de la confianza ciudadana?
Los partidos políticos parecen no
entender la demanda ciudadana ni la problemática social:
ante la falta de
liderazgos recurren a personajes bizarros y caricaturescos buscando atraer más
votantes; lo hacen porque admiten que no tienen nada más que ofrecer, pero ante
todo porque con los votos de estas figuras “populares” pueden seguir
manteniendo sus cuotas de recursos y posiciones.
No es demeritar ni menospreciar
el derecho de nadie a participar, pero si la clase gobernante da pena, esa
táctica sólo alimenta la extravagancia, mediocridad e incompetencia de quienes
aspiran a ser parte del gobierno. Para mejorar la oferta hay que trabajar mucho
en la preparación de líderes de calidad.
Palabras como justicia, igualdad,
seguridad, empleo, transparencia y desarrollo ya se vaciaron,
ya nadie cree en
el discurso, lo contaminaron, lo dejaron sin significado. Todos ofrecen lo
mismo y no hay garantía alguna de cumplimiento de las propuestas (aunque las firmen
y certifiquen).
La ciudadanía busca respuestas
claras, compromiso, reciprocidad. Desafortunadamente no le queda otra más que
tomar lo que hay y aguantarse. Le toca a la sociedad exigir, demandar,
fiscalizar, no olvidar, no ser tan ingenua, empoderarse y aumentar su
autoestima para que no le sigan faltando al respeto.
Las campañas se volvieron tan
aburridas que los eventos de campaña ya no funcionan sin música,
entretenimiento o algo que “jale” a la gente;
se acude por interés, nómina,
dependencia o coerción, ésa es la cruda verdad. Nadie quiere perder su trabajo,
su local en el mercado, la tarjeta de descuentos o hasta un crédito de interés
social.
Esos grupos nutren las votaciones
y permiten replicar el sistema. Son el recurso para mantener a raya a la
mayoría apartidista y “apuntalar” “mayorías” ficticias. Urgen cambios profundos
al sistema para mejorar su calidad y representatividad. Estas transformaciones
no pueden dejarse sólo en manos de los partidos políticos, pues es evidente que
no tendrían interés en lo que vaya en favor del ciudadano.
La necesidad de cultura política
es contundente;
sin embargo, los saldos negativos inducen a los buenos
ciudadanos a la abstención, el hartazgo y la automarginación. Este factor,
sumado a las limitantes impuestas a los candidatos independientes, generan un
desperdicio de líderes legítimos, auténticos y con las capacidades necesarias
para actuar en favor de la sociedad, más aún cuando los partidos políticos
insisten en “rellenar” las candidaturas con familiares, incondicionales y
asociados.
La corta duración de las campañas
y las opciones forzosas dejan a la ciudadanía en manos de los mismos de
siempre, dividida y sin opciones reales. La gente acude a las urnas y tiene que
tomar lo que aparece en la boleta; en palabras comunes: vas a comprar pasta de
dientes, no encuentras, tienes que usar detergente (si quieres lavarte) o te
quedas como estás. Más aún, se suponía que se acabarían el derroche, el
dispendio y la compra de votos (¿de verdad?).
Las campañas deberían ser eventos
de renovación, de reflexión, evaluación pertinente y de compromiso con la
mejora de la sociedad en que vivimos.
En lo emocional, nos gustaría pensar que
las campañas son un momento de inspiración, aspiraciones, objetivos, emotividad
y unidad en torno de líderes con cualidades que buscan sumar el consenso de una
mayoría y poner esa fortaleza al servicio de todos. Nuevamente predominan el
descrédito, los chismes, las intrigas y las descalificaciones, partiendo de la
premisa de que todos son iguales y que no habrá cambios. Tristemente lo que queda
es votar por él o la menos mal@.
Cuando alguien se presenta como
candidat@ a una campaña, lo que hace es construir una personalidad (no una
caricatura), una representación superior de sí mism@, de sus logros, valores,
ideales y capacidades; las conjuga con sus propuestas y compromisos para
someterlos a consideración de l@s ciudadan@s y que ell@s decidan.
Actualmente, los excesos, el
ridículo visual y la degradación siguen prevaleciendo. Los partidos y sus
candidat@s siguen buscando publicidad mediante el escándalo, las ocurrencias e
improvisaciones. Desconocedores de su contexto, pretendientes de seguidores y
amigos en las redes sociales, se convierten sin pudor en espontáneos,
cantantes, poetas, cómicos de tercera y soneros de la loma. Inflados por sus séquitos
terminan traicionados por el ego.
La verdad es que muy pocos
realmente representan y podrán cumplir lo que dicen, pero como la memoria de la
sociedad es corta, voluble y frágil, pueden mentir, exagerar, escenificar
peleas y hasta amenazar con perseguir a sus antecesores corruptos. Al final,
todo es moverse, brincar, sudar, activarse y hablar en el circo electoral para
que todo siga siendo lo mismo y el ciudadano regrese a su letargo.
Alfredo Paredes-CEO de Capitol Consulting&Communication. Experto
en comunicación estratégica. Consultor y académico internacional. Asesor de
empresas y gobierno.
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