Soleio Cuervo, el cerebro del ‘Me gusta’ de
Facebook
The wall street journal - Abril
de 2016
Soleio Cuervo no está resentido
porque Facebook haya ampliado su menú de emociones más allá del botón “Like” o
“Me gusta”. Ahora hay emoticones para decirles a los amigos que está triste,
enojado, riéndose, sorprendido, o que algo realmente le encanta, no sólo le
gusta.
A Cuervo, que empezó a trabajar
para el gigante de redes sociales en 2005 como su empleado número 30 y uno de
sus primeros diseñadores, se le atribuye la creación del ahora omnipresente
ícono.
Mientras conversábamos sentados
en las oficinas de Facebook en Nueva York, Cuervo negó sentirse marginado. “De
ningún modo. Si hay una cosa acerca de Facebook, es que nunca hemos sido
sentimentales respecto al pasado”, agregó.
“Si no evoluciona”, dijo, citando
la filosofía de la empresa, “las fuerzas externas lo van a hacer evolucionar”.
Cuervo dejó Facebook en 2011,
para convertirse en jefe de diseño de Dropbox, la compañía de almacenamiento de
datos en la nube. Actualmente es un inversionista y asesor de empresas de alta
tecnología que están en su fase inicial.
Es también un graduado de Seeds,
una organización educativa sin fines de lucro con sede en Newark, Nueva Jersey,
que ayuda a estudiantes de familias de bajos ingresos a acceder a escuelas y
universidades privadas de alto nivel.
En 1995, Cuervo se graduó de uno
de los primeros programas de Seeds. La semana pasada, voló desde Los Altos,
California, donde reside, para hablar sobre el cultivo de la diversidad en el
sector tecnológico en un evento organizado por ex alumnos del programa.
Aunque tiene apenas 34 años de
edad, en sus ocasionales visitas a la sede neoyorquina de Facebook, Cuervo es
tratado como una suerte de “viejo sabio” de la compañía, a pesar de que ya no
trabaja en ella.
Y aunque Facebook no emite una
tarjeta de identidad vitalicia enchapada en oro, “no tengo demasiados problemas
para entrar al edificio”, declaró modestamente.
No pude resistir la tentación de
preguntarle qué pensaba de La red social, la película de 2010 ganadora de
varios Oscar (al mejor guion adaptado, a la mejor banda sonora y a la mejor
edición) que cuenta los orígenes de Facebook y su fundador, Mark Zuckerberg.
“Cuando [la película] describe la
fiesta del primer millón de usuarios, la oficina que muestra se parece a esta”,
dijo, señalando el enorme espacio que se expandía más allá de los cristales en
la sala de conferencias donde nos encontramos. (Estaba llena de programadores
adecuadamente vestidos con onda retro, aperitivos gratis y un cartel que citaba
a Yoda: “Hazlo o no lo hagas. No existe el ‘traté”). La fiesta real, cuenta,
“fue sólo un montón de tipos sentados alrededor de una mesa”. Dice que le
resultó incómodo ver cómo otro se adueñaba de “nuestra historia”.
También discrepó con la
representación de Zuckerberg en el film. “Al comienzo, Facebook atrajo
personalidades altamente competitivas”, recordó Cuervo. “Mucho de eso fue la
cultura que Zuck creó alrededor de su motivación para ganar. Pero nunca hubo
una cosa hostil”.
Cuervo, un estadounidense hijo de
inmigrantes de Bogotá, Colombia, dice que debe su propio éxito a un bully de
quinto grado en Piscataway, Nueva Jersey, donde creció. “Me dijo: ‘Amigo, sacas
solo A [la nota más alta]. Deberías saltarte un grado”.
Eso plantó en la mente de Cuervo
la idea que lo llevó a Seeds, al internado St. Andrews en Delaware y de allí a
la Universidad de Duke. “Fue como Hogwarts antes de que hubiera Hogwarts”, dice
Cuervo de St. Andrews, en referencia a la escuela de magos de Harry Potter.
“Hasta ese momento no había sido expuesto a [otros] niños muy motivados de
familias con logros”.
En St. Andrews, dijo, ya no era
el mejor estudiante “sólo por el hecho de ir a clase”.
Sin embargo, su talento para el
diseño fue rápidamente reconocido por un maestro que, impresionado con el
boletín que Cuervo había producido para la liga de fútbol de salón del
internado, lo reclutó para trabajar durante el verano en la oficina de
comunicaciones de St. Andrews.
Cuando fue a Duke en 1999 se hizo
rápidamente un nombre diseñando sitios web para las bandas de rock y profesores
de la universidad. Ahí tuvo otra epifanía, al darse cuenta que detrás del torpe
programa de publicaciones que estaba usando había una cosa llamada código.
“¿Por qué diablos estaba
perdiendo el tiempo?”, recordó. A partir de ese momento, “sólo quería escribir
código. Fue como descubrir que dentro de un auto hay un motor. Todo ese
trabajo, en última instancia, me llevó a San Francisco y lanzó mi carrera como
desarrollador”.
Personalmente, uso el “Me gusta”
de Facebook con moderación. Para mí es una forma abreviada, incluso un
sustituto, de la comunicación, de la cosa real. Una rebaja de la cultura.
Cuervo no tomó mis críticas en forma personal, sino que con una cortesía
respaldada por datos expresó su desacuerdo. “Había mucha preocupación por la
canibalización del compromiso”, dice recordando el momento en que el botón de
“Me gusta” se encontraba en la fase de prueba. “El temor era que la gente
dejara de escribir comentarios para hacer clic en un botón”.
En cambio, lo que sucedió fue la
irrupción del universo de compartir desde videos de gatos hasta publicaciones
sobre candidatos presidenciales. Ese es el universo en que vivimos hoy en día.
“En realidad, [el Me gusta] actuó
como un lubricante social”, dijo Cuervo. “Debido a que habíamos reducido
radicalmente el costo del compromiso, aumentamos su probabilidad”.
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