¿Es Uber un monopolio en ciernes?
La empresa que hace muy poco
sedujo con un discurso renovador y “progre”, hoy es sospechosa de incurrir en
prácticas depredadoras de la competencia. La española Cabify se dice afectada,
al tiempo que busca nichos para mantenerse a flote.
A casi cinco años de su
nacimiento, la española Cabify busca formas creativas de lograr que los 23 millones
de dólares (mdd) en financiamiento que ha reunido hasta ahora le rindan en su
batalla contra Uber, que levantó 8,000 mdd y que ya empieza a comportarse como
jugador dominante en este naciente mercado de los servicios de transporte
basados en aplicaciones.
¿La estrategia de la española? La
aplicación de tarifas fijas y transparentes, señala, y una cartera de servicios
cada vez más amplia que va desde el reparto de bienes hasta la renta de un
avión. ¿Su problema? La falta de una regulación federal que deja todo el poder
en manos del mercado.
No han pasado más de dos años
desde que la denominada economía colaborativa tuvo una explosión sin
precedentes en nuestro país, motivada principalmente por la llegada de
servicios de chofer privado a través de aplicaciones para teléfonos móviles,
pero el modelo empieza a mostrar las primeras grietas.
Uber, la compañía que
prácticamente se ha vuelto sinónimo de transporte on demand, ha adquirido un
poder financiero sin precedentes que podría desequilibrar la balanza hasta el
punto de convertirla en el único jugador en el mercado. Así, hacer frente al
gigante ha colocado a las pequeñas marcas en una carrera de resistencia, y en
México su representante se llama Cabify.
El boom de las apps de transporte
privado comenzó en nuestro país apenas en 2013. El modelo de negocio ha
resultado todo un éxito: una compañía conecta a usuarios conductores con
usuarios pasajeros y cobra una comisión por ello.
“Queremos que la gente cambie su
percepción y se dé cuenta de que ya no es necesario contar con un auto propio,
que hay muchas alternativas de movilidad y que, en conjunto con el transporte
público, son mucho más eficientes y baratas que comprar un auto”, dice a Forbes
México Juan De Antonio, cofundador y ceo global de la compañía española Cabify,
que opera en nuestro país desde 2013.
La idea del transporte on demand
ha resonado entre los inversionistas y la economía compartida y el libre
mercado han revolucionado una actividad que, ahora es evidente, estaba anclada
en el pasado: la del taxi.
No obstante, el nuevo modelo
también tiene riesgos. Uber, la empresa estadounidense que domina la mayoría de
los mercados en donde opera, ha logrado amasar un poder económico y político
titánico, levantando hasta ahora 8,610 mdd en 13 rondas de financiamiento, 374
veces más que los 23 millones recaudados por Cabify en las tres rondas
celebradas hasta el momento, y al menos cuatro veces más que su principal
competidor en Estados Unidos, Lyft.
“Ésta es, sin duda, una industria
muy competitiva y hemos visto tácticas muy agresivas”, dice De Antonio. Como
“cierto dumping de precios cuando otras compañías ofrecen pagarle a los
conductores tres o cinco veces más de lo que cobran al usuario por un trayecto
o se regalan viajes de manera sistemática. ¿Por qué lo hacen? Queda claro que
si puedes eliminar a la competencia, luego podrás estrangular el precio a los
conductores”, afirma.
Este escenario no es inédito. En
enero de 2016, Uber anunció una baja de 10% en sus tarifas en todo América del
Norte, provocando el descontento de sus conductores en varias ciudades,
incluidas la Ciudad de México y Guadalajara. Uber no respondió a los llamados
de Forbes México para conocer su versión.
Es una estrategia que le ha dado
sus frutos en Estados Unidos. Sunil Paul, cofundador y ceo de Sidecar, dijo a
Forbes el año pasado que Uber es “un monopolio de facto” en Estados Unidos, que
aprovecha su ventaja financiera para tomar control del mercado e imponer sus
reglas. Sidecar cerró sus puertas y vendió sus patentes a General Motors en
2015, incapaz de hacer frente a la chequera de Uber.
La regulación, ¿insuficiente?
En México, el mayor problema que
enfrenta el nuevo segmento es la falta de una regulación federal que impida el
dominio de una sola compañía y facilite la operación de servicios como el que
ofrece Cabify dentro de un marco legal en todos los estados, afirma Ricardo
Weder, country manager de Cabify.
El asunto no está resuelto en
ningún lado. El rápido ascenso de los nuevos modelos de economía colaborativa,
especialmente el de las empresas de movilidad, han puesto en jaque a las
autoridades de todo el mundo.
Por ejemplo, la Ciudad de México
ya cuenta con una regulación en la materia, pero está enfocada en temas de
movilidad, ya que las entidades no están facultadas para regular en temas de
competencia.
A nivel federal, no sólo no
existe una propuesta de ley para regular los servicios como Cabify, sino que
hay un referente que no ofrece un panorama radiante para los planes de Cabify:
en junio de 2014 la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) emitió una
opinión sobre los servicios de transporte de personas por medio de plataformas
móviles y, entre otras cosas, recomendó evitar “regular los esquemas
tarifarios, que actualmente son determinados por los proveedores en función de
la oferta y demanda del mercado”.
Dicho de otra manera, Uber podrá
seguir ofreciendo viajes gratuitos o bajando sus precios por el tiempo que lo
desee, haciendo que la operación sea insostenible para la competencia.
El órgano regulador no percibe
amenazas a la competencia en esta actividad. Alejandra Palacios, comisionada
presidenta de la Cofece, dijo a Forbes México que, “es entendible que este tipo
de empresas crezcan aceleradamente. Es una consecuencia natural de estos
mercados, ya que su red adquiere mayor valor entre más sean los usuarios en
ambos lados de la plataforma (en este caso choferes y pasajeros). Lo que sí
sería un problema es que ese poder de mercado se llegara a utilizar para
desplazar a la competencia, sin embargo, a la fecha no hemos recibido ninguna
denuncia u observado algo en este sentido”.
Manuel Molano, director adjunto
del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), discrepa: “Sí vale la
pena que la autoridad de competencia se meta, que la Cofece determine si hay
prácticas monopólicas absolutas o relativas. La cantidad de recursos que tiene
Uber le permite recortar precios de una manera que no pueden hacer los
competidores, por lo que puede convertirse en un agente dominante o
monopólico”.
El directivo del Imco añade que
no hay forma de saber si realmente alguno de los competidores está incurriendo
en prácticas depredatorias hasta no hacer un estudio serio que implique a la
autoridad en la materia. “De que podría darse el caso, eso es perfectamente
posible”, dice Molano.
Por su parte, Palacios afirma:
“El mercado es muy grande (al menos en México)”, de tal forma que la
competencia no se da entre dos compañías, sino entre muchas más, amén de los
taxis concesionados.
Molano, por su parte, piensa lo
contrario: “Estas redes sí son mercados cuasimonopólicos (…) Cuando creas un
negocio en red y eres el dueño de la red al final te conviertes en el mercado,
lo que te permite tener una posición dominante simplemente por haber llegado
primero”, advierte.
El (nuevo) modelo de Cabify
Aunque es cierto que el nivel de
financiamiento alcanzado por Uber no tiene precedentes, tampoco hay que olvidar
que la estrategia de Uber es global, y que si bien es líder en mercados como el
de Estados Unidos y México, buena parte de los recursos recaudados se dispersan
en sus afanes de dominio en territorios lucrativos donde hoy es un competidor
menor, especialmente en India (donde 97% de la población no cuenta con auto
propio) y China, pero también en Singapur, Rusia y buena parte de Europa.
Conscientes de ello, De Antonio y
Weder aprovechan esa pulverización de esfuerzos de su competidor para enfocar
los suyos en América Latina, en especial en México, por hoy su principal
mercado y su apuesta más grande. A poco más de dos años de su llegada al país,
han invertido 10 mdd para abrir operaciones en cinco ciudades: Ciudad de
México, Monterrey, Querétaro, Puebla y Toluca, y esperan sumar cuatro más
durante el primer semestre de 2016. También planean invertir otros 10 mdd en
los próximos dos años.
Cabify ha tenido muy clara su
forma de operar desde su creación. “Nuestro negocio es llevarte de un punto a
otro y nuestra responsabilidad es hacerlo de la forma más eficiente”, dice De
Antonio, y añade que las nuevas tecnologías permiten crear un precio objetivo a
partir de los puntos de origen y destino, independientemente de los kilómetros
recorridos, por lo que el usuario sabe desde el principio cuál será el costo
final del servicio. Así, Cabify cobra sólo por distancia, no carga a los
usuarios por cancelación de servicios.
Ese enfoque difiere del de Uber,
que tiene tarifas dinámicas (se elevan cuando aumenta la demanda para
garantizar la disponibilidad de unidades) y calcula el precio de cada viaje
combinando dos variables: precio y distancia. “Nosotros creemos que el mejor
mecanismo no es preguntar, ‘¿quién está dispuesto a pagar más?’, sino asignar
los vehículos a los clientes más frecuentes de Cabify. A ese cliente lo que
hacemos es darle prioridad”, explica De Antonio.
Al respecto, Weder agrega que la
versión más reciente de la app para smartphones de Cabify simplifica la
búsqueda de unidades en momentos de alta demanda, poniendo a los usuarios en
una lista de espera por el tiempo que estos decidan, de cinco a 30 minutos.
“Queremos ser no sólo una
alternativa para las empresas, sino la solución a sus problemas de transporte
de personal. La tecnología les permite ver quién usa nuestro servicio, cuándo
lo usa, cuáles son sus permisos, horarios y costos. Al final, nuestros clientes
empresariales ahorran hasta 40 o 50%”, asegura Weder.
De hecho, De Antonio explica que
actualmente su cliente principal es el corporativo. “Eso quiere decir que la
empresa está alineada para servirle a clientes empresariales, (y que) el
producto, la organización y el servicio que ofrecemos al usuario particular es
una reducción de todo lo que hay detrás.”
A la oferta de servicios, que en
un principio se limitaba a dos versiones –Lite (sedanes) y Executive (sedanes
de lujo)–, se añadió una categoría más: Access, integrada por unidades
habilitadas para personas con necesidades especiales de movilidad y conducidas
por personal capacitado para ayudar en lo que estos clientes requieran.
Pero la cartera más amplia es la
del segmento corporativo: “Somos una solución integral de transporte, si nos
piden camiones, motocicletas, vans, un helicóptero o un avión, lo tienen”, dice
Weder, y añade que aunque no es su principal fuente de ingresos, la compañía ha
ayudado a mover a celebridades, mandatarios y diplomáticos extranjeros durante
su visita a México.
Así, la creatividad y exploración
de nuevos productos y servicios es el recurso con el que Cabify se propone
hacer frente al inmenso capital de Uber. “Con los datos que generamos, creamos
una plataforma sobre la que se pueden montar otras empresas y otros servicios,
tenemos una api (protocolo para el desarrollo de aplicaciones que aprovechen
los datos de su servicio y lo complementen) sobre la que otros están empezando
a desarrollar productos”, comparte De Antonio.
“Queremos ser una aplicación de
última milla, que las personas puedan usar Cabify y encontrar servicios de
terceros”, añade Weder, los cuales podrían estar relacionados no sólo con la
movilidad, sino también con actividades como el reparto de bienes comprados en
línea, el súper, etcétera.
Pero al final los riesgos
persisten: a pesar de que la oferta de valor de los dos competidores en el
segmento de transporte en auto privado y con chofer pueda resultar atractiva
para partes más o menos iguales del mercado, todo podría definirse en una
batalla sin cuartel por las tarifas más bajas.
Sobre ese punto, Weder asegura
que Cabify no pretende bajar más sus tarifas ni enfrascarse en una guerra de
precios. La pregunta es ¿por cuánto tiempo podrá resistir la compañía el embate
de su competidor más acaudalado? “¿Nosotros?”, pregunta Weder, “nosotros
llegamos para quedarnos”.
Carlos Morales-Traductor y
productor de contenidos para Forbes.com.mx. Periodista naturalizado chilango;
le intrigan las finanzas y la tecnología. Es lector y ciclista.
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