Los
costos a largo plazo de la lucha contra el cambio climático
The wall
street journal-lunes, 25 de abril de 2016
Los líderes mundiales acaban de
firmar un acuerdo para desacelerar la acumulación de emisiones de gases de
efecto invernadero. Sin embargo, aún tienen que abordar el costo de implementar
tales medidas.
Los economistas que desarrollan
sofisticados modelos son portadores de noticias buenas y malas. Los costos
económicos de cumplir las metas de emisiones a mediano plazo son relativamente
modestos. No obstante, las metas a largo plazo son mucho más difíciles de
alcanzar e inviables con la tecnología disponible en la actualidad.
“Hoy en día hay una ilusión óptica,
en la que la planificación a corto plazo resuelve los problemas más sencillos,
pero no conduce al tipo de estrategia que necesitamos para conseguir una
descarbonización profunda para 2050”, advirtió el economista de la Universidad
de Columbia Jeffrey Sachs, quien asesora al Secretario General de Naciones
Unidad, Ban Ki-moon.
Las autoridades que se reunieron
en París en diciembre acordaron que la temperatura de la Tierra no debería
subir más de dos grados centígrados por encima de los niveles preindustriales
para finales del siglo. Los recortes de emisiones pactados no limitan el
aumento de la temperatura en dos grados, pero los cerca de 200 países
participantes, muchos de los cuales enviaron representantes a firmar el acuerdo
el viernes en la sede de la ONU en Nueva York, esperan que nuevas reducciones
en los próximos años cumplan con ese cometido.
La mayoría de los científicos
concuerdan en que si la temperatura del planeta sube más de dos grados, el
riesgo de una catástrofe aumenta significativamente. Las amenazas incluyen
inundaciones extremas en ciudades costeras como Miami, Mumbai y Shanghai y olas
de calor prolongadas en el norte de África y Medio Oriente.
Para cumplir con su parte, el
gobierno del presidente Barack Obama se comprometió a recortar las emisiones de
gases de efecto invernadero en entre 26% y 28% para 2025, desde los niveles de
2005. La Casa Blanca planea publicar en los próximos meses una estrategia para
disminuir las emisiones de dióxido de carbono hasta 2050. En ocasiones
anteriores, ha dicho que apunta a recortar las emisiones en 80% para 2050 en
relación a 2005.
La meta de 80%, inicialmente
delineada por la ONU hace casi una década, se ha convertido en un referente no
oficial para que los países desarrollados limiten sus emisiones.
Los economistas consideran que
los impuestos al dióxido de carbono son la forma más eficiente para limitar sus
emisiones. Una simulación llevada a cabo por Resources for the Future, un
centro de estudios independiente, muestra que tal impuesto podría cumplir la
meta a corto plazo de Obama con apenas un pequeño impacto en la economía estadounidense.
Distribuida a lo largo de 14 años
hasta 2030, tal reducción sería casi imperceptible. El precio de la
electricidad subiría 15% y los precios de la gasolina subirían poco menos de
8%.
De hecho, estudios relacionados
llevados a cabo por investigadores de Resources for the Future y la Universidad
de Stanford hallaron que un impuesto de cerca de US$45 por tonelada de dióxido
de carbono a la electricidad podrían alcanzar entre 75% y 83% de la meta de
emisiones de 26% a 28% de Obama.
La iniciativa del presidente,
llamada Clean Power Plan, podría, en teoría, ser el vehículo para ello, ya que
ofrece una serie de opciones, incluyendo un impuesto al dióxido de carbono,
para que los estados cumplan con sus mandatos. Esa regla busca recortar las
emisiones de las plantas eléctricas de EE.UU. en 32% para 2030, frente a los
niveles de 2005.
Llegar a la meta de reducción de
emisiones en 80% para 2050 es una tarea mucho más ardua. Los economistas se
encuentran divididos entre si cálculos tan distantes son significativos debido
a que varios factores, como los adelantos tecnológicos, son imposibles de
predecir. “Normalmente nos detenemos en 2030 o 2035 debido a que se vuelve muy
especulativo”, reconoció Ray Kopp, economista de Resources for the Future.
Sin embargo, William Nordhaus, de
la Universidad de Yale, recalca que los líderes necesitan una hoja de ruta para
saber qué hacer hoy para lograr reducciones en un siglo, porque es en ese
entonces cuando se verán las peores consecuencias del cambio climático.
Una simulación que usó seis
modelos diferentes sugiere que el mundo podría cumplir esas metas de emisiones
si cada país aplicara un impuesto al dióxido de carbono de US$60 por tonelada
para 2050 y de US$425 (en dólares actuales) para 2100. El resultado sería una reducción
de la producción económica de entre 5% y 10%. Si tomamos únicamente la
gasolina, un impuesto al dióxido de carbono de US$425 la tonelada se traduciría
en un impuesto de US$3,75 por galón (3,7 litros).
Según un informe del Energy
Modeling Forum, un consorcio al interior de la Universidad de Stanford, de los
17 modelos estudiados, sólo nueve produjeron resultados más o menos
consistentes con el límite de dos grados, permitiendo que temporalmente excedan
la meta a largo plazo.
La mayoría de los modelos indica
que para alcanzar reducciones tan profundas, la tecnología conocida como
“emisiones negativas”, que puede eliminar las emisiones de gases de efecto
invernadero de la atmósfera, tendría que ser ampliamente adoptada en todo el
mundo. Pero eso en la actualidad no es viable.
“Creer que puede estabilizar las
emisiones en concentraciones que protegerían una meta de dos grados significa
que usted cree que se puede succionar dióxido de carbono de la atmósfera a un
costo que la población del mundo aceptaría”, dijo Kopp, de Resources for the
Future. “Estos son el tipo de problemas que parecen de ciencia ficción”.
Algunos expertos en energías
limpias y medio ambiente dicen que la mayor parte de los modelos económicos no
predicen las revoluciones tecnológicas que podrían conseguir que se lleven a
cabo profundas reducciones de dióxido de carbono.
“Los modelos tienen un sesgo
pesimista”, dijo Joe Romm, académico del Center for American Progress, un
centro de estudios de afiliación de izquierda, citando la honda caída en el
precio de las celdas fotovoltaicas de silicio desde 1977. “Simplemente no están
diseñados para lidiar con el hecho de que a veces el cambio ocurre
rápidamente”.
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