¿Qué pasa en la mente de un sicario?
Deutsche Welle - martes, 13 de enero de
2015
¿Son los sicarios sicópatas o enfermos que no
sienten empatía con el dolor ajeno? “Los asesinos en serie padecen trastornos
disociativos, que con el consumo de drogas provocan una predisposición a la
violencia”.
Miguel Angel Treviño Morales, alias el Z-40,
solía morder el corazón de sus víctimas, aún vivas, creyendo que eso le haría
invencible, y reclutaba a sus sicarios obligándoles a disparar a una persona al
azar. El ex líder de los Zetas, detenido a mediados de 2013, ejemplifica la
crueldad que ejercen los miembros de los cárteles para abrirse paso en el
escalafón del crimen organizado.
Aunque la agresión es hasta cierto límite parte
de la naturaleza humana, los crímenes violentos hablan de distorsiones y
enfermedades, según el psiquiatra Christian Lukhaus, director del laboratorio
de investigación de la policlínica de la Universidad de Düsseldorf. “Es una
cuestión que se plantea siempre en relación con delitos de violencia, ¿es el
agresor un enfermo mental o no? Eso varía en cada caso individual, no se puede
hablar en general sobre la situación de un grupo de delincuentes”, afirma
aludiendo a las prácticas de los miembros de los cárteles en su disputa por la
supremacía de un territorio.
Trastornos disociativos
Lukhaus señala que puede tratarse de las
distorsiones más diversas que afectan la personalidad. “En particular
trastornos disociativos, que impiden la capacidad de sentir empatía con otros
seres humanos, de ponerse en sus zapatos. Generalmente esa empatía conduciría a
una represión de conductas agresivas”. El especialista destaca que la falta de
empatía permite a un individuo ejercer una violencia de gran magnitud, y que se
trata de un trastorno de la personalidad social.
“Adicionalmente existen enfermedades
psiquiátricas que conducen a un alto riesgo de violencia, como la
esquizofrenia, pero no todos los enfermos de este mal son violentos, sino un
pequeño grupo, a menudo relacionados con alguna adicción”. Otro grupo lo
constituyen aquellos delincuentes violentos drogadictos. Quienes abusan de
estupefacientes estadísticamente están predispuestos al uso de violencia.
Violencia en la niñez
“Si hubiera tenido ayuda psicológica yo creo
que no hubiera pasado nada de esto en mi vida”, dice Brian en el documental
titulado “Mataron a mi papá”. El ex sicario relata que tenía diez años cuando
fue testigo del asesinato de su padre, cuyo cuerpo fue quemado, tasajeado y su
cabeza partida a la mitad. Sentado en medio del desierto, en las afueras de
Ciudad Juárez, el joven relata que su infancia estuvo llena de odio y empezó a
ser muy violento con todos. A los 17 mató por primera vez y no lo hacía por
dinero, sino que le interesaba el poder, que la gente le tuviera miedo por ser
matón.
Según Lukhaus esa experiencia traumática es una
cicatriz a una edad muy joven, en la que falta aún que concluya el proceso de
madurez y de desarrollo de la personalidad. “Esto provoca una fuerte
predisposición a manifestar un comportamiento violento, de hecho es un
requisito importante para ejercer esa violencia extrema. También puede
traducirse en una fuerte oscilación emocional. La persona no tiene el
equilibrio emocional que cuenta una personalidad madura”. Lukhaus destaca que
en estos casos las víctimas de violencia tienen una predisposición a
convertirse después en victimarios.
No es necesario estar enfermo
Lukhaus, que trata a enfermos de psicosis,
esquizofrenia y que han cometido crímenes violentos, señala que los asesinos a
sueldo con seguridad no entran en un patrón de normalidad, pero destaca que la
pregunta es si tienen un cuadro genuinamente enfermizo o un trastorno mental.
“No es necesario llegar a eso para convertirse en asesino en serie. Ese tipo de
verdugos padecen algún trastorno disociativo de la personalidad, aunada a la
problemática de drogas”.
El experto señala que la cocaína y las
sustancias de efecto parecido provocan una fuerte secreción de dopamina, lo que
conduce a una mayor predisposición a la violencia. “El abuso de estas
sustancias puede provocar psicosis, ambas pueden conducir a un comportamiento
violento”, concluye.
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