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lunes, 28 de marzo de 2011

leyenda


José Soriano, un arquero de leyenda


Murió José Soriano, el último sobreviviente de La Máquina, uno de los mejores equipos de la historia del fútbol argentino. Fue arquero y capitán de River entre 1944 y 1946. Antes había jugado en Banfield y después en Atlanta. Falleció ayer a los 92 años, en una clínica de Belgrano, donde se recuperaba de una operación de cadera.


Soriano estuvo en la redacción de Clarín en junio de 2009. Tenía 91 años y una memoria prodigiosa. Era alto y esa figura desgastada por el tiempo dejaba vislumbrar a un hombre grande que alguna vez fue un excelente deportista. En su último reportaje, contó cómo había llegado de su Perú natal a la Argentina: “Yo jugaba al básquet, pero además era agrónomo, especializado en el cultivo de la caña de azúcar. Allí, en Chiclín, los muchachos me pidieron que atajara en Los Diablos Rojos. Y luego jugué para el seleccionado provincial. Ahí me convocaron para la selección y jugué el sudamericano de 1942 en Montevideo. Pero no actué en los clubes de mi país”.


Lo tentaron de varios equipos argentinos, pero un día lo sorprendió en Chiclayo el presidente de Banfield, Florencio Sola: “Me habló de un modo tan conmovedor que me convenció”. Jugó desde 1942 hasta 1944 en Banfield (46 partidos) y ese mismo año pasó a River. En ese tiempo, en su casa de Brasil al 300, con otros jugadores fundaron Futbolistas Agremiados. “Con Rodolfo Danza, de Ferro, enviamos telegramas a todos los capitanes de Primera y Segunda. Allí sentamos las bases del gremio”, recordó. Campeón con River en 1945, tuvo de DT a Peucelle y de compañeros a Muñoz, Moreno (en 1946), Pedernera, Labruna y Loustau. Tras 71 encuentros en River, en 1947 jugó en Atlanta (10 partidos) y luego se retiró, a los 29 años. Su nombre completo era José Eusebio Soriano Barco y había nacido el 19 de abril de 1918, Lambayeque, Chiclayo, aunque aseguró que lo anotaron después. Se dedicó a otros negocios en Perú, pero nunca perdió su vínculo con Argentina. También vivió en Montevideo y los últimos años residió en Castelar, junto a uno de sus hijos. Una de sus huellas, como las que dejó en el fútbol argentino.

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