La “blattercracia“
Deutsche Welle - sábado, 30 de mayo de
2015
La FIFA
parece un universo paralelo en una lejana galaxia en la que basta sonreír para
hacer olvidar los crímenes de corrupción. Lo único que ahora puede salvarla es
una incursión externa, dice Joscha Weber, de DW.
Todo es relativo en la FIFA, incluso el tiempo.
"Creo que los años que he pasado en la FIFA no son muchos", dijo
Joseph Blatter antes de su reelección en el 65º Congreso de la FIFA. Traigamos
a la memoria algo: Blatter lleva ya 40 años (!) incrustado en el órgano rector
del fútbol mundial. Allí empezó en 1975 como director de programas de
desarrollo. El príncipe jordano Ali bin al Hussein, derrotado en la batalla por
la presidencia de la FIFA, ni siquiera había nacido en ese momento.
No sólo
en esto Blatter tiene otra percepción del mundo. Los años de corrupción de
funcionarios de alto rango de la FIFA son para Blatter meras
"anecdótas". La protesta pública por el enésimo escándalo en la FIFA
es para para Blatter solo “una campaña para ensuciar a la FIFA”. Él dice
siempre asumir la responsabilidad por la situación, pero nunca renuncia a su
cargo. Blatter arma su propio mundo del fútbol, a su modo.
Y su "familia", como él llama a la
FIFA, le cree. Algo incomprensible para los demás. Pero dentro de esta familia
existen otras leyes. Durante el congreso de la FIFA 2011 la única delegación
que se atrevió a criticar el sistema Blatter fue la inglesa.
"No necesitamos una revolución, lo que
necesitamos es evolución", dijo entonces Blatter con toda seriedad a los
delegados y se ofreció como un innovador en pro de una "FIFA fuerte",
que debía ser protegida (por él) de la interferencia política. Hay que
recapitular para tratar de entenderlo: Blatter se ofrece como el reformador de
un sistema que él mismo ha ayudado a construir durante décadas, como si él
nunca hubiera tenido nada que ver con la reciente corrupción en la FIFA. Lo más
halagador que se puede decir es que aquí tenemos un caso de “escapismo
clínico”.
No es democracia, es “blattercracia"
Aunque no parezca, el extraño mundo de la FIFA
es real. Un mundo en el que un presidente en ejercicio no es destronado
mientras reparta millones de dólares o jugosos puestos entre sus electores. Un
mundo en el que actúan influyentes y ricos "garantizadores de votos",
como el jeque Ahmad al Sabbah, que tiene ahora las mejores oportunidades de
convertirse en el sucesor Blatter. La FIFA, ¿una democracia? Más bien, una
monarquía heredada. O mejor, una “blattercracia”.
Después de su nueva “entronización”, gracias a
la renuncia de su único competidor, el príncipe Al Hussein, Blatter se
autocelebró exclamando: "¡Vamos FIFA. Yo soy el presidente de todos
ustedes!", y lanzó besos a la plenaria. Un espectáculo a la Joseph
Blatter.
Pero a pesar de la ostentosa actitud de un
mundo en el que solo reina la armonía, los próximos meses van a ser incómodos
para la FIFA. En EE.UU., Suiza y ahora también en el Reino Unido, se han
abierto investigaciones contra miembros de la FIFA. Si la federación no cambia
desde el interior, el cambio tendrá que venir de afuera. La “blattercracia”
merece ser finalmente derrocada.
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