El futuro de la política comercial mundial en
disputa
El Cronista Comercial - mayo de 2015
Debieran ser acogidos los
acuerdos comerciales plurilaterales que ha propuesto EE.UU.? Esta pregunta es
crucial, en particular para quienes consideran que la liberalización del
comercio mundial es un logro notable. También es extremadamente controvertida.
Desde el fracaso de las
negociaciones multilaterales durante la "Ronda de Doha" - la cual
comenzó poco después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 -
el enfoque de la política comercial mundial se ha desplazado hacia los acuerdos
plurilaterales restringidos a un subgrupo limitado de socios. Los más
significativos están encabezados por EE.UU.: el Acuerdo de Asociación
Transpacífico (TPP) y el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones
(TTI). Tal y como fuera descrito por un estudio realizado por el Council of
Economic Advisers estadounidense (CEA) la agenda comercial de la administración
del presidente Obama pretende colocar a EE.UU. "en el centro de una zona
comercial integrada que abarca casi dos tercios de la economía mundial y cerca
del 65% del comercio de productos estadounidenses".
El TPP es una negociación entre
11 países, con Japón siendo el de mayor importancia. Sus socios representan el
36% de la producción mundial, el 11% de la población y alrededor de un tercio
del comercio de mercancías. El TTIP es un acuerdo entre EE.UU. y la U.E., los
cuales representan el 46% de la producción mundial y el 28% del comercio de
mercancías. El socio principal no incluido en estas negociaciones es, por
supuesto, China.
Algunos de los países que
participan en el TPP todavía cuentan con barreras altas con respecto a las
importaciones de bienes. El CEA apunta a los aranceles relativamente altos en
Malasia y Vietnam, y la protección agrícola en Japón. También argumenta que los
socios del TPP y la U.E. cuentan con barreras más elevadas con respecto a las importaciones
de servicios que EE.UU.
Sin embargo, la reducción de las
barreras representa sólo parte del objetivo de EEUU. El informe del CEA añade
que, en el TPP, Washington propone "protecciones laborales ejecutables y
políticas más favorables al medio ambiente". Pero también está buscando
"una firme aplicación de los derechos de propiedad intelectual". En
el TTIP, "ambas partes buscan un acuerdo sobre disciplinas transversales
en relación con la coherencia normativa y la transparencia" - en otras
palabras, hacer que las reglas sean más compatibles entre sí y más
transparentes para los negocios. Por consiguiente, tanto el TPP como el TTIP,
representan esfuerzos para moldear las reglas del comercio internacional.
Pascal Lamy, ex director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC),
sostiene que el "TPP se ocupa sobre todo, aunque no solamente, de los
problemas típicos de acceso al mercado relacionados con la protección . . . el
TTIP se ocupa sobre todo, aunque no solamente . . . de la convergencia
normativa". El éxito de estas negociaciones dependerá de si la
administración obtiene autoridad de promoción comercial por parte del Congreso.
Pero ¿deberíamos desear que tengan éxito?
Los puntos a favor son sencillos:
los acuerdos plurilaterales son actualmente la mejor manera de liberalizar el
comercio mundial, dado el fracaso de las negociaciones multilaterales; sus
nuevas normas y procedimientos ofrecen el mejor modelo para el futuro; y
generarán significativas ganancias.
Estos argumentos son poderosos.
Sin embargo, también existen argumentos en contra.
Con un capital político limitado,
el enfoque en los acuerdos comerciales plurilaterales pudiera ocasionar el
desvío de esfuerzos por parte de la OMC. Eso, a su vez, pudiera socavar la
autoridad de las normas globales. Jagdish Bhagwati, de Columbia University,
recalcó tales riesgos. Por otra parte, los acuerdos comerciales preferenciales
pudieran ocasionar la distorsión de complejas cadenas globales de producción.
Otra preocupación es que EE.UU.
está utilizando su influencia para imponer regulaciones que no benefician a sus
socios. Yo me preocuparía menos acerca de las normas laborales y ambientales,
aunque pudieran ser inapropiadas, que de la protección de la propiedad
intelectual. No es cierto que establecer estándares más estrictos debe
beneficiar a todo el mundo. Por el contrario, si los estándares de EE.UU. se
impusieran, los costos pudieran ser extremadamente altos.
Por último, es poco probable que
las ganancias económicas sean significativas. El comercio ya se ha liberalizado
sustancialmente, y las ganancias disminuyen a medida que disminuyen las
barreras. Un estudio del TPP llevado a cabo por el Peterson Institute for
International Economics en Washington sugiere que el aumento de los ingresos reales
de EE.UU. estarían por debajo del 0,4% del ingreso nacional. Un estudio del
TTIP publicado por el Centre for Economic Policy Research en Londres augura
cifras ligeramente superiores para la UE y EE.UU. La finalización del TPP y del
TTIP pudiera aumentar los ingresos reales estadounidenses en 1% del PBI; esta
cifra no es totalmente insignificante, pero no es de gran magnitud.
El acuerdo entre EE.UU. y la UE
no presenta preocupaciones sobre la capacidad de EE.UU. de intimidar a sus
socios. En el comercio, las dos partes están a la par. Sin embargo, existen
otras tres preocupaciones relacionadas con el TTIP.
En primer lugar, Jeronim Capaldo
de la Tufts University ha argumentado que los cálculos de las ganancias ignoran
los costos macroeconómicos. Su enfoque keynesiano argumenta que la UE va a
perder la demanda a causa de una caída en su superávit comercial. Esto es
absurdo. Los problemas macroeconómicos deberían abordarse con políticas
macroeconómicas. La política comercial tiene metas diferentes.
En segundo lugar, algunas de las
barreras que están tratando de eliminar reflejan diferentes actitudes ante el
riesgo. Los negociadores tendrán que concebir un texto que permita la
coordinación de los procedimientos reglamentarios - sobre las pruebas de drogas,
por ejemplo, sin imponer sus propias preferencias. Si los europeos no quieren
organismos modificados genéticamente, se les debe permitir preservar esa
preferencia. Si la política comercial se entremete en asuntos tan delicados,
fracasará.
Por último, encontramos el
polémico asunto de la resolución de controversias inversionista-Estado. Muchos
se quejan de que los sistemas que favorecen los negocios pueden poner en riesgo
a las decisiones políticas, tales como los sistemas de salud financiados
públicamente o el derecho de controlar los precios de los medicamentos. Los
negociadores lo niegan fervientemente. Más les vale que tengan la razón.
Al final, los resultados del TPP
y del TTIP probablemente serán positivos, pero modestos. Sin embargo existen
riesgos. Estos acuerdos no deben convertirse en una alternativa a la OMC o en
un intento de marginar a China con respecto a la toma de decisiones acerca de
la política comercial. Tampoco deben utilizarse para imponer regulaciones
perjudiciales o subvertir las legítimas. Hay que tener cuidado. La
extralimitación pudiera resultar contraproducente, incluso para la causa de la
liberalización del comercio mundial.
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