Long Tail y redes sociales: el fin de las
grandes audiencias
Forbes - jueves, 28 de mayo de 2015
Una comunidad pequeña en redes sociales (apenas
de unos cuantos miles) puede ser más efectiva que una cuenta con millones de
seguidores, pues importa más la calidad que la cantidad.
Uno de los grandes vicios heredados de los
medios de comunicación masiva ha sido, sin duda, el mito de las grandes
audiencias. Teníamos la creencia de que entre más grande fuera el público al que
nos dirigíamos, más efectiva era nuestra campaña o contenidos. Entre más puntos
de rating hubiera, en teoría más personas nos veían y la posibilidad de ser
comprado/vendido era mucho más amplia.
Así, programas radiofónicos o televisivos con
altos índices de audiencia o rating nos vendían la promesa de ser observados
por cientos de miles o quizá millones de personas. Por ello, la publicidad
ofrecida en sus espacios era (es) escandalosamente cara. Su efectividad se
basaba meramente en la estadística: más personas, más ventas.
La búsqueda de las grandes masas creó hábitos
en la comunicación digital que nos dan una visión errónea del comportamiento de
las audiencias digitales. Por ello es común que tanto jefes como clientes nos
exijan que tengamos comunidades de millones de seguidores y que logremos miles
de impactos para considerar que estamos teniendo éxito. En otras palabras, nos
exigen que tengamos un rating alto, como si esto pudiera ser posible o incluso
necesario.
Sin embargo, este principio no necesariamente
aplica a las redes sociales y la comunicación digital. Una cuenta en social
media que no tenga un número estratosférico de seguidores puede ser bastante
exitosa y generar ventas de gran volumen, si es administrada de forma
eficiente.
¿Por qué? La oferta de contenidos, productos,
servicios y demás en el mundo digital es tan amplia que basta con buscar un
poco para darnos cuenta que aquello que nos parece interesante, tiene múltiples
opciones y presentaciones. Buscaremos sólo lo que nos es relevante y seguiremos
sólo las páginas que se adecuen a nuestros gustos individuales y personales. Ya
no hay grandes masas; hay un público atomizado, fragmentado e
hiperespecializado. Nuestra comunidad está en los nichos, no en las masas.
La teoría The Long Tail puede ayudarnos a
entenderlo.
En 2004, Chris Anderson, editor de la revista
Wired, publicó un artículo que explicaba la aparición de un nuevo modelo de
negocios construido a partir de la irrupción de las tecnologías digitales y
basado en pequeños nichos de mercado cuya suma eran tanto o más grandes que las
ventas de los productos estelares.
Anderson explica que el modelo anterior se
basaba en distribuir de forma física algunos productos que pudieran ser
aceptados por la mayoría y que garantizaran altas ventas. Debido a los costes
de producción y distribución que éstos generaban, no todo lo que se producía
podría ser distribuido de forma eficiente o barata. Por ello se tenía que
elegir lo que garantizara el retorno de la inversión.
No obstante, cuando aparecieron las tecnologías
digitales, para algunos productos y servicios los costos logísticos casi
desaparecieron. Anderson tomó como ejemplo el mundo del entretenimiento. Si una
empresa como Netflix comparaba las ganancias que generaban sus “best sellers”
contra lo que generaban títulos que podrían parecer menores o desconocidos,
resulta que la suma de todos ellos igualaba o superaba a títulos famosos.
Al parecer, cuando se puede escoger, los gustos
se vuelcan al infinito. Por ello estamos entrando en una economía digital de
micromercados, de ofertas que buscan pequeños nichos que satisfacen segmentos
igual de pequeños, pero dispuestos a comprar o invertir.
Una comunidad en redes sociales está pensada
para tener contacto directo y personalizado con los seguidores que después
podrían convertirse en clientes. Sin embargo, el principio del éxito es que
para vender u ofrecer lo que sea, primero debe construirse una comunidad. Y
ésta no necesariamente debería ser tan grande: debe generar interés, sería la
expresión correcta.
A veces una comunidad pequeña (apenas de unos
cuantos miles) puede ser más efectiva que una cuenta con millones de
seguidores, pues importa más la calidad que la cantidad. Un alto grado de
engagement, buen contenido y conversación constante y fluida pueden lograr una
conversión efectiva. Digamos que aplica perfectamente la filosofía de “más vale
pájaro en mano…”.
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