A más gobierno, ¿mejores empresas familiares?
d+i LLORENTE & CUENCA- Forbes - lunes, 18 de mayo de 2015
Para garantizar el éxito de las
empresas latinas es fundamental la existencia de un protocolo familiar que
regule las reglas de comportamiento, así como fijar el marco para su
desarrollo.
Los seres humanos nacemos,
crecemos, nos reproducimos y morimos. Son etapas en nuestra vida, fases que no
podemos evitar y que son inherentes a la condición de ser humano. Lo mismo
ocurre con las empresas: son como un ser vivo que pasa por distintas fases de
desarrollo, aunque cada empresa sea un caso particular y la duración de cada
etapa sea variable.
En el caso de las empresas
familiares, éstas cuentan con una serie de características únicas, inherentes a
su condición, que dan lugar a la existencia de unas fases específicas en su
ciclo vital: fundación, crecimiento y traspaso.
Una empresa familiar surge de una
idea, una ilusión, un sueño de su fundador. Se convierte, desde el momento de
su creación, en una parte fundamental de la vida de éste.
Como el padre que tiene por
primera vez a su hijo entre sus brazos, los deseos del fundador cuando crea su
empresa son verla crecer, evolucionar y hacerse fuerte. En términos
empresariales, esto se traduce en: crecimiento empresarial, expansión e
internacionalización.
Pero no sólo eso, pues también
quiere entregarla a sus descendientes para que perdure en el tiempo.
En este contexto, la pregunta
inevitable que surge es: ¿se pueden cumplir ambos deseos? Todo depende de la
gestión y la planificación que se lleve a cabo durante las distintas fases que
atraviesa la empresa a lo largo de todo su ciclo vital.
Como decía, la empresa familiar
tiene características únicas, inherentes a su condición, que son la razón del
éxito –o del fracaso posterior– de la misma. La implicación emocional, el
sentido de identidad, de pertenencia, la existencia de una cultura compartida,
el liderazgo del fundador son algunas de las claves del éxito y el crecimiento
empresarial en una empresa familiar.
Sin embargo, a estas también le
acompañan negatividades propias del carácter familiar del negocio, como pueden
ser la superposición de roles o la existencia de intereses contrapuestos.
Las empresas de primera
generación presentan una gran dependencia del fundador; por ello, las
complicaciones son especialmente importantes cuando se produce el momento del
traspaso. La transición a la sucesión implica una amplia gama de cambios en la
empresa familiar, en que se han de reajustar desde las relaciones familiares
hasta las estructuras de propiedad, estructuras de gestión y los liderazgos.
Así, en el momento de este
segundo sueño surgen nuevas amenazas tales como la resistencia (activa o
pasiva) a la sucesión, el miedo a la pérdida de control, el desconocimiento de
los pasos que deben dar para alcanzarlo o una mala gestión de la comunicación
interna y externa.
Sin embargo, las amenazas tanto
en la fase de crecimiento como de traspaso pueden disminuirse, e incluso
desaparecer, con una buena gestión y planificación desde el principio y durante
todo el ciclo vital de la empresa.
Es importante que el fundador
tome conciencia de que el crecimiento de la familia va a dar lugar a la
existencia de intereses contrapuestos, y que es necesario ordenarlos,
conciliarlos y tomar medidas para evitar situaciones de conflicto, y para ello
hace falta liderar el proceso de comunicación.
Además, el fundador ha de
ostentar, hasta el final, el poder de perpetuar o destruir lo que ha creado y,
por supuesto, debe planificar la sucesión. En este sentido cabe destacar que
las familias que hacen un buen trabajo en la preparación de los jóvenes para
ingresar en la empresa familiar generalmente prestan mucha atención a los
sueños y necesidades de sus hijos.
Crear un entorno en que los
integrantes de la familia se sientan cómodos debatiendo sus sueños y su futuro
común, se evalúe continuamente la viabilidad del sueño compartido –si las
condiciones cambian, las aspiraciones de la gente cambian–, se busquen
soluciones que coordinen las necesidades de la familia con las de la empresa y
en el que no se subordinen los sueños individuales a las necesidades del
negocio es fundamental para garantizar el éxito de la empresa familiar en el
tiempo.
En cualquier caso, y aunque las
consideraciones anteriores son primordiales, lo cierto es que el triunfo o el
fracaso del proceso depende, finalmente, de la capacidad de la familia para
desarrollar la confianza en los sucesores. Así, se ha de cumplir la clave de
las “cinco C”:
En este sentido, y para
garantizar el éxito de la empresa, es fundamental la existencia de un protocolo
familiar, es decir, un documento que regule y desarrolle las reglas de actuación
y comportamiento en sentido bidireccional propiedad-empresa-familia, así como
fijar el marco para su desarrollo.
Se trata de un acuerdo marco
entre los miembros de la familia que regula las relaciones económicas y
profesionales entre los socios familiares y la empresa, así como ciertos
aspectos de la gestión y organización de la misma. En realidad es mucho más que
un acuerdo: es un código de conducta empresarial y familiar.
La finalidad del protocolo radica
en analizar, debatir y regular situaciones de conflicto para tratar de
resolver, en situaciones de objetividad, la continuidad de la empresa y en
evitar, por un lado, que los problemas familiares afecten los objetivos
empresariales, y por otro, que la consecución de los objetivos empresariales no
genere problemas familiares entre los socios.
En definitiva, gestionar
adecuadamente la entrada de las nuevas generaciones garantiza la continuidad y
el crecimiento empresarial y es, por tanto, la clave para ver cumplidos los
sueños del fundador. Pocas experiencias pueden igualar la enorme satisfacción
derivada de dirigir una empresa familiar y verla vivir en manos de sucesivas
generaciones.
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