El sencillo acertijo que casi todo el mundo
responde mal (y explica cómo pensamos)
El Confidencial - martes, 26 de mayo de
2015
En 1966 el psicólogo británico Peter Cathcart
Wason formuló uno de los más conocidos rompecabezas psicológicos de la
historia. Hay varias versiones del puzle, pero todas son prácticamente iguales.
Sobre una mesa se muestran cuatro cartas. Cada
una tiene un número de un lado y un color del otro. Las caras visibles de las
cartas muestran 3, 8, rojo y marrón. Si una carta muestra un número par por un
lado, entonces la cara opuesta debe ser roja ¿A qué dos cartas debería dar
vuelta para comprobar la veracidad de la proposición?
¿Conoces la respuesta?
La solución correcta al problema pasa por darle
la vuelta a la carta que muestra un ocho y la que tiene el reverso marrón. ¿Por
qué? Sólo una carta con número par y un color que no sea el rojo puede
invalidar la proposición. Si damos la vuelta a la carta con el 2, da igual que
el reverso sea rojo o marrón, esto no invalida la proposición. Lo mismo ocurre
con la carta roja, da igual que la otra cara sea par o impar. Sin embargo, si
la carta con un ocho tiene el reverso marrón o la carta marrón tiene una cara
par, la regla no se cumple. Es por ello que tan sólo debemos dar la vuelta a
estas cartas.
¿Has acertado? Si no lo has hecho no te sientas
mal. Como explica Brian Gallagueren Nautilus, cuando Wason realizó el
experimento sólo un 10% de los participantes dieron a la primera con la
respuesta correcta, el 90% fallaron, y lo hicieron además cometiendo los mismos
errores. En 1993 un grupo de psicólogos replicó la prueba y los porcentajes de
acierto fueron similares. Lo interesante del puzle es que, en realidad, es
tremendamente sencillo. Pero nos engaña.
Un problema que desafía la forma en que
razonamos
El problema, conocido como la “tarea de
selección de Wason” es probablemente el paradigma experimental más investigado
de todos los tiempos, pues desafía de una manera sencilla pero efectiva la
forma en que razonamos todos los humanos.
En un artículo científico publicado en 1968
–“Razonando sobre una regla”–, Wason aseguró que los resultados de su
experimento “eran inquietantes”. Solemos asumir que los humanos razonamos
naturalmente de forma analítica, pero ahí está la tarea de selección de Wason
para demostrar que, en realidad, muchas veces tomamos decisiones de forma
totalmente irracional.
Existen varias teorías para explicar porque la
gente falla tanto al realizar por vez primera este puzle. Hay quien cree que el
rompecabezas es difícil debido a la estructura lógica de sus reglas, pero
también existe la posibilidad de que la gente se líe tan sólo por las palabras
con las que el puzle está expresado.
En 1982, los psicólogos Richard Griggs y James
Cox de la Universidad de Florida reformularon el acertijo de Watson. En esta
ocasión pidieron a los participantes que imaginaran que eran policías y su
misión era detectar a los menores de edad que estaban consumiendo alcohol en un
local. En el bar hay gente bebiendo, gente que no bebe, gente menor y gente
adulta ¿A qué dos grupos se debe interrogar para hacer bien el trabajo?
El acertijo es exactamente igual que la tarea
de selección de Wason. Sin embargo en esta ocasión la mayoría de la gente
acierta con la respuesta: la única manera de estar seguro de que no se escapa
nadie es interrogar a los menores por si están bebiendo alcohol y a los que
están bebiendo alcohol por si son menores.
En este caso el 75% de los participantes dieron
con la respuesta correcta. El desafío del puzle es el mismo, comprobar si una
regla ha sido violada, pero todos percibimos el problema de forma
distinta. Esto revela un “efecto de
contenido”: la manera en que razonamos un problema cambia en función no sólo de
su estructura, sino también del contenido del mismo.
Un sistema dual
En su libro de 2011, Pensar rápido, pensar
despacio (Debate), el psicólogo y premio Nobel de economía Daniel Kahneman popularizó la teoría del
proceso dual, que fue anticipada por Wason y que explicaría porque somos tan
torpes resolviendo el acertijo.
Según esta teoría, la forma en que se plantea
un problema puede hacer que, para resolverlo, utilicemos dos sistemas
cognitivos diferenciados. El sistema antiguo (o “sistema 1” como lo llama
Kahneman) es más rápido, y el sistema nuevo (“sistema 2”) es más lento.
Al enfrentarnos a cualquier problema ambos
sistemas luchan por imponerse. Pero en el caso de la tarea de selección de
Wason suele ganar el sistema antiguo, que utiliza atajos mentales como el
“sesgo de correlación” para alcanzar antes la solución correcta. Todos tendemos
a escoger como respuesta los elementos que aparecen en el enunciado del
problema. No es casual que la mayoría de la gente elige dar la vuelta a la
carta “8” (esto es correcto) pero también la carta “roja” (incorrecto), pues el
enunciado incluye “número par” y “rojo”. Darle la vuelta a la carta roja no
tiene lógica, porque descubrir un número par en la otra cara no viola la regla,
pero nuestro cerebro rápido nos dice que es una buena idea.
Por qué optamos enseguida por una respuesta que
carece de lógica? Como explicaba una investigación reciente, lo hacemos porque
“es rápido y sienta bien”. Por el contrario, el razonamiento abstracto, que es
el que necesitamos para resolver correctamente el problema, requiere un mayor
esfuerzo. No ocurre lo mismo cuando el problema es formulado en su versión
alcohólica. Nuestro sistema antiguo está muy familiarizado con las leyes que
prohíben beber a los menores, y explota este conocimiento para resolver el
problema sin demasiado esfuerzo.
Existe una explicación alternativa. Según la
psicóloga evolucionista Leda Cosmides, el hecho de que nos cueste menos
resolver la versión alcohólica de la tarea de selección de Wason se debe a que
somos muy habilidosos detectando quién ha quebrantado una norma social. En su
opinión, los humanos hemos evolucionado desarrollando un “modulo de detección
de tramposos”, que hace que seamos mucho más rápidos y certeros cuando
cualquier problema tiene que ver con el orden social.
Wason murió en 2013. Tras su jubilación, se
dedicó de lleno al ajedrez –llegó a ser maestro internacional– y dejó de
intervenir en el debate científico sobre su famoso acertijo. Ahora bien, le
encantaba ver como la gente le daba vueltas y vueltas a su invento.
Reflexionando sobre su carrera dijo: “Quizás me sentí atraído por el tema del
razonamiento porque la mayoría de cosas en la vida parecen irrazonables”.
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