Los robots manufactureros
terminarán con el boom de los emergentes
FORBES- 15 de Junio de 2016
Las nuevas tecnologías, como la
impresión 3D y la robótica avanzada, facilitarán que los fabricantes produzcan
sus bienes con componentes locales, en vez de recurrir a cientos de proveedores
de todo el mundo. México está bien posicionado para el cambio, pero es de los
pocos en el mundo.
Este artículo fue publicado
originalmente en Stratfor.com, una firma de inteligencia y de asesoramiento
global líder con sede en Austin, Texas.
Ya sea que estés leyendo esto en
tu smartphone, tablet o computadora personal, es probable que el dispositivo
frente a ti contenga componentes provenientes de al menos seis países en tres o
más continentes. Su elegante y simple exterior contrasta con el intrincado
tejido de piezas internas que sólo una cadena de suministro global puede
proporcionar.
Durante el siglo pasado se volvió
cada vez más difícil encontrar productos terminados fabricados en un solo país,
ya que la globalización ha extendido las cadenas de suministro hasta los
confines de la Tierra. Hoy podemos rastrear los cientos de componentes que
integran aviones, trenes y automóviles o computadoras, teléfonos móviles y casi
todo lo que puedas imaginar, hasta casi tantas empresas en todo el mundo como
piezas las conformen. Todavía más, su montaje podría haberse realizado en un
país diferente.
Las oportunidades de producir y
montar productos y sus componentes se han extendido a todo el mundo, haciendo
más fácil para los países subir la escalera del valor de producción. Los países
en la base de la pirámide, los que extraen las materias primas, pueden moverse
gradualmente, fabricando primero componentes de bajo valor y luego progresando
a los de mayor valor o montaje básico.
Pero al igual que la tecnología
estimuló la globalización y los cambios en el comercio internacional que le
siguieron, así también revolucionará de nuevo la forma en que los países hacen
negocios entre sí. Agravada por los cambios económicos y demográficos que
tienen lugar hoy en día, la automatización, la robótica avanzada y tecnologías
impulsadas por el software marcan el comienzo de una nueva era: la de las
cadenas de suministro más cortas que ofrecerán menos oportunidades para el
mundo en desarrollo. Regiones una vez etiquetadas como “economías emergentes”
podrían estancarse, y la brecha entre ricos y pobres dentro de los países y
entre las naciones podría ampliarse aún más.
El amanecer de la globalización y
el comercio
Puede que la globalización como
la conocemos hoy tenga apenas unas pocas décadas, pero el comercio
internacional no es un concepto nuevo. Desde la antigüedad, la tecnología ha
impulsado y transformado el orden global. Las carabelas y la brújula, por
ejemplo, dieron paso a la era de la exploración europea, aventuras que no
hicieron más que acelerarse con la llegada de los motores de vapor. A pesar de
ello, pocos habrían imaginado que algo tan simple como una caja podría ser la
piedra angular de la última época.
Hace 60 años, Malcom McLean, un
emprendedor estadounidense, lanzó el primer barco de contenedores desde un
puerto de New Jersey, cambiando para siempre la forma en que las mercancías
circulan por todo el mundo. Mediante el uso de un recipiente de tamaño estándar
que podrían ser transportado desde el buque a un ferrocarril o camión, McLean
hizo mucho más eficiente el envío de mercancías entre dos puntos. En lugar de
tomar días o semanas para descargar un buque, ahora se tomaba horas.
A pesar de que pasó una década
antes de que los métodos de McLean fueran usados en un viaje intercontinental,
y varios años más antes de que la tecnología llegara a Europa, su experimento
alteró la forma en que el mundo funcionaba. El primer barco de contenedores,
Ideal X, zarpó llevando sólo 58 contenedores en la primavera de 1956; hoy, los
barcos se han vuelto tan grandes que el más grande puede albergar casi 20,000
de ellos.
La explosión en el transporte de
contenedores significó que los bienes y los componentes ya no tenían que ser
producidos en la proximidad de sus usuarios. A medida que la ubicación se
convirtió en un factor menos importante en la producción, la importancia de
otras consideraciones, como los costos laborales, comenzó a incrementarse. No
sólo surgió la manufactura barata, primero en
de gama baja, por primera vez en China y luego en otras partes del
sudeste de Asia, pero también se tradujo en cadenas de suministro más largas y
complejas.
La creación de la Organización
Mundial del Comercio aceleró la globalización mediante la regulación del nuevo
entorno económico y al ayudar a vincular a los productores con sus compradores.
Una serie de industrias, incluyendo los sectores automotriz y de electrónica,
fueron capaces de sacar el máximo provecho de los cambios radicales forjados
por el buque portacontenedores.
Hoy, las materias primas usadas
para fabricar una computadora portátil promedio pueden provenir de un máximo de
seis continentes. Esos materiales podrían ser tratados posteriormente en
Alemania, Estados Unidos o Japón antes de ser usados para hacer una pantalla
LCD en Corea del Sur o un chip en Malasia, Vietnam o Filipinas, todo antes de
ser montado como un producto final en China.
Una historia similar se puede
contar sobre el iPhone, cuyos componentes provienen de Corea del Sur, Alemania,
Francia, Japón y otros países asiáticos antes de ser ensamblados en China.
Tampoco es exclusivo de la electrónica; el Boeing 787, por ejemplo, es montado
por nueve países en de América del Norte, Europa y Asia. Sólo el panel central
de un Honda Accord implica a unas dos docenas de proveedores.
Todas estas piezas en movimiento
pueden parecer complicar inútilmente las cosas, pero en realidad minimizan los
costos y permiten a las empresas aprovechar las ventajas de factores como la
mano de obra barata. Como resultado, los bienes y las piezas son fabricados en
los lugares más rentables en lugar de los más cercanos. Este cambio, junto con
un entorno favorable para el comercio, causó que el comercio mundial repuntara
10 veces entre 1980 y 2007, impulsando el crecimiento económico en China, Corea
del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur en el proceso. Ahora, muchos países del
sudeste de Asia y otras partes del mundo están tratando de replicar ese éxito,
pero lograrlo será cada vez más difícil.
El sol se pone sobre la
globalización
La era de la globalización está
llegando a su fin, aunque sus efectos no desaparecerán por completo.
Ciertamente, la globalización ha tenido su momento y ya podría estar en
declive, sustituida de manera constante por su sucesora: una nueva era
impulsada por la robótica, la inteligencia artificial avanzada y la fabricación
aditiva. Estas tecnologías están por disminuir drásticamente los costos de
producción, a medida que se vuelven cada vez más frecuentes en todo el proceso
de fabricación.
Tal como el comercio
internacional ya era un concepto familiar cuando surgió la globalización, la
robótica es un campo que ha existido desde hace algunos años. Sin embargo, los
avances recientes e inminentes en la robótica, expandirán sus usos mucho más
allá de las pocas industrias que domina actualmente. La destreza de los robots
y la complejidad de su programación van en aumento, lo que les permite montan
productos más complejos, como los que tienen cableado y circuitos complejos. Al
automatizar el proceso de montaje, que en muchas industrias es en gran parte
manual, los robots podrían provocar que algún día las líneas de montaje se
alejen de la mano de obra barata, borrando así uno de los mayores cambios que
sustentan la globalización y eliminando muchos de los beneficios asociados a
las cadenas de suministro más largas.
El progreso en la fabricación
aditiva, más comúnmente conocida como impresión 3D, sólo degradará aún más los
efectos de la globalización. Los métodos de fabricación tradicionales requieren
moldes separados que deben producirse (generando costos adicionales) para cada
producto. Pero las impresoras 3D, que producen múltiples diseños en la misma
máquina, no los necesitan. Debido a esto, las economías de escala no tienen las
mismas ventajas con la impresión 3D que tienen en un mundo de fabricación
tradicional. A medida que la impresión 3D mejore y sea usada con mayor
amplitud, podría revertirse parte de la especialización y estandarización de
las cadenas de suministro que han tenido lugar durante las últimas décadas, lo
que permite que más partes sean fabricadas en más lugares.
El acortamiento de las cadenas de
suministro, tanto en la distancia como en el número de nodos, a su vez,
reducirá el volumen del comercio mundial cuando un menor número de países y fábricas
estén involucrados en el proceso de producción. Volviendo al ejemplo hipotético
de la computadora portátil, las empresas podrían tener que comprar los
componentes en sólo dos países en vez de en seis ya que más partes podrán ser
fabricadas al mismo tiempo en el mismo lugar.
Por supuesto, sería deshonesto no
reconocer las limitaciones que aún enfrentan estas tecnologías emergentes. Por
ejemplo, la impresión 3D alcanzará su pleno potencial sólo cuando una sola
máquina pueda producir productos que comprendan múltiples materiales, algo que
podría tomar años, si no es que décadas. Por otra parte, la impresión de las
piezas de metal es todavía demasiado cara, lenta e inconsistente para ser
ampliamente aplicable. Los robots, por su parte, necesitan tener una mayor
destreza y una programación más rápida para tener un mayor impacto en la
fabricación. Los costos energéticos asociados al funcionamiento de una fábrica
con muchos robots también son significativamente más altos, y dado que los
equipos industriales duran mucho tiempo, su sustitución por alternativas
robóticas será lenta. En conjunto, estos factores sugieren que la transición
que viene será gradual, no abrupta.
Un nuevo día comienza
Mientras la próxima revolución
industrial se gesta, el modelo de crecimiento económico que surgió junto con la
globalización ofrecerá un camino más incierto hacia el desarrollo. Aunque las
nuevas tecnologías no borrarán por completo el beneficio de la mano de obra
barata, reducirán el número de oportunidades que los países tienen que
industrializar, diversificar y hacer crecer sus economías.
Mientras tanto, el comercio será
cada vez más regionalizado, dado que la producción se desplazará de nuevo hacia
los países consumidores. Las naciones con altos niveles de educación, pero
salarios comparativamente bajos, como México, reemplazarán a sus competidores
con mano de obra barata como los centros de nueva fabricación industrial. Si la
tecnología mejora lo suficiente como para reducir los costos tanto que tenga
sentido enviar mercancías desde lugares distantes –algo ciertamente difícil de
alcanzar– los comerciales como el TLC podrían llegar a ser prácticamente
autosuficientes.
Para algunos países de ingresos
medios, como México, la regionalización gradual del comercio tendrá beneficios
claros, pero muchos de sus homólogos más pobres que anteriormente se han
beneficiado de la globalización podrían encontrarse en una posición cada vez
más difícil.
Los países de África oriental y
central, así como partes del sudeste asiático, que una vez comenzaron a
posicionarse para reemplazar a China como el próximo epicentro de manufactura
de gama baja del mundo, ahora podrían ver limitado su crecimiento económico, e
incluso estancado.
A medida que los países más
avanzados e industrializados ya no tengan que depender de la mano de obra
barata en lugares lejanos, aprovecharán las nuevas tecnologías y comenzarán a
producir bienes de gama baja más cerca de casa. Los países que aún no han
comenzado a industrializarse tendrán los mayores desafíos; cuanto más tiempo
tarden en desarrollarse a lo largo de las próximas décadas, más difícil será
para ellos lograrlo, dado que el crecimiento de la manufactura avanzada reducirá
las oportunidades disponibles para los fabricantes emergentes. El desarrollo de
una base industrial avanzada requiere capital, habilidades y tiempo
adicionales, aumentando esencialmente el número de peldaños que separan a los
fabricantes de gama baja y a los de gama alta en la escala de valor de
producción.
Por supuesto, si hay perdedores
en este juego, entonces debe haber también algunos ganadores. Los pioneros de
las tecnologías avanzadas en sí –es decir, Estados Unidos, Europa del Norte y
partes de Asia, incluyendo Japón y Corea del Sur– están mejor posicionados para
explotar la robótica y la impresión 3D. China probablemente también será capaz
de usar las nuevas tecnologías para su ventaja. De hecho, su base sólida de
ingeniería, un gobierno central fuerte y la política de promover el desarrollo
tecnológico nacional –por no hablar de sus adquisiciones agresivas de empresas
de tecnología extranjeras– podrían poner al gigante de Asia a la vanguardia de
la próxima era industrial.
Aunque China aún está haciendo la
transición de la manufactura de gama baja a la de alta calidad, ha avanzado lo
suficiente para evitar los efectos secundarios negativos del declive de la
globalización, y no estará tan limitado como algunas otras regiones
desarrolladas con importantes bases de fabricación tradicionales.
Sin embargo, al igual que con su
etapa previa de crecimiento económico, las ganancias de industrialización no se
distribuirán por igual en todo el país. En su lugar, los avances en la
tecnología probablemente extenderán la brecha entre las provincias costeras y
el interior de China. Si Beijing no puede controlar la tensión política y los
disturbios que seguramente surgirán, el éxito futuro de su economía podría
ponerse en peligro.
La tecnología es una parte de la geopolítica
que a menudo se pasa por alto y, sin embargo, cambia fundamentalmente la forma
en que los países interactúan unos con otros y hacen frente a sus limitaciones
inherentes. A medida que avanzamos en un nuevo mundo de fabricación
automatizada, impresión 3D e inteligencia artificial, tales cambios son
inevitables. Y al igual que miramos hacia atrás y ubicamos la invención de la
desmotadora de algodón o de la línea de montaje como puntos de inflexión en la
historia, nuestros hijos mirarán hacia atrás y verán las invenciones de hoy
como el comienzo de una nueva era.
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