La
humildad en el liderazgo no es deseable… es necesaria
FORBES- 7 de Junio de 2016
Los grandes líderes evitan ser
autoritarios, y ven en quienes los rodean los motores de innovación y cambio.
La humildad no es debilidad… es la base de un gran liderazgo.
La mayoría de nosotros asociamos
la palabra “líder” con personalidades y estereotipos tales como carisma,
dinamismo, motivación y fortaleza. No hay nada de malo en estas definiciones,
aunque son incompletas.
Entre la interconexión
tecnológica y la presión social, el mundo ha cambiado mucho más rápido de lo
que nosotros hemos sido capaces de adaptarnos. Se ha vuelto profunda e
irreversiblemente interdependiente. Para adaptarnos de forma apropiada debemos
reconsiderar cómo pensamos sobre los líderes y el liderazgo: a qué atribuimos
su existencia, su éxito, su capacidad, habilidades, etc.
En nuestros días hay una
característica menos obvia, que se muestra con menor visibilidad, pero que está
creciendo en importancia y se comienza a mostrar como uno de los factores de
éxito o reconocimiento: HUMILDAD.
Como la cáscara es a la manzana,
la confianza lo es a la humildad. ¿Y por qué afirmo esto? Porque la confianza
es una cualidad que facilita la conducta de colaboración, y deja al margen la
imperiosa necesidad del egoísmo.
Uno de los rasgos del carácter humano
es el de ser sociable, de tal manera que la confianza en los demás (en quienes
trabajan con nosotros, en la empresa y en la sociedad) nos empuja al liderazgo
de manera poderosa, porque nos orienta hacia el sentido de la colaboración más
que al de la competencia, por mucho que se haya privilegiado a esta última en
la sociedad contemporánea.
El hacer empresa requiere
confianza. Sin confianza no se sabrá hacer «empresa», sino sólo negocios. La
confianza entraña la actitud y las señales de que nadie quiere ser más que
otro. Sólo es confiable, verdaderamente confiable, el hombre humilde. El hombre
humilde no busca el dominio sobre sus semejantes, sino que aprende a darles
valor por encima de sí mismo. En la forma en que típicamente utilizamos la
palabra “humildad” tiende a sugerir pasividad o sometimiento a la voluntad del
resto y que suelen ser sobrepasados o pisoteados. Nada más alejado de estas
creencias. La humildad no es una debilidad; por el contrario, es la base de un
gran liderazgo.
Autoridad moral
Humildad viene del latín “humus”,
cuyo significado es “tierra o suelo”. Vale decir, literalmente, se refiere a la
condición de “tener los pies en la tierra”. Expresa el hecho de estar en
contacto con el suelo, de tener una conexión profunda con la principal fuente
de vida y crecimiento. Lejos de disminuir la autoridad de alguien, la humildad
la aumenta. Alguien humilde hará el esfuerzo de escuchar y aceptar a los demás,
cuanto más acepte a los demás, más se le valorará y más se le escuchará.
Tener humildad permite mantener
autoridad moral (ejercer poder a través, y no sobre la gente) basada en un
liderazgo inspiracional fundamentado en valores. Se requiere de humildad para
entender que los ideales y valores compartidos son más grandes y perduran mucho
más que cualquier individuo, incluso el propio líder a cargo.
Existe una necesidad de poder y
autoridad innegable en los negocios y en el mundo. Es muy difícil imaginar que
una organización funcione sin poder ni autoridad. Pero es igualmente cierto que
la autoridad formal y vertical está desapareciendo, perdiendo valor. Y mientras
el vacío dejado por la autoridad formal se expande, la necesidad de autoridad
moral, un referente, se hace más urgente. Requerimos de nuevos atributos para
un nuevo tipo de “poder”. En nuestros días, la mayoría de los grandes líderes
evitan el comportamiento autoritario (siempre hay grandes excepciones en todo
proceso de adaptación) y ven en aquellos que los rodean a los motores de
innovación y cambio. Hoy, la humildad no es una característica deseable para un
líder, sino una que no puede faltar si se quiere ser exitoso.
Humildad es el antónimo de
debilidad. Cuando un líder expone voluntariamente su vulnerabilidad y
humanidad, crea una cultura de confianza y entrega, en que los empleados
contribuyen voluntariamente con su propia humanidad, ofreciendo sus capacidades
de colaboración, pasión y comunicación.
Por el contrario, líderes
ególatras y con visiones grandilocuentes pueden llegar a ser productivos en el
corto plazo, pero inevitablemente ignoran el consejo de sus colaboradores,
incluso cuando están conduciendo sus empresas directo al precipicio. Los
líderes arrogantes y ególatras carecen de empatía, de la capacidad de escuchar,
y no pueden aprender de la colaboración con la nueva generación de líderes.
Profunda fortaleza
La humildad se trata de actitud y
disposición. No significa falsa modestia. Los líderes humildes se hacen
pequeños y les dan a otros la oportunidad de brillar. Así se construye una
organización motivada, inspirada y comprometida con una misión colectiva que
promete éxito para la organización como un todo.
La humildad es un signo de
profunda fortaleza personal, autodeterminación y coraje. Se requiere ser muy
fuerte para dejar a otros tomar las riendas y confiar en que harán lo correcto.
Cuando al liderar con el ejemplo se crea una cultura que inspira compromiso, ya
no se está únicamente liderando empleados, se es un líder de un equipo de
líderes, que trabajan juntos para alcanzar mucho más que a lo que un individuo
con un “título” puede aspirar.
Y cuando dejemos de tener esa
disparidad de criterios entre el hombre que se relaciona en el ámbito laboral y
social frente al hombre que mira a los ojos a sus seres queridos, a sus hijos,
probablemente encontremos ese nexo que nos lleve naturalmente a la esencia de
lo que somos, con los pies en la tierra.
Diego Larrea Bucchi-Es licenciado
en comunicación, abogado, escritor y músico. Se especializó con los MBA en
Distribución Comercial de Gran Consumo y en Dirección y Gestión de Empresas, y
master en Recursos Humanos. Es Human Resources Manager en AKÍ Bricolaje España
de la multinacional francesa ADEO.
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