Las nuevas líneas que dividen al
mundo
FORBES- 29 de Junio de 2016
Unos votaron por el Brexit sin
saber lo que significaba, otros olvidaron las razones que tuvieron para unirse.
Hoy, las nuevas líneas divisorias del planeta parecen venir cargadas de miedo.
El concierto mundial se sube al
péndulo y monta un movimiento vertiginoso que, de un momento a otro, deja a la
Humanidad con un espectáculo totalmente diferente. Apenas empezó la semana
pasada, el discurso de la globalización era la tendencia; lo moderno
significaba mirar fronteras indelebles que permitieran el libre tránsito de
personas, mercancías y servicios. Hoy, ya no. ¿Será posible?
Estamos tan acostumbrados a que
la vida cambie de un momento a otro, que apenas nos estamos ajustando a las
modificaciones cuando ya tenemos que mudar de aires. Sin embargo, parece que lo
de la semana anterior traza nuevas líneas que dividirán al mundo.
Hasta el jueves pasado, el mundo
había creado una serie de redes que buscaron acercar a las naciones, empresas y
a los individuos. Las ventajas del libre comercio tomaron el escenario y fueron
utilizadas para beneficio de muchos. Sin embargo, los discursos a favor de
profundizar las diferencias están haciéndose cada vez más audibles. Tal parece
que la búsqueda por igualarnos está perdiendo terreno frente a las pretensiones
de distanciarnos. ¿Qué está sucediendo?
Durante los años de la Guerra
Fría, el mundo vivió dividido por un muro ideológico y físico. De un lado se
creía en la propiedad privada y del otro en las economías cerradas. Las
fronteras eran claras y su propósito era separar. Por años, lo que sucedía de un
lado era un misterio para los que estaban del otro. Familias y naciones se
apartaron y vivieron aisladas conformándose con lo que había en su entorno.
Pero la derecha y la izquierda
dejaron de ser las líneas de división. La Humanidad empezó a valorar las
ventajas de la libertad de tránsito para personas y del libre comercio para las
mercancías. Viva David Ricardo y que cada quien se ponga a hacer lo que mejor
le sale. Si una nación es experta en fabricar zapatos, ¿para qué perder el
tiempo haciendo botellas de agua? La especialización daría como resultado
mayores beneficios, menos desperdicios y, sobre todo, haría girar la rueda
económica a mayores y mejores velocidades.
La posguerra fría dejó muy
desgastados los discursos diferenciados entre la izquierda y la derecha. La
derecha lucía edulcorada y la izquierda muy huérfana. Los que elevan los brazos
y agitan los puños con consignas leninistas dan ternura, se les ve pasados de
moda. Stalin ya no es venerado ni en Rusia. No obstante, el discurso integrador
empezaría a rechinar y otras líneas llegarían a dividir al mundo.
Los discursos independentistas,
las razones separatistas, los miedos frente a lo distinto irrumpen en el
imaginario internacional y amenazan a la gente de buena voluntad. Pensar que
los otros nos vienen a quitar lo que es legítimamente nuestro pretende derribar
los puentes que se tendieron en busca de cercanía. Los ciudadanos del Reino
Unido salen de Europa por voluntad propia. ¿Qué pasó ahí?
Pareciera que el proyecto
integrador, que construyó hace más de treinta años, perdió vigencia. No
obstante, al analizar el voto que refleja el ánimo desintegrador, nos
sorprendemos. Los jóvenes que nacieron y han vivido integrados, que no conocen
una vida apartada, votaron por permanecer así. Los que conocieron un Reino
Unido separado quisieron volver a ello. ¿Será que ya se les olvidaron las
razones que tuvieron para unirse?
Hubo unos años en los que el
imperio británico se precipitaba a las fauces de quien años antes fue su
territorio colonial. La libra perdía valor en forma vertiginosa y la actividad
económica de la Commonwealth no era suficiente para frenar la caída. Fueron los
que hace más de treinta años, los mismos que padecieron esa crisis terrible, lo
que hoy optan por separarse, privando a los jóvenes de la libertad de vivir y
trabajar en un territorio común que ellos mismos soñaron: Europa.
Hace más de treinta años no había
teléfonos móviles, computadoras portátiles, llamadas con imagen, correo
electrónico, mensajes de texto gratuitos. El mundo estaba fraccionado, más que
por las fronteras físicas, por la incapacidad que el Ser Humano tenía para
comunicarse. Al romperse las barreras de comunicación, es muy complicado
permanecer aislado. Ni los muros de agua, ni las barreras con picos, ni siquiera
las balas pueden imponer obstáculos. Entonces ¿es posible esta pretensión?
Es complicado entender. Peor aún,
muchos de los que votaron a favor del Brexit no tuvieron conocimiento de lo que
eso significaba. Pero se abrió la caja de Pandora. El minutero regresó el
camino y la libra cayó a niveles similares a los que tuvo hace treinta años. En
su derrumbe desmoronó a las bolsas del mundo y se llevó de corbata al precio
del petróleo. Lograron lo imposible, o tal vez no.
Salgo a caminar por las calles y
veo a una pareja de japoneses sentados en una banca en el jardín, en la calle
encuentro una moneda de un euro, veo que dos muchachos de mochila al hombro se
toman una foto, escucho voces hablando en francés y muchas otras pronunciando
español en distintos acentos. Si me acerco escucho a algunos dando
instrucciones en inglés y otros atendiendo a lo que se dice. En fin, veo a
muchas personas enviando mensajes desde sus aparatos inteligentes. ¿Separados?
No. Me temo que no es así de fácil.
Pese a todas las dificultades que
implica tender barreras y las complicaciones que se le presentan al Reino Unido
para separarse de la Unión Europea –resulta más fácil anexarse que invocar el
artículo 50–, es necesario estar atentos a las nuevas líneas que dividirán al
mundo. Los discursos populistas, las palabras que engendran miedo, los motivos
que exacerban el malestar son hoy las verdaderas rayas divisorias del planeta.
Subestimar las molestias de la
gente, cualquiera que sea su punto de vista, es un grave error. La suerte que
corran los negocios, los emprendimientos, las corporaciones y las naciones
estará relacionada con la atención que se preste a las quejas y los disgustos.
Disimular, echar el polvo debajo del tapete es una mala estrategia. Prestar
oídos puede ser de gran auxilio para sortear los nuevos laberintos mundiales.
Puede ayudarnos a determinar la nueva configuración internacional.
Si lo que une y refuerza es la
queja generalizada, el temor a lo diferente y los lamentos por la
globalización, si las inquietudes ante los cambios demográficos tan rápidos
están dejando una sensación de desasosiego, si las desigualdades han aumentado
y han sido menos los que se han beneficiado que los que se han perjudicado —o
esa es la percepción—, tenemos que tener cuidado. Los discursos populistas
pueden infiltrarse en ranuras muy angostas y ofrecer soluciones simplonas a
problemas de gran envergadura. Las nuevas líneas que dividen al mundo parecen
venir cargadas de miedo. Y, tal como nos decían en la infancia, a los monstruos
que asustan, lo mejor es enfrentarlos.
El tremendismo, la furia contra
el diferente, los intentos por desintegrar parecen no sólo difíciles sino
inútiles. Sin embargo, el descontento ha dado un grave golpe al concierto
mundial y parece que hubo un golpe de timón. Queda estar atentos, analizar y
evaluar los nuevos rumbos.
Cecilia Durán Mena- le gusta contar. Poner en secuencia números y
narrar historias. Es consultora, conferencista, capacitadora y catedrática en
temas de Alta Dirección. También es escritora.
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