El poder de las palabras de
Mohamed Ali
FORBES- 7 de Junio de 2016
Gran boxeador, líder de la
autoafirmación psicológica, creador de una poderosa realidad personal, con sus
palabras, pensamiento y accionar público conseguía un gran poder.
Para muchos, el boxeador más grande de todos los tiempos.
Para otros, un gran líder que aprovechó ser un gran boxeador para alzar la voz
contra lo que sucedía con la comunidad de color en Estados Unidos.
Muchos lo recordarán no sólo por sus grandes peleas, sino
por su manejo mediático y sus frases recargadas de irreverencias. Para mí,
además de un gran boxeador, era un líder de la autoafirmación psicológica,
creador de una poderosa realidad personal, quien a través de su palabra,
pensamiento y accionar público conseguía un gran poder. Y es de esto de lo que
hablaremos en el presente artículo.
Del poder de los medios al poder personal
Todo comenzó como “sin querer”. No había demasiados
lineamientos para los boxeadores y manejadores. La gente “se calentaba” en las
ruedas de prensa. Los boxeadores “se decían de cosas”, y sabían que esto
afectaba, de buena forma, la venta de boletos.
Desde ese entonces, los manejadores ya fungían más como
manipuladores de la situación de negocios y detonadores de emociones en sus
boxeadores, para ganar más que sólo como representantes deportivos.
Pero las emociones no sólo generaban notas en periódicos y
venta de boletos, sino también efectos en los contrincantes y en el entorno. No
sólo se vencía en el ring; como sigue siendo actualmente, se vencía también con
el pensamiento y con los medios, lugar donde empezaba la lucha.
Ahí también destacó Ali, pero no era porque sus
declaraciones vencieran mentalmente a los demás de forma dramática, sino porque
las mismas lo empoderaban a un punto insospechado.
Siempre que se provoca a los medios se da de “que hablar”. Y
se construye la realidad en la prensa, y esto es sabido por todos. Pero en lo
que poco se piensa es en cómo las declaraciones que hacemos públicas empoderan
el pensamiento propio o debilitan el ajeno, porque todos conocemos al Ali que
hacía reír a los periodistas y sus frases salían en primera plana, pero
prácticamente nadie piensa en el poder creador de sus palabras, a nivel
personal y mental.
Para convencer a los demás debemos convencernos a nosotros
mismos, decía. Y no era que las personas creyeran, de cierto, que él era tan
rudo y tan malo que “asesinaba ladrillos” de forma literal. Aquí lo importante
era el “subtexto”, que, sin saberlo, llenaba de dureza sus puños.
Hoy vemos cómo los manejadores y los coaches se volvieron
expertos en detonar emociones en quienes coacheaban, tanto para el beneficio
del boxeador en el ring como debajo de él.
El poder de la palabra detrás de Ali
Piensa en su historia. Cuando se camina toda una vida
rodeado de inseguridad, se requiere autoafirmarse, y para esto hay dos formas
de hacerlo:
La debilitante: Es resultado de la necesidad de
autoafirmación: Como necesito sentirme seguro, me reafirmo todo el tiempo y
digo lo grande que soy.
La poderosa: Es resultado de la convicción personal:
Reafirmo mi competencia y seguridad personal a partir de mi poder creativo, de
lo que creo de mí mismo, al punto de expresarlo a los demás de una forma
original y única.
Ali utilizaba la segunda todo el tiempo, porque él, más que
nadie, sabía que aceptaba el compromiso personal de ser cada día mejor, de
hablar de sí mismo con certeza emocional, y de “hacerse grande” por sus
palabras, que sin duda parecían megalomaniacas o cargadas de un poder
sobrenatural.
Él, además de reafirmarse constantemente de forma poderosa,
utilizaba la oportunidad pública para comprometer su propio trabajo, pues sabía
que haciéndolo así ya no podía ‘echarse para atrás’, y esto resultó más
poderoso de lo que creía.
Utilizaba sus declaraciones como activaciones de un motor
externo-interno, y poco le importaba si eran o no concebidas así. Para el resto
de las personas, para los medios o para otros boxeadores, lo único importante
era que le dieran el resultado que pensaba. Y sin duda lo empoderaban.
Una de sus declaraciones
“Ya sabes lo grande que soy, no tengo que hablarte de mi
estrategia. Le voy a hablar a mi entrenador: ¡Bundini, ven aquí, diles qué
vamos a hacer! (Y Bundini y Ali, al unísono, como si fueran uno, con un tono
particular y gesticulando excesivamente, decían:) ¡Vamos a volar como mariposas
y picar como abejas!”
Era simple:
A primera vista, parecía que Ali se burlaba de los medios,
de la gente, del contrincante, del sistema que ponía en segundo plano a la
comunidad negra, y de todo lo establecido. Pero detrás de algo como esto había
mucho más.
Para muchos, Ali tenía mucho de fantoche y de faramalloso,
de humorístico y de poeta, pero sus palabras, además de mover a las masas y de
sacudir un poco la política de Estados Unidos, lo movían principalmente a él, y
ése fue su gran poder. Sus puños se llenaban de palabras, porque además este
religioso creía que una frase cargada de emoción es una frase poderosa.
El humor, como toda emoción, le daba fuerza a sus frases. Y
no importaba demasiado lo que la prensa decía, si lo tachaban de loco o no. Al
final, hacer públicas sus declaraciones le daría más poder a su mente.
Otra declaración famosa
“He hecho algo nuevo para esta pelea: me he peleado con un
caimán, me he peleado con una ballena, he esposado un rayo y echado truenos en
la cárcel. Eso es malo. La semana pasada asesiné a una roca, herí una piedra,
hospitalicé un ladrillo. Soy tan malo que hago enfermar a la medicina. Malo.
Rápido, tan rápido: anoche estaba en la habitación y apague la luz; fui tan
rápido que yo ya estaba en la cama antes que la habitación oscureciera.”
Pareciera que sus palabras eran sencillamente producto de la
imaginación de un hombre que además se decía poeta, profeta y resucitador del
boxeo, de un megalómano de los puños, casi tan irreverente en sus declaraciones
como Salvador Dalí.
Un luchador de las palabras que además creía profundamente
en el poder de las mismas. La creación en la voz de un hombre que aparecía en
los medios de todo el mundo.
Sin vacilación
En una visión más profunda, el hombre se reafirmaba por
encima de los demás constantemente, utilizando cualquier estructura lingüística
y no lingüística (lenguaje corporal), que incluso parecían ejercicios físicos o
vivenciales de un entrenamiento mental superior.
Al ver sus videos podemos notar, en muchos momentos, que en
su mirada no había vacilación alguna. Como si estuviera dictando lo que quería
sentir y hacer, pero como si eso fuera ya un hecho.
En realidad, cuando esto sucede poco importa si estaba
diciendo algo que ante los ojos de muchos podría parecer una tontería o algo
irreal, ‘porque eso podría resultar, una nimiedad, para los efectos de lo que
digo logran en mí’.
Para él, esto era importante, porque en la medida en la que
se convencía de su propia grandeza, y la reafirmaba con actos en su
preparación, se persuadía a sí mismo. Y esto resume la importancia de sus
declaraciones: así de grande era la expresión de su poder, ‘tan grande como la
expresión de su irreverencia’.
Detrás del subtexto siempre existía una condición real: era
un boxeador que todos los días quería pegar más fuerte, y lo hacía. Y si eso no
era poco, podían ver por televisión cómo noqueaba a sus adversarios.
Antes de pelear contra Sonny Liston
—¿Qué porcentaje de los que vienen a ver la pelea te vendrá
a ver a ti y qué porcentaje vendrá a ver a Sonny Liston? —le pregunta un
comentarista.
—El 100% viene a verme a mí, pero el 99% viene a ver cómo
soy derrotado, porque piensan que hablo mucho, pero tengo a éstos (mostrando los
puños) —responde Ali.
—¿Y representan tu pensamiento?
—Éstos son dinamita. ¡Pum! —exclama Ali y hace ruido,
mientras se ve que de alguna forma lo siente en su interior.
No sólo dijo cosas durante cientos de entrevistas. Detrás
había acciones que persuadían su propia mente y emociones que la sostenían, y,
por consiguiente, le generaban poder.
Por eso sé que se ha perdido no sólo a un boxeador sino a
uno de los personajes más famosos que hacían pública su fuerza mental y
creativa.
Reflexión
Cuando las personas han creado una realidad que les parecía
imposible, rompen los esquemas. Y ésta es una constante en distintos
personajes. La megalomanía puede venir acompañando esto al ser figuras públicas
y reafirmarse de forma creativa, pero el punto medular de esto no es si se
volvían o no locos creyéndolo, actuándolo o sintiéndolo, sino que está en cómo
sus propias palabras generan poder en ellos.
La historia de la humanidad se escribe con palabras, y las
palabras tienen peso de acuerdo con la intención y el sentido que les demos.
Hoy sabemos del alcance de la semiología, del análisis del
discurso, que ha movilizado las peores guerras de la humanidad, y también que
puede crear cosas increíbles.
Cada día conocemos más del poder y del manejo del subtexto
en los mensajes, desde un discurso público hasta la creación de una fábula de
aprendizaje con sentido y dirección específica. Hoy sabemos que la realidad se
crea y se construye o modifica.
Hoy modificamos actitudes y comportamientos mediante el
manejo y control de nuestros pensamientos y nuestras palabras. Y lo podemos
hacer para nuestro beneficio. El mayor poder creativo no sólo está en la
palabra, sino en la emoción que se suscita y acompaña a las palabras.
¿Cuánto poder tienen tus palabras?
Piénsalo:
— ¿Cuánto poder tiene las palabras por sí solas?
— ¿Cuánto poder tienen las palabras que se acompañan de
emociones?
— ¿Cuánto poder tienen tus palabras cuando, además de
acompañarlas de emociones, persuaden tu propio pensamiento, respaldadas con
acciones?
Si yo te digo la frase: “Me siento muy entusiasmado y con
mucha energía” mientras bostezo y siento cómo el cansancio me vence, esta
construcción lingüística y mental carecerá de poder sencillamente porque la
intención emocional no respalda la palabra.
Por el contrario, si mi sentir crea la palabra y hago crecer
mi sentir antes de decirla, lo que sienta y luego diga llegará a un punto
mayor.
Ahora concibe que sientes esto como una realidad tan grande
para ti que la sepas tal cual es, que tus ojos expresen ese sentir mayor y tu
lenguaje corporal lo genere internamente, como un sentimiento que late en tu
interior y a cada latido se expande de forma genuina y real.
La palabra adquiere poder cuando viene cargada de intención
y emoción unidireccionada, lo que fácilmente impacta en el entorno. Esta
creación se suscita cuando uno mismo es el motor personal de sus palabras.
¿Cómo te sentirías al saber que tu convicción personal no
sólo persuade a los demás sino a ti mismo, sintiendo la realidad creada? Y,
sobre todo, ¿qué podrías construir con ello?
Alejandro Meza-Coach fundador de Impulso Humano México.
Desarrollador de metodologías poco convencionales en Coaching y Capacitación
para organizaciones y empresarios.
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