El secreto bancario se resiste a morir
La Vanguardia - febrero de 2015
Tocado pero no hundido. El secreto bancario
todavía se resiste a desaparecer. Suiza, después de las polémicas surgidas a
raíz de la difusión de la lista de Hervé Falciani sobre los clientes del HSBC,
en un intento de aplacar la controversia, ha recordado esta semana que ya
asumió hace tres meses el compromiso con los estados miembros de la OCDE y del
G-20 (es decir, la mayor parte de las economías occidentales y los grandes
países en vías de desarrollo) de levantar el secreto bancario en septiembre del
2017.
Pero Andres Knobel, de Tax Justice Network,
asegura que dicho acuerdo, que prevé incluso el intercambio automático de
información fiscal entre países, "no significa el fin definitivo del
secreto". Varias fuentes consultadas lo confirman. En primer lugar, se
prevé que para esa fecha los países firmantes transmitan datos sobre aquellos
movimientos de capital que se hayan producido a partir del 1 de enero del 2016.
Pero no se dice nada de lo que pudo haber ocurrido antes. No hay efectos
retroactivos. En lo que queda de año, pues, barra libre. "El capital se
está posicionando. Ya puede estar en otro lugar y no lo vamos a conocer
jamás", reconoce Julio Ransés Pérez Boga, presidente de los Inspectores de
Hacienda del Estado.
No deja de ser casualidad que el pasado mes de
junio el HSBC vendiera activos de su filial suiza "pertenecientes a
clientes ricos de varias procedencia geográfica" a LGT, la banca propiedad
del príncipe de Liechtenstein, por el equivalente de 9.800 millones de euros.
Lo mismo hizo Morgan Stanley en el pasado mes de abril, cuando vendió su
división de banca privada suiza a la sociedad J. Safra Sarasin, que tiene una
filial en Panamá. Las finanzas creativas huyen de Suiza y están buscando
lugares más seguros. Que pese a los proclamas triunfalistas, todavía existen.
En efecto, hay países que oficialmente no se
consideran como paraísos fiscales porque el requisito para salir de la lista
negra de la OCDE pasa por suscribir una docena de acuerdos de intercambio de
información con otros estados. Pues bien la mayoría de los refugios fiscales
firmó estos acuerdos..., ¡pero con otros paraísos! Por lo tanto, es posible
encontrar, más allá del cambio de etiqueta, opacidad todavía en muchas plazas
financieras offshore aunque presuman a los cuatro vientos de transparencia (en
particular, algunas islas caribes y del Pacífico, sultanatos de Oriente Medio y
otros). Baste con recordar que la Agencia Tributaria española aún identifica
hasta 48 países con estas características.
Asimismo, el mencionado acuerdo para eliminar
el secreto asegura que se recolectará información sobre cuentas con saldos
superiores a los 220.000 euros. Pero nada se menciona sobre los montos
inferiores, cuando es fácil repartir una fortuna de origen dudosa en muchas
cuentas pequeñas y así perderle el rastro.
La convención multilateral de la OCDE, que
involucra a 51 países (que pasarán a ser 90 en 2018), cuenta con algunas
ausencias significativas. Como por ejemplo Panamá, Barhein y varias islas del
Pacífico, que con toda probabilidad seguirán ofreciendo sus servicios
ventajosos a los defraudadores.
También falta la mayoría de los países de
África y de Oriente Medio. Este último aspecto es particularmente inquietante
porque se estima que el 33% de los activos financieros de estos dos continentes
del planeta se encuentran en bancos extranjeros (comparado con el 6% de
Europa). Por lo tanto, los dictadores y los traficantes de armas o de drogas de
estas zonas en conflicto podrán seguir disfrutando de cierta opacidad para
poner a buen recaudo el fruto de su actividad delictiva (en la lista de
Falciani ya aparecían varios nombres relacionados con el régimen sirio y
antiguos funcionarios de Iraq o Egipto). Renaud Fossard, politólogo francés
experto en fiscalidad internacional, explicaba que "basta con que sólo
quede una plaza financiera opaca para que falle todo el sistema. Al final
corremos el riesgo de ver surgir nuevos paraísos fiscales".
Y, una vez más, aunque todos los países
ratificaran la normativa (algo que está por ver) Suiza tiene todos los números
para seguir siendo la excepción. El país helvético anunció que, en todo caso,
"proporcionaría información sólo a los países considerados importantes
para su sector financiera", lo que excluye precisamente a aquellos en vías
de desarrollo, donde residen personajes con fortunas de dudosa procedencia. Y,
obviamente, a los ciudadanos suizos, a no ser que se modifique una ley interna,
tampoco se les aplica ningún descuento: ellos sí podrán aprovecharse, como
ahora del secreto bancario.
A todo esto hay que añadir dificultades
técnicas de actuación de la normativa antisecreto que se pretende implantar.
Una cosa es tener la posibilidad de pedir información sobre un contribuyente
sospechoso. Pero ¿qué ocurre si el dinero está invertido en fondos u sociedades
pantalla que se dediquen a una actividad comercial? "El supuesto evasor
puede aprovechar el vacío normativo para montar un entramado de sociedades con
sedes en paraísos fiscales con un intermediario, que sea el que dé la cara con
los bancos suizos, por ejemplo. Como no se pueden hacer peticiones genéricas,
para conocer cuáles son las sociedades a las que hace referencia un
contribuyente, nos encontramos, en la práctica, con la puerta cerrada", se
queja Ransés Pérez Boga.
"Suiza ya ha incumplido acuerdos
anteriores. Yo hasta que no vea una modificación a la ley del secreto de 1929
permaneceré escéptico. Para ellos la opacidad es el mejor activo que pueden
ofrecer para competir en los mercados financieros", acusa Juan Hernández
Vigueras, autor de varios libros sobre paraísos fiscales (el último se titula Los
lobby financieros, tentáculos del poder, ed. Icaria). Este experto tampoco cree
que el celebrado acuerdo internacional para levantar el secreto bancario pueda
cumplirse. "Como ya avisaron en su momento los estadounidenses, ningún
equipo humano puede detectar y registrar los movimientos de capitales que
tienen lugar cada día. El sistema que quiere implantar se cae por todos los
sitios".
Las cifras hablan por sí solas: estos (¿ex?)
paraísos fiscales resguardan hasta 24 billones de euros (lo que representa 24
veces el PIB de España), según varias fuentes. En sus arcas se se escondería un
tercio de la riqueza mundial. Un pastel jugoso al que, por muchos anuncios y
acuerdos que se suscriban, pocos quieren renunciar. Como ya escribió en su
trilogía el sueco Stieg Larsson, "todo el mundo tiene secretos. La única
cuestión es encontrar donde están".
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