Números, la mejor forma de enseñar finanzas a
los niños
The Wall Street Journal. - viernes, 20 de
febrero de 2015
Es hora de reconsiderar la forma en la que
educamos a los niños sobre finanzas.
A pesar de los esfuerzos de padres y escuelas,
la mayoría de los niños se convierten en adultos que no saben ahorrar, gastar o
planear apropiadamente. Los investigadores tratan de averiguar las razones y
sus estudios indican que lo estamos haciendo mal.
Nos concentramos en enseñar finanzas en el
colegio cuando las matemáticas comunes y corrientes son una forma mucha más
efectiva de ayudar a los niños a administrar el dinero. Además, somos renuentes
a analizar los ingresos y la deuda de nuestra propia familia, infundiendo en
nuestros hijos temores e impresiones falsas que pueden perdurar durante todas
sus vidas.
Estos son algunos de los hallazgos más
importantes de las investigaciones y consejos de educadores y expertos sobre
cómo podemos hacerlo mejor.
Matemáticas, no dinero
Tal vez uno de los descubrimientos más
sorprendentes es que las clases de finanzas no tienen un gran impacto en el
mundo real.
Shawn Cole, profesor de finanzas de la Escuela
de Negocios de la Universidad de Harvard, se preguntó: ¿si la educación
financiera en las escuelas es efectiva, por qué tantos adultos jóvenes tienen
problemas con deuda, embargos y acumulación de pocos activos?
El docente y un grupo de investigadores se
dispusieron a encontrar la respuesta analizando datos de los estados en EE.UU.
que incluían currículos de finanzas personales en la escuela secundaria y
compararon la salud financiera de los alumnos que se graduaron antes de esta
exigencia con la de los que se graduaron después.
Tras analizar cantidades significativas de
información financiera histórica y descartando factores tales como estado de
residencia, edad, raza, tiempo y género, el grupo halló que no había una
diferencia estadística entre los que estudiaron finanzas personales y los que
no.
“Mi trabajo es enseñar finanzas, así que quiero
creer que la educación financiera funciona”, dice Cole. “Pero, en realidad, a
lo largo de todo el conjunto de datos que observamos, a lo largo de cada
segmento de la población, no pudimos encontrar ningún efecto de la educación
financiera sobre el comportamiento”.
El estudio, que se encuentra en revisión para
ser publicado, detectó una materia que sí tiene un impacto sobre los resultados
financieros de los estudiantes: las matemáticas. Los alumnos que por normas
estatales tuvieron que tomar cursos adicionales de matemáticas realizaron una
mejor gestión del crédito que otros estudiantes, tuvieron un mayor porcentaje
de ingresos por inversiones como parte de su ingreso total, reportaron un
capital hipotecario US$3.000 más alto y fueron más astutos para evitar un
embargo de vivienda o un retraso en los pagos de tarjetas de crédito.
“Muchas decisiones en finanzas son simplemente
más fáciles si se siente más cómodo con las cifras y haciendo comparaciones
numéricas”, señala Cole.
Sin habilidades sólidas en matemáticas, las
personas suelen recurrir a formas más emocionales para invertir, gastar o
ahorrar su dinero, añade el profesor.
Cuente toda la historia
Existe un consenso de que la educación
financiera debe empezar en casa, pero la forma en la que muchos padres abordan
el tema necesita ser revisada. “Incluso ahora, los padres hablan más de sexo
con sus hijos que sobre dinero”, dice Lynsey Romo, profesora asistente de
comunicación de la Universidad Estatal de Carolina del Norte y quien estudia el
intercambio de información dentro de la familia.
En un estudio de 2014 entre 136 niños cuyas
edades fluctuaban de los 8 a los 17 años, Romo encontró que aunque los menores
reportaron que sus padres compartían información en temas generales como
ahorro, solían quedarse mudos sobre asuntos sensibles, como los ingresos y la
deuda específica de la familia.
A menudo, los padres temen causar ansiedad o
piensan que hablar de dinero es una falta de educación. El problema es que
mantener esos asuntos en secreto provoca más ansiedad que contar la verdad, lo
cual puede perdurar hasta la edad adulta. En lugar de ocultar temas sensibles,
Romo recomienda usar las discusiones financieras en forma didáctica.
Por ejemplo, una visita al supermercado es un
buen momento para tener esa conversación, dice Anita Vangelisti, profesora de
comunicación de la Universidad de Texas en Austin. Los padres pueden explicar
porqué comprar un artículo y no otro tiene más sentido desde un punto de vista
económico teniendo en cuenta la calidad, los precios, el beneficio y el
presupuesto de la familia.
El dinero no infunde temor
Un grupo de investigadores polacos llegó a una
conclusión similar sobre las razones por las que las personas deberían hablar
francamente sobre finanzas. Los niños, dicen los investigadores, son rápidos en
absorber el valor simbólico del dinero, aunque no entienden su funcionamiento.
Si los padres no hablan honestamente sobre el tema, agregan, esas asociaciones
se acumulan y llevan a los niños a actuar de forma egoísta en el corto plazo y,
a largo plazo, los deja con la ilusión del poder del dinero.
Los padres deben tener cuidado de no darle al
dinero mucho peso psicológico, dice Tomasz Zaleskiewicz, uno de los autores del
estudio, que fue publicado en la revista especializada Journal of Economic
Psychology. Para Zaleskiewicz, que es profesor de psicología en la Universidad
de Ciencias Sociales y Humanidades en Breslavia, Polonia, la mejor forma de
hacerlo es hablando de dinero en forma racional.
Enséñesle sobre la marcha
Otro error que los padres cometen con la
educación financiera es tratar de hacerlo de un solo golpe. Para ello inscriben
a sus hijos en cursos de vacaciones o clases adicionales que apuntan a enseñar
desde cómo gestionar un puesto de limonada hasta solicitar un crédito
hipotecario.
El problema es que el conocimiento financiero
decae con el tiempo, dice John Lynch, director del Centro de Investigación
sobre Toma de Decisiones Financieras de los Consumidores en la Universidad de
Colorado, en Boulder.
En un gran análisis de más de 200 estudios que
se publicaron el año pasado, Lynch y otros dos profesores determinaron la
rapidez con la que desaparecen los efectos de la instrucción financiera única.
Su análisis encontró que el impacto de una hora de educación financiera
desapareció después de unos cinco meses. Dieciocho horas se disiparon después
de alrededor de 17 meses. Y 24 horas desaparecieron después de unos 20 meses.
Lynch cree que sus descubrimientos apoyan una
estrategia cada vez más popular entre los educadores y estrategas financieros
llamada “justo a tiempo”. En lugar de enseñar todos los elementos de finanzas
personales durante una única vez, la educación “justo a tiempo” les da a los
consumidores el conocimiento que necesitan cuando va a participar en una
transacción. Así que en lugar de dar información sobre préstamos de autos a los
estudiantes en un libro escolar, los consumidores obtendrían la información en
el momento que empiezan a comprar un auto.
Los padres pueden adoptar esta técnica, por
ejemplo, enseñando a sus hijos sobre presupuesto cuando reciben regalos en
efectivos de algún tío o abuelo. “Si usted tiene esa conversación unos meses
antes o unos meses después, no va a tener ningún efecto”, subraya Lynch.
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