Cada flor tiene su precio
DW - sabado, 14 de febrero de 2025
En tiempos de la comunicación virtual en los
que cada vez más gente se contenta con enviar o recibir un “smiley”, ¿sigue
habiendo demanda de flores reales?
Sí la hay, y grande. Alemania es líder en la
industria de las flores. El volumen del mercado germano de flores y plantas es
de 8.200 millones de euros anuales. Una cifra nada despreciable, si se tiene en
cuenta que en los últimos años los alemanes han destinado, en promedio anual y
per cápita, 37 euros para flores y 67 para plantas, mientras que gastan 45
euros en chocolates. Aunque la tendencia es a la baja, el mercado interno de
las flores y plantas representa las dos terceras partes de la industria del pan
y las tortas.
¿Se confirma aquí el dicho de que “no solo de
pan vive el hombre”?
En efecto. Una flor nos brinda lo que no nos
puede dar otro producto. En “Mercados florecientes” describo los sentimientos
que hacen de las flores un producto valioso. Las flores son símbolo de belleza
y amor, pero también con las que podemos expresar condolencia, simpatía,
interés y reconocimiento. Gracias a lo natural de una flor mantenemos una
relación emocional con ella que el mundo virtual nunca podrá ofrecer. Por
fortuna hay otras cosas que nos alegran la vida, como las flores, la música, el
arte, en general.
¿Qué tan rentable es para países
latinoamericanos producir y exportar flores?
Las flores son un producto agrario de exportación,
con el que, sobre todo, los países del trópico compiten fuertemente con bajos
salarios y suelos más baratos. Salarios que, muy a menudo, no corresponden con
la intensidad del trabajo que requiere el cuidado y la cosecha manuales de cada
flor. El verdadero alto valor de la producción de cada flor no se refleja en
los bajos precios por los que supermercados de cadena ofrecen flores en
Alemania.
¿Cuáles son las causas de esa distorsión del
precio de las flores?
Las flores, a pesar de su valor, han sido
convertidas en un producto secundario que los supermercados ofrecen por unas
pocas monedas. Muchos creen que si a los clientes no se les ofrece flores a
precio de ganga, no las comprarían. Esto pone a las floristerías profesionales
ante el problema de una competencia desigual frente a las grandes cadenas que
prefieren la cantidad y no la calidad.
¿Es la distorsión del precio de las flores solo
un problema generado por los grandes supermercados o hay otras causas para
ello?
El mal está relacionado con las estrategias
internacionales del mercado de las flores. Una de las cosas que yo critico en
mi libro es la subasta de las flores que tiene lugar en Aalsmeer, cerca de
Ámsterdam, el mercado de flores más grande del mundo. Y como hay cada vez más
países que producen flores, hay una sobreproducción que arruina los precios de
venta en el país consumidor. Al mismo tiempo, los cultivadores que compiten en
los países productores reducen los precios pagando menos por el intensivo
trabajo y no respetando los estándares medioambientales.
¿No sería viable una especie de cartel de las
flores, así como existió el del café que regulaba la producción y mantenía el
precio? ¿O va esto en contra de la tendencia del libre mercado?
Así es, pero a eso se agrega que la flor es un
producto casi eminentemente temporal, cuyas mayores ventas dependen de pocas
fechas como San Valentín, el Día de la Madre, bodas o cumpleaños. Eso impediría
cualquier intento de fijación de precios. Una opción sería la introducción de
sellos de calidad, como en el caso de la producción del café, que garantizan el
cumplimiento de estándares laborales y ambientales en la producción. Esta
propuesta, empero, tampoco cambiaría la estrategia mundial de los precios.
Desde hace décadas defensores de derechos
humanos y sindicalistas han denunciado maltrato laboral y condiciones de
trabajo nocivos para la salud y el entorno natural en el sector. ¿Ha mejorado
algo?
Sí, mucho. En la industria ha crecido la
conciencia de que no todo se puede. Justamente el motivo central por el que
escribí “Mercados florecientes” es destacar el valioso trabajo realizado por la
larga cadena de manos por las que tiene que pasar cada flor que se produce. Mi
intención es invitar a los amantes de las flores a reconocer el verdadero
precio de las flores. No solo se trata de invitar a comprar un producto
negociado justamente, sino de conocer las personas que lo hacen posible. Lo
mismo vale para la producción de carne o leche, por ejemplo.
¿Nos puede dar dos ejemplos de ese valor
agregado que debe animar al consumidor a pagar un poco más?
En Ecuador, el trabajo en el cultivo de flores,
cuando se respetan los estándares laborales y se hace uso responsable de los
químicos, es para muchas mujeres cabeza de familia, sobre todo en el campo, una
buena y digna alternativa de trabajo por el que son admiradas.
En Colombia, el sello de calidad Flor Verde,
comprometido con el mejoramiento de los estándares y la sostenibilidad, creado
por la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores, Asocolflores, ha
logrado una mejora de la asistencia social de sus trabajadores e implementa
estrictas reglas ambientales. En ambos países sudamericanos, empero, la total
aceptación del trabajo sindical de sus empleados sigue siendo una dificultad.
Aunque pasa casi inadvertido, Alemania es
también un país productor de flores. ¿Cómo es la situación aquí?
Alemania produce más plantas y menos flores. Lo
que depara aquí dolor de cabeza es la contaminación de los suelos. Como el uso
de químicos en la producción de plantas decorativas es menos controlado que en
el cultivo de frutas y verduras, existe aquí una especie de “zona gris”. Otro
de los problemas de la producción de flores y plantas decorativas en Alemania
son las condiciones, a menudo precarias, en las que trabajan los ayudantes
temporales que, por lo general, vienen de Polonia y Ucrania. Los problemas no
se limitan a África y América Latina.
En Alemania existe la figura –casi folclórica–
del indio o pakistaní vendedor de rosas a los enamorados en los restaurantes.
¿Qué tan cierto es que estos inmigrantes sean víctimas de mafias del trabajo
barato?
Lamentablemente no traté el tema en mi
investigación, así que no puedo confirmar o desmentir esa suposición. En todo
caso el trabajo del vendedor de rosas en restaurantes alemanes tiene que ver
con las duras condiciones laborales del sector, también aquí en Alemania. Pero
aquí vemos de nuevo que la rosa es muy codiciada porque es el símbolo de los
enamorados. Y si un hombre aprecia tanto a su pareja debería estar dispuesto a
pagar el valor del trabajo del productor y el servicio del vendedor, porque
cada flor tiene su precio.
*Silke Peters es autora del libro
"Florecientes negocios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario