Los bancos privados deben ser algo más que
lavaderos de dinero
El Cronista Comercial - febrero de 2015
Se lava dinero cuando una persona canaliza el
efectivo proveniente de un robo, fraude o expropiación en una cuenta de un
banco suizo, o en un departamento costoso en Manhattan, para que su procedencia
parezca lícita. Entonces, ¿cuál es el término apropiado para el concepto de
manchar ganancias de una empresa legal mediante evasión de impuestos y otros
chanchullos? Quizás se lo pueda llamar "ensuciar dinero".
Esa pregunta me surgió la semana pasada
mientras leía sobre los 30.000 clientes de banca privada que tenía HSBC en
Suiza a mediados de la década de 2000.
Algunos aparentemente estaban evadiendo
impuestos nacionales; otros cumplían con la ley pero muy rara vez, saliendo de
su sucursal de Ginebra con valijas con billetes usados. La actividad no era
ilegal, pero tampoco del todo legal: había varias gamas de gris.
El paria de la era es el residente sin
domicilio fiscal, un magnate sin raíces tentado por las propiedades y los
refugios financieros de Nueva y Londres y la promesa de paz, tranquilidad y un
tratamiento fiscal generoso. Compra un departamento en el Central Park o una
casa en Mayfair mediante una empresa fantasma y deposita el efectivo en una
cuenta de un banco suizo, abonando al gobierno del Reino Unido 30.000 libras,
en vez de impuestos.
La operación es legal, pero perjudica
sobremanera a otros contribuyentes que enfrentan déficits presupuestarios y
recortes del gobierno mientras procuran obtener un crédito hipotecario que les
alcance para comprar una casa cuyo precio se fue a las nubes gracias a las
bajas tasas de interés y a la inundación de dinero extranjero.
El privilegio de lo que el propio gobierno del
Reino Unido llama "un régimen impositivo muy generoso" se limita a
los pocos que están offshore.
Pensemos por un momento en el multimillonario,
cuya vida, en algunos sentidos, es más desafiante que la nuestra. La nota de la
semana pasada, entre las que aparecen en Le Monde y The Guardian sobre el HSBC,
y una serie del en New York Times sobre extranjeros que compran departamentos
en el Central Park, trata sobre cómo Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook,
logró adquirir todas las propiedades que rodean su casa.
Un desarrollador inmobiliario que compró una
casa detrás de la de Zuckerberg en Palo Alto le contó que pensaba construir una
nueva residencia enorme desde la cual se podría ver su habitación. No solo
Zuckerberg pagó u$s 1,7 millones a Mircea Voskerician, el agente, por el
derecho de comprar la propiedad, según Voskerician, sino que además su asesor
financiero adquirió otros tres terrenos cercanos por un monto de u$s 39
millones.
Voskerician entonces inició una demanda por
incumplimiento de contrato, reclamando que su vecino había prometido no sólo
indemnizarlo sino también presentarle contactos útiles en Silicon Valley, lo
cual Zuckerberg niega. La presión del agente dieron sus frutos porque el
fundador de Facebook es un multimillonario que vive en un barrio común, aunque
caro.
Es el problema de una persona rica, pero da la
pauta de porqué muchos ricos -especialmente los 128.000 ciudadanos del mundo
que el Credit Suisse estima que poseen activos valuados en más de u$s 50
millones- permanecen ocultos. Un banquero reveló a The Guardian que había
depositado 5 millones de libras en la unidad de banca privada del HSBC para que
sus colegas no supiesen las primas que obtendría.
Los ricos tienen buenas razones, además de la
evasión de impuestos -incluso la evasión lícita de impuestos-, para colocar su
dinero en bancos suizos. La razón típica es que el dinero no está seguro en
casa, donde un gobierno distinto puede llevárselo o, en el caso de Rusia, el
mismo presidente con un parecer distinto. Al fin de cuentas, hay antecedentes
de expropiaciones arbitrarias de propiedades pertenecientes a ciudadanos europeos.
Si bien todo es legítimo, tener riqueza
depositada en banca privada o empresas fantasma se parece a lavar dinero. El
dinero termina en lugares similares, igualmente ocultos de la vista del
público. Cuando los ricos legítimos también evaden impuestos, la distinción
empieza a hacerse delgada.
Estas no son circunstancias saludables para los
gobiernos que parecen estar delineando exenciones fiscales a la élite global a
costa de sus propios ciudadanos, o para la banca privada que manchan la
reputación de todos los clientes avalando los pecados de unos pocos, o para
empresarios que se esfuerzan para construir su riqueza. Todos podrían hacer más
para solucionar el problema.
Para el gobierno del Reino Unido, eso significa
reformar las exenciones fiscales de los residentes sin domicilio fiscal, que
favorecen a los ricos permitiendo que la gente pague un impuesto anual que va
de los 30.000 a 50.000 libras para proteger ingresos y activos offshore. Muchos
califican por tener un pariente extranjero, lo cual es curiosamente arbitrario.
El Reino Unido y otros países, incluyendo los
Estados Unidos, también deberían tomar medidas enérgicas en relación con el
abuso de empresas fantasma, el vehículo financiero por elección para quienes
lavan dinero. La mayor parte del saqueo de las riquezas de países en desarrollo
se lleva a cabo utilizando empresas fantasma y cuentas offshore. Utilizar el
mismo mecanismo para ocultar los verdaderos propietarios de viviendas costosas
es extremadamente común.
Para la banca privada, significa proteger e
invertir la riqueza lícita, más que contribuir a la evasión de impuestos y el
lavado de dinero. Hay suficientes personas con dinero de origen lícito
-incluyendo las 45.000 con activos valuados en más de u$s 100 millones- para
que esto solo constituya un negocio rentable.
"En el pasado, la banca privada de Suiza
operaba de manera muy distinta a como lo hace ahora", dijo la semana
pasada el HSBC en su mea culpa. Puede ser, pero recuerdo a los bancos suizos
afirmando a mediados de la década de 1990 -una década antes de que sucediese
esto- que la evasión impositiva había quedado en el pasado. Luego de un tiempo,
uno deja de creer.
En cuanto a los ricos, podrían preguntarse si
quieren parecerse a quienes lavan dinero, sacando montañas de billetes de los bancos
para evadir impuestos que otra gente paga.
Aunque cumplan con la legislación local, ¿es
forma de comportarse?
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