Enriqueta Martí, la vampira que no fue
La Vanguardia - miércoles, 31 de
diciembre de 2014
La primera vez que el escritor Jordi Corominas
leyó una reseña sobre la tremebunda historia de Enriqueta Martí i Ripollés,
nacida en 1868 -bautizada después "la vampira del Raval"- también
creyó en su leyenda negra. ¿Por qué tendría que dudar del relato oficial?
Así quedó registrada en su memoria:
"Nacida en Sant Feliu de Llobregat, fue a Barcelona y amó el pluriempleo.
Sirvienta, probable prostituta, curandera, proxeneta, secuestradora, mendiga,
lavandera, modista, madre sin hijos, progenitora huérfana, amiga de los ricos,
princesa de los pobres, vampira por mitología y asesina en serie por caprichos
de la propaganda". ¿Quién da más? se preguntaba el escritor.
Teóricamente -sobre el papel y en connivencia
con el relato de las autoridades- Enriqueta Martí habría sido un verdadero
monstruo. Todo habría empezado por el secuestro en 1912 -eso sí fue cierto- de
una niña de cinco años, Tereseta Guitart.
Diecisiete días después la criatura aparecería
con el pelo rapado y vestida con andrajos en su piso de la calle Poniente donde
-contaban las crónicas- se encontrarían espeluznantes hallazgos: huesos, restos
de sangre, extraños utensilios...
Se suponía que Enriqueta secuestraba niños y
utilizaba sus flujos corporales para elaborar ungüentos que vendía a burgueses
-a la salida del Liceu- o aristócratas -más arriba de Diagonal- con la promesa
de "la eterna juventud". ¿Se les ocurre algo más espeluznante?
"Yo elaboraba artículos de crónica negra
-explica Jordi Corominas a La Vanguardia- intentando buscar alguna rendija por
la que comprender la vida de asesinos y víctimas". Hizo lo mismo en Radio
Barcelona. Barajando información sobre crímenes locales siempre chocaba con el
nombre de Enriqueta Martí. "Un día, habiendo aceptado ya la versión
mentirosa, decidí meterme de lleno, bucear, en la hemeroteca. Precisamente, la
de La Vanguardia". Y entendió por qué muchos cronistas miraban solamente
la información escabrosa que se publicó los primeros días prescindiendo de
realizar un posterior seguimiento riguroso.
"Enriqueta no era una asesina sino más
bien paradigma de una Barcelona pobre y desesperada que era la que no
acostumbraba a salir en los medios". A Corominas le fascina, de Enriqueta,
que no deja de ser una víctima de una ciudad donde no se aplica ningún tipo de
piedad, no se contextualiza, y donde la miseria era el factor común "por
mucho que nos hayamos quedado con la narración del Modernismo oficial o con el
esplendor de la burguesía de entonces".
La curiosidad de Jordi Corominas i Julián, sin
embargo, iba más allá. Tras el impacto inicial, cotejó artículos como el
publicado por Pedro Costa en El País. Empezó a investigar y, tras muchas horas
de trabajo, llegó a la conclusión de que la historia de la Vampira del Raval no
había sido más que el producto de una maquinaria periodística a favor del morbo
y la truculencia. Repasó notas y archivos, releyó crónicas de la época en La
Vanguardia y ABC y confirmó que "muchos de quienes volvieron a explicar el
caso se limitaron a leer las reseñas de esos primeros días pero dejaron de
investigar los últimos rastros del relato...". Porque la historia de
Enriqueta no es como parece.
La lectura de Barcelona 1912. El caso Enriqueta
Martí (Sílex) es doblemente interesante por cuando desmonta toda la maquinaria
de la leyenda. Para Corominas, Barcelona, que no contaba hasta entonces con un
gran asesino en serie local, la figura de Enriqueta "era una gran
oportunidad para encajar en el parque temático barcelonés, una suerte de Jack
el Destripador ambientado en la época de la Rosa de Foc".
El morbo y el sarcasmo estaban servidos.
Incluso L'Esquella de la Torratxa publicó, como portada, el 8 de marzo de 1912,
un dibujo cómico donde aparecía una monstruosa Enriqueta con un par de niños
bajo el brazo y otros tantos a su paso, y una leyenda: "El plat del
dia".
Rumores y falsedades que el ensayo se encarga
de desmontar. No es el primero. Hace pocos meses la historiadora Elsa Plaza
publicó otro con conclusiones parecidas a las de Corominas y un enfoque
sociológico y de género. Enriqueta Martí, lejos de ser una asesina, sería una
mísera mujer marcada por un hecho que le destrozó la vida: la muerte de una
hijo, con apenas diez meses, a causa de la malnutrición. "Perturbada por
esa situación -concluye Corominas- secuestró a Tereseta". Tal vez para
buscarle una compañía a Angeleta, la otra niña que ella cuidaba, en el piso que
compartía con el abuelo. "Pero la suya no era una mente analítica ni
criminal. Hoy hubiera recibido atención psiquiátrica".
La leyenda de "la mala dona" ha
generado varias novelas, obras de teatro, incluso un musical. El trabajo de
Corominas rectifica y dignifica, en algo, su figura. La Barcelona de fin de
siglo XIX -una ciudad con el 50% de analfabetismo y 12.000 prostitutas- era
lugar idóneo para el relato siniestro. Pero aquella pobre desgraciada sobre la
que se cebaron las crónicas de la época -y posteriores- ni siquiera murió, como
se dijo, apalizada por sus compañeras reclusas -aunque falleció en prisión- sino
víctima de un cáncer de útero.
"Su historia real no deja de ser
dickensiana -continúa Corominas- y este es el contraste más salvaje con la
versión oscura que hemos heredado. En realidad, lo único que tenemos es un ser
anónimo, a quien siempre andan desahuciando, enfrentado a unas condiciones
materiales de máxima miseria que la llevan a una serie de hechos alucinantes
que tampoco podrían haberse sucedido con tanto impacto sin un elemento
esencial: las apariencias".
Para el autor de este ensayo desenmascarador,
Enriqueta fue sólo el chivo expiatorio periodístico que ocultaba las vergüenzas
de Barcelona. No olvidemos que su cuñada le da a cuidar su criatura -Angeleta-
porque la ha tenido viuda y teme el qué dirán.
El autor del ensayo descarta una por una las
hipótesis. ¿Se demostró que existieran los famosos "ungüentos"
milagrosos? No. ¿Restos de sangre en alguna toalla? Enriqueta sufría un cáncer
de útero que le provocaba hemorragias vaginales ¿De qué eran los huesos que
encontraron? Unos, probablemente extraídos de algún cementerio, y utilizados
como amuletos mágicos, otros de animales usados para cocinar, gallinas y huesos
de cerdo. Su día a día no era más que la suma de una vida desgraciada y una
existencia misérrima que alguien quiso manipular, años después, como reclamo
turístico.
El caso, tan sensacional como misterioso, queda
registrado también en La vampira de la calle Poniente, donde Ginger Ape Books
publicó sueltos y reseñas remitidas por las agencias de noticias en la prensa
madrileña y crónicas del novelista Luis Antón del Olmet, uno de los forjadores
de la leyenda, corresponsal especial del ABC que acabó por creerse aquella
aquella feria de detalles macabros. Y, con él, todos sus seguidores.
Enriqueta Martí murió a los 45 años en la prisión
Reina Amalia. Su historia acaparó la atención de toda España y esta fue la
reseña inicial, el disparo de salida de una leyenda que hoy se está
desmontando: "Barcelona 27, 2 tarde (Urgente). Un guardia municipal ha
encontrado esta mañana a la niña desaparecida. Estaba secuestrada por una mujer
de cuarenta años, llamada Enriqueta Martí, en una casa de la calle de Poniente.
Cuando el público ha conocido la noticia, se ha agolpado frente al domicilio de
la Enriqueta, y para evitar un asalto, han tenido que acudir las fuerzas del
orden público. Ampliaré detalles".
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