Las claves de un buen negociador
América Economía - diciembre de 2014
Todo proceso de negociación, necesariamente,
tiene que partir por entender cuál es la posición de quien negocia. No podemos
sentarnos en una mesa de negociación sin tener claro dónde estamos, a dónde
queremos ir y por qué queremos llegar hasta ahí.
El segundo punto es entender y estudiar a la
contraparte. El mismo ejercicio: dónde está la contraparte, qué quiere y por
qué lo quiere… Cuáles son sus dolores. Porque en teoría uno puede estar
negociando sobre A, pero en realidad lo que le preocupa al otro es B. Lo que a
uno le interesa es B, pero por alguna razón, están enfrascados en A. Si uno no
hace el ejercicio de explorar qué quiere el otro, vamos a negociar B contra A,
y nunca vamos a llegar a un acuerdo, porque uno puede estar pensando que el
otro quiere A, cuando en realidad quiere B. Si uno entiende qué quiere el otro,
se puede llevar la discusión a una solución para ambos.
La tercera variable es las más importante: la
preparación. Es decir, establecer cuáles son mis argumentos, qué es lo que voy
a utilizar para convencer a la otra parte de que mi posición es la que se debe
tomar. Para ello es necesario estar bien documentado sobre nuestra parte y la
contraparte. Si estamos bien preparados, la estrategia que uno definió puede
cambiar en el camino dependiendo de la información que sale de la contraparte.
La improvisación en una negociación es el peor enemigo.
Lo otro es tratar de determinar si el ámbito de
la negociación es el de una negociación distributiva, es decir, que cada punto
que uno gana, es un punto que el otro pierde; o si lo puedo encaminar hacia una
negociación colaborativa, es decir, en la que hacemos que la torta sea grande
para que uno gane y el otro también gane.
Otro punto importante en todo proceso de
negociación es el control de las emociones. Yo puedo gritar en una negociación
–si conscientemente así lo tengo dispuesto– porque estoy buscando una reacción
en el otro. Pero no pueden ganar los impulsos, porque eso desbarata cualquier
estrategia de negociación. Es fundamental pensar en frío. Y todas las
reacciones que uno tiene -gritar, o patear el tablero– deben estar previamente
programadas y practicadas.
Un escenario de negociación es como una obra
teatral. Uno ya sabe cuál es su rol, cuál es su libreto; uno ya sabe cuál es el
libreto del otro, entonces, se comienza a jugar con ellos. ¿Qué pasa, por lo
general? Que en el 99% de los casos… éso nunca sucede. Nadie, absolutamente
nadie, prepara una negociación. Entonces, improvisa y, definitivamente, termina
trasquilado. Si bien no nacemos negociadores, cualquiera –hasta un niño de
cinco años– puede hacerlo si está lo suficientemente documentado en términos de
su posición y de la posición del otro.
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