Obama mueve las fichas en un fin de año agitado
INFOnews - sábado, 20 de diciembre de
2014
En política internacional –al igual que en la
vida en general, aunque esto es más discutible– conviene no creer que las
casualidades existen. Durante las últimas semanas fueron corriendo en paralelo
un puñado de situaciones que no podrían asociarse al azar. Por un lado, la crisis
en la frontera rusa fue generando una serie de sanciones contra el gobierno de
Vladimir Putin, al que se acusa de intentar rehacer el imperio zarista.
Mientras tanto, persiste el acoso al gobierno de Nicolás Maduro, que también
fue sancionado por la administración de Barack Obama por lo que considera una
violación de los Derechos Humanos.
En otro tablero de esta partida de ajedrez, el
precio del petróleo se seguía desplomando en una operación de la que no es
ajena la Casa Blanca, principal apoyo político y militar de Arabia Saudita. Es
que la Organización de Países Productores de Petróleo, OPEP, fundada en 1960 a
instancias del gobierno venezolano de Rómulo Betancourt, no pudo acordar una
reducción en la producción del crudo ante la negativa del reino saudí.
Integrada, entre otros, por venezolanos y saudíes, la OPEP cuenta entre sus
miembros a países como Libia, Irak, Irán, Ecuador y Nigeria. En 1973, la
organización fue clave en la crisis del petróleo que disparó los precios en
boca de refinería al doble.
A pesar de las diferencias ideológicas y
económicas, durante décadas hubo marcos para el acuerdo entre un rey Abdalá bin
Abdelaziz en Riad con un Saddam Hussein en Bagdad, Muhammad Khadafi en Trípoli,
los ayatolás en Teherán y hasta un Hugo Chávez en Caracas. Esta vez, la
negativa de Arabia Saudita a disminuir la extracción para que los precios no
caigan le dio un golpe mortal a la propuesta encabezada por el presidente
Nicolás Maduro. La propuesta funcionaría si todos se pliegan, si de las arenas
saudíes sigue fluyendo el líquido, además de que no se evitaría la caída se
reducirían aún más los precios del principal ingreso venezolano.
Como se entiende, la jugada también perjudica a
Irán, Libia e Irak. Pero sucede que en estos dos últimos países hay grupos
irregulares (como el EI en el caso iraquí) que venden por su cuenta y sin
intervención de ningún Estado establecido. Pero este escenario golpea
sobremanera a Rusia, que no integra la OPEP pero es el tercer productor mundial
y obtiene del oro negro su principal ingreso, junto con el gas, también
devaluado por la caída de precios.
Circula la idea de que la baja tiene como
objetivo lesionar el naciente negocio del fracking, con lo cual resultaría a
salvo la sospecha sobre Estados Unidos, que se coló entre los top ten
productivos precisamente a través de esta nueva técnica en territorio propio.
Pero no parece un buen argumento puntual: cualquier dumping es inicialmente una
pérdida para el que lo realiza, pero con suficientes espaldas, a la larga
destruye a los competidores. Nadie duda del aguante que tiene quien maneje la
maquinita de fabricar dólares.
Y aquí viene la otra cuestión: ayer Putin tuvo
que salir a señalar que los rusos deberán soportar dos años de crisis por la
debacle de la economía. El rublo se desplomó un 30% en lo que va del mes y como
el mandatario explicó, la poco diversificada economía de ese país impide evitar
una caída semejante porque muchos productos que se podrían elaborar en Rusia
deben importarse, y en moneda dura. Para Putin, las sanciones son responsables
de esta crisis en parte, y otra parte lo es el derrumbe del precio del
petróleo.
La economía venezolana también sufre el embate
de esta pérdida en su principal activo, que es el crudo. Hay otro país que hace
fuerza por ingresar a las grandes ligas de productores y que sufre las
consecuencias de otra crisis que afecta a su empresa de bandera. En Brasil
arreciaron estos días las denuncias por corrupción en Petrobras que amenaza a
funcionarios del gobierno, opositores y empresarios privados y además,
arrastraron a la baja sus acciones a un nivel histórico, a pesar de los
yacimientos marinos que multiplicaron sus reservas en los últimos años.
Tras la derrota electoral de los demócratas en
la elección de medio término de noviembre pasado, el gobierno de Obama intentó
quitarse de encima la resaca a las apuradas. La iniciativa de legalizar a
millones de inmigrantes indocumentados fue una, rechazada por la oposición
republicana. Los medios más influyentes, léase The New York Times en primer
lugar, venían insistiendo en el carácter retrógrado de mantener el bloqueo
económico a Cuba, mientras denunciaban operaciones encubiertas a través de la
USAID para desestabilizar al gobierno de la revolución.
La frutilla del postre parecía el informe del
Senado –todavía controlado por los demócratas– sobre las bárbaras torturas
cometidas por la CIA en cárceles ilegales e incluso en Guantánamo. Desde esa
base en la isla de Cuba salieron seis presos con rumbo a Montevideo, en el
marco de un acuerdo con el gobierno de José Mujica para encontrar dónde llevar
a acusados de terrorismo nunca juzgados ni condenados por los delitos por los
que estuvieron detenidos. Pero faltaba algo más.
Mujica había pedido a cambio de aceptar a los
presos de Guantánamo un gesto de Obama para levantar las sanciones a Cuba, que
ya llevan 53 años de vigencia. Parecía un pedido que caería en saco roto. Pero
inesperadamente el miércoles, en ¿coincidencia? con el cumpleaños de Jorge
Bergoglio y con la sesión en la capital entrerriana de los presidentes del
Mercosur, Obama y Raúl Castro anunciaron un intercambio de presos y la apertura
de negociaciones para reanudar las relaciones diplomáticas, suspendidas cuando
Fidel Castro declaró que Cuba marchaba al socialismo. Por la misma fecha en que
un grupo de aventureros con apoyo de la CIA intentaba una invasión a la isla en
Playa Girón.
"Estos 50 años de aislamiento no han
funcionado, es momento de cambiar de postura. No creo que debamos de hacer lo
mismo durante otras cinco décadas y esperar un resultado distinto", dijo
Obama en su discurso. Fue una de las tantas frases con las que trató de
edulcorar el fracaso de este medio siglo. La política que buscaba aislar a
Cuba, reconoció el inquilino de la Casa Blanca, terminó por aislar a Estados
Unidos. Las últimas votaciones en la ONU para levantar el bloqueo –188 a favor
de Cuba y dos a favor de Estados Unidos– son la prueba más evidente, analizó
Obama.
La reunión presidencial de Paraná estalló en
alegría. Era un triunfo no solo de los cubanos, que resistieron las peores
presiones durante más de cinco décadas, sino de los latinoamericanos, que cada
uno a su manera fueron desandando un camino sinuoso iniciado durante los años
60 por dirigencias teñidas de un anticomunismo cerril cuando no de una
obsecuencia venal con los mandatos de Washington.
Pero la cumbre del Mercosur no olvidó tras este
gesto arriesgado de Obama –los anticastristas antediluvianos abundan en Estados
Unidos– de rechazar las sanciones que paralelamente su administración había
aprobado contra Venezuela.
Para Cuba se inicia un período de expectativas
favorables. La reapertura de relaciones permitirá despejar un flujo de
inversiones latentes que se demoraban por las restricciones y las sanciones
establecidas en el paquete de leyes que sustentan el bloqueo, y que castigan
también a terceros países que negocien con la isla.
Castro aleccionó en su discurso sobre la
necesidad de aprender "el arte de la convivencia" entre naciones con
perspectivas y sistemas diferentes. Y le aclaró a Obama que lo principal, que
es el bloqueo, no está resuelto. Y que tiene cómo sortear lo que seguramente
será un rechazo del congreso republicano a levantar la cincuentenaria medida,
algo sobre lo que el presidente estadounidense ya había anunciado avances.
Los demócratas, en tanto, despejan el camino
hacia la posibilidad de un nuevo período demócrata, en las elecciones de 2016.
Con un tercer Bush en la gatera –Jeff, ex gobernador de Florida– el camino de
Hillary Clinton suena menos dificultoso Obama cumple con promesas hechas a la
comunidad hispana en su campaña. No cerró Guantánamo, pero fue liberando presos.
No levantó el bloqueo, pero fue quien más avanzó en ese sendero. No logro una
ley de inmigración, pero facilitó la legalización.
Al mismo tiempo, libera tensiones en el agitado
"patio trasero" latinoamericano en vista de los frentes abiertos en
Ucrania, Siria, Irak e Irán. No conviene creer que una potencia es capaz de dar
una puntada sin nudo y menos si un discurso presidencial termina con un
"todos somos americanos". En castellano.
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