¿De qué sirve soñar?
Forbes - miércoles, 17 de diciembre de
2014
Aunque para muchos soñar sea una pérdida de
tiempo, en realidad, si no hacemos caso a esa imaginación estamos dañando
nuestra capacidad creativa e innovadora. Deja entrar la imaginación en tu vida
cotidiana.
Dicen que soñar despierto es una actividad
reservada para las mentes románticas y que nos aleja del mundo pragmático. Para
muchos es una pérdida de tiempo y como sabemos que el tiempo es oro, no lo
debemos perder ni mucho menos desperdiciar. Tal vez por eso no nos permitimos
darle vuelo a la imaginación y reprimimos esa actividad que obnubila la mente.
Si nos descubrimos en un viaje al universo de los sueños, rápidamente nos
alejamos de ahí y nos precipitamos al mundo de lo real y concreto. Es posible
que esa sea la razón por la cual no ponemos atención a esos mundos imaginarios.
¿Qué pasaría si pusiéramos atención?
De la misma forma en la que un niño anhelante
mira los juguetes desde la vitrina y por medio de la fantasía se ve
interactuando con el carrito o la muñeca, los adultos podríamos emprender el
vuelo y dejar la mente suelta para ver a dónde nos lleva. Es una especie de
ejercicio que nos revela cuáles son las grandes esperanzas y posibilidades que
nos gustaría alcanzar. Si ponemos atención es posible que en ese viaje
fantástico se descubran caminos para llegar a soluciones concretas.
Esto que suena tan fantasioso, rayano en lo
infantil, ha sido fuente de estudio en la Universidad de Stanford,
específicamente por la profesora Tina Seeling, quien afirma que hemos estado
tan acostumbrados a inhibir los procesos creativos de la mente que anulamos
posibilidades reales y concretas que emanan de la imaginación.
El reto de la creatividad y la innovación
reside en encontrar el conocimiento, las actitudes, desempeños y habilidades
para resolver grandes problemas a partir del mejor recurso renovable y que está
al alcance de cualquiera: la imaginación.
Cuando somos niños accedemos de forma natural
al mundo de la imaginación en un intento por entender al mundo que nos rodea.
Con un gran sentido de curiosidad jugamos y resolvemos los acertijos que nos
plantea el entorno ayudados por la fantasía. Así, tiramos objetos de diferentes
dimensiones para ver si caen al suelo al mismo tiempo, lanzamos pelotas para
ver como suenan cuando se impactan con el muro, tocamos las superficies para
verificar las texturas y combinamos de forma aleatoria diferentes ingredientes
para comprobar a lo que saben esas mezclas ingeniosas. Inventamos juegos en los
que vivimos en otros planetas con nuestros amigos o en los que conquistamos
fronteras o avanzamos en territorios novedosos. Confiábamos en nuestros
talentos creativos y nos animaban esos juegos. Nos divertían.
Sin embargo, al llegar a la edad adulta dejamos
de lado esas valiosas herramientas y las cambiamos por la seriedad, el buen
juicio, el trabajo duro y la productividad. Hacemos énfasis en nuestra
capacidad de planeación y control para minimizar el riesgo que plantean los
escenarios futuros y nos aseguramos de implementar los planes con las menores
desviaciones posibles. Como adultos inmersos en la vida laboral, nos centramos
en lo concreto y la aptitud creativa cede terreno. Aprendemos a juzgar, a
valorar y a desechar nuevas ideas. Estrechamos la visión y empequeñecemos el
horizonte.
Por suerte, el cerebro humano está diseñado
para funcionar en forma creativa y es muy fácil desempolvar esta máquina de
creatividad que tenemos alojada en el cráneo. La capacidad imaginativa es
inherente al ser humano. Algunos, como los griegos, la llaman inspiración y la
representan por medio de musas; otros como Shakespeare le llaman talento. Sea
que las ideas provengan del Olimpo o que se enciendan en el cerebro a partir de
nuestros propios recursos, la imaginación es una herramienta poderosa que
debemos alentar en vez de inhibir.
La creatividad se estimula por medio de la
imaginación y, aunque trae resultados fantásticos, no es un elemento mágico;
existe un método para encenderla, cultivarla e intensificarla. Así como los
científicos usan el sistema de prueba y error, para descubrir la forma en la
que funcionan las cosas, la creatividad se recrea a partir de métodos
inquisitivos: de preguntas. Las herramientas creativas, a diferencia de las
científicas, ayudan a inventar, no a descubrir.
Estas herramientas están integradas al cerebro
humano y las utilizamos todos los días para resolver los retos de la vida
diaria. Por el uso de estos utensilios a alguien se le ocurrió doblar la hoja
como marcador de lectura o los relojes despertadores o los teléfonos celulares,
o los anteojos o los papalotes o los cepillos de dientes o cualquier cosa que
nos hace la vida más fácil y disfrutable. Por eso a alguien se le ocurrió que
sí se puede hacer un viaje de la tierra a la luna o de veinte mil leguas de
viaje submarino.
El uso de estas herramientas es tan cotidiano
que lo pasamos por alto. En la caja de la creatividad se encuentran el
conocimiento, la experiencia y la actitud. El conocimiento es el combustible de
la imaginación. La experiencia catapulta la transformación del conocimiento en
ideas nuevas y la actitud es la chispa que enciende la maquinaria de la
creatividad y la innovación.
Siempre hay retos que resolver y problemas que
enfrentar. Siempre habrá mejoras que llevar a cabo y fronteras que traspasar.
No hay nada que esté totalmente acabado. Cada nuevo reto inicia con un sueño
consciente que vuela desde una situación concreta y fantasea en las posibles
soluciones. El primer paso es darle oportunidad a la fantasía para que vuele y
a las tendencias creativas para que maduren. Entonces, elaborando las preguntas
adecuadas y en el ejercicio de la imaginación se llega a soluciones
extraordinarias y concretas. Albert Einstein dijo que si tuviera que resolver
el problema del mundo en una hora, pasaría 55 minutos buscando la pregunta
adecuada y una vez que la hubiera encontrado, tardaría cinco minutos en dar con la solución correcta.
La creatividad se debe ejercitar, mientras más
entrenada, más eficiente será y, al igual que un músculo, si no se usa, se
atrofia. El punto central es que la
creatividad no es algo en lo que se piensa, es algo que se hace, que se pone en
práctica. Por ello grandes empresas trasnacionales están poniendo en marcha
talleres de creatividad como parte del entrenamiento de sus ejecutivos de alta
dirección. Corporaciones del ramo financiero,
farmacéutico, tecnológico impulsan a sus directores a participar en círculos de
lectura y actividades artísticas. Invitan a sus directivos a convocar a las
musas para despertar ese aspecto imaginativo que los puede ayudar a destrabar,
en forma innovadora, problemas concretos de sus áreas de responsabilidad. Los
impulsan a soñar despiertos y los entrenan a no inhibir ese proceso creativo
que es un aliado estupendo.
Las nuevas tendencias administrativas sostienen
que soñar despiertos nos mantiene más cerca del mundo pragmático y nos ayuda en
el mundo real y concreto. Así como un niño sueña con los juguetes de la
vitrina, así un ejecutivo puede diseñar hipótesis que lo lleven a alcanzar
grandes soluciones que lo lleven a rentabilizar sus planes. O, tal vez,
dejándose llevar por la imaginación, logre despejar la mente y encuentre
caminos que de otra forma, no se le hubieran ocurrido.
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