Jordi Muñoz, de ‘nini’ a millonario
Forbes - domingo, 28 de diciembre de
2014
Jordi Muñoz es un joven mexicano de 27 años que
se sobrepuso muchos obstáculos: ser rechazado por el sistema de educación
superior, huir de un hogar roto, conseguir mediocres trabajos y perderse en el
amor. Ahora derrocha su talento para desarrollar robots.
Tijuana, Baja California.-La segunda vez quelo
rechazó el Instituto PolitécnicoNacional (IPN), tomósus escasas pertenencias,
las metió enuna maleta y se regresó a Tijuana. JordiMuñoz prefirió vivir en Estados Unidos, primero
pornecesidad, luego por gusto. Su plan eratriunfar en la Ciudad de México,
estudiaruna ingeniería y conseguir su título. Después, involucrarse de lleno
enla industria aeroespacial. Pero fracasó.
No se fue solo; llevaba consigo un trago
amargo: el divorcio de sus padres y el persistente recuerdo en el que su padre
le decía todo lo que él había hecho desde los 20 años sin la ayuda de nadie.
“Siempre me decía: ‘¡Y tú qué!’”. Hoy, Jordi continúa asimilando la ruptura de
su hogar.
A pesar de todo, se fue a vivir con su padre a
Ensenada, aunque sabía que tenía que salir de ahí muy rápido. Sólo necesitaba
un empujón, que consiguió cuando tenía 18 años.
* * *
Consiguió su primer empleo en el Aeropuerto
Internacional de la Ciudad de México, donde trabajaba haciendo de todo. No duró
mucho. “Estaba bien matado. En el aeropuerto se me quitó todo lo fresita y
junior que tenía; como la película esa de Nosotros los Nobles, sufrí, me
robaron”.
La mala suerte era su compañera fiel, aunque
poco después, empezó a descubrir su talento escondido. Guillermo Romero, el
mejor amigo de Jordi desde la primaria, recuerda que cuando estaban en la
secundaria las computadoras era lo único que “amaban” en este mundo. Desde ahí
nació una curiosidad por la electrónica y nuestro plan era estudiar
electrónica. Bueno, Jordi traía otra idea, le interesaba lo espacial, la
aeronáutica”.
Hacia 2005, Jordi se fue a vivir a los
edificios de Tlatelolco. En ese entonces, trabajaba en un café Internet cerca
del Zócalo. “Me fue muy bien porque ahí de volada les arreglé todo… La muchacha
estaba fascinada conmigo. Pero lamentablemente la mataron y cerraron el lugar.
Me quedé sin trabajo otra vez”.
En ese entonces, uno de sus tíos era abogado
del hermano del empresario Carlos Peralta, de Grupo IUSA, un conglomerado que
participa en diversos sectores como el de las telecomunicaciones, la
manufactura y los servicios. Fue así que Jordi tuvo otra oportunidad en la
Ciudad de México.
Estaba feliz en su primer contacto laboral con
la tecnología. Ganaba, aproximadamente, 7,000 pesos. Tenía 18 o 19 años y fue
cuando lo rechazaron del Politécnico por primera vez.
Todos los días cruzaba la zona centro de la
Ciudad de México, para ir a trabajar. Se dormía en el camión, se asfixiaba
entre tanta gente, inhalaba perfumes baratos… “Era muy cansado, enflaqué
muchísimo y fumaba muchísimo. Me puse la arrastrada de mi vida y no me gustó la
Ciudad de México. Me preguntaba: ‘¿Qué hago aquí?’”.
Hizo de nuevo el examen para ingresar al IPN, y
otra vez lo rechazaron. “Lamentablemente en ese entonces era la única escuela
que tenía aeronáutica. O sea, a mí no me interesaba el Poli, me interesaba la
carrera. Me fui a Tijuana, con mi mamá, a los 20 años y me estanqué”.
* * *
Apenas llegó a Tijuana consiguió dinero para
montar un negocio. Un puesto de mariscos. Cocos Locos se llamaba. Su padre no
soportó ver a su hijo haciendo tacos de pescado en la calle. Lo regañó, le dijo
que no lo había educado para eso y se lo llevó de regreso a Ensenada. No duró
mucho ahí, ya que la novia de su padre no lo quería.
Mientras trataba de acomodar sus pensamientos,
se enamoró y pronto le dijeron que sería papá. “Entonces salí disparado como
tapón de sidra”. No deseaba averiguar cómo reaccionaría su padre. “Un día
desaparecí de su casa. Sólo me fui, para evitar dramas y peleas. Le dije que me
iría a trabajar a Estados Unidos. Me escapé con mi novia”.
Llegó a Estados Unidos con el pie izquierdo.
“No había trabajo, todo era muy difícil. Entonces me metí en mi droga: clavarme
en la computadora todo el día”. Jordi quiso aprender más acerca de los
microcontroladores. Encontré una plataforma muy barata que se acomodaba a mi
Budget y la compré”.
Jordi se refiere a Arduino, una placa que te
permite crear en tu casa el dispositivo que quieras, tu mente es la única
limitante. “Me di cuenta que podía hackear mi Nintendo Wii para sacarle los
acelerómetros y poderlos interfacear; obviamente, porque los acelerómetros
costaban una feria”.
En esas estaba cuando se le atravesó un
helicóptero de control remoto. Esos que cuestan unos 100 dólares en las
jugueterías. Después de ubicar todas las piezas, pensó: “Qué tal si con los
acelerómetros lo puedo controlar, estimar su orientación y estabilizarlo’”.
Pudo manejar el helicóptero. Lo hackeó. Tiene
fotos de la presentación del primer aparato modificado. Documentaba todo en
Internet. Le escribían de Europa, de Australia y eso lo animaba a seguir.
Buscando información en un foro, encontró una
comunidad de makers (el foro DIY Drones); ahí conoció a Chris Anderson, en ese
entonces, editor en jefe de la revista de tecnología más influyente de este
planeta, Wired.
Comenzaron a platicar en línea y luego
acordaron hacer un proyecto juntos. La suerte de Jordi parecía cambiar.
* * *
Una empresa suiza contactó a Jordi por
Internet. “Me dijeron que me fuera para allá, que me pagaban la universidad”.
Jordi se fue a Suiza y aprendió muchísimo. Le
pagaban 6,000 francos al mes (como 6,500 dólares). Pero, después de un año, se
aburrió. Entonces Chris le ofreció ayuda para montar un negocio. Era 2007.
De regreso a Estados Unidos, Chris Anderson le
insistió en que debía hacer un avión robot. Le tomó un año terminarlo. “Prueba
y error, prueba y error. Un año después funcionó, fue como el día más feliz de
mi vida, el día que me quedé sentado y puse el control, y el avión estaba
volando solo”. Eso fue a principios de 2009 y en mayo del mismo año ya lo
estaban vendiendo.
Ése fue el despegue de 3D Robotics, la fábrica
de drones no militares que ha hecho conocido mundialmente a Jordi Muñoz y a
Chris Anderson.
Actualmente, 3D Robotics cuenta con más de 150
empleados divididos entre Berkeley, San Diego, y Tijuana. La empresa se dedica
a desarrollar un sistema de control para aviones, que es el cerebro que se
utiliza en cualquier tipo de aeronave, ya sea helicóptero, multicopter o avión,
y que le permite volar de una manera completamente autónoma.
* * *
Jordi, ¿cuándo te diste cuenta que ya estabas
del otro lado?
Debo decirte que todavía me sigo sintiendo muy
poco firme, pero, claro, si pasa algo, vendo la empresa y ya tengo para
retirarme.
Cuando piensa en su ex esposa, parece que se va
a otra dimensión. Toma más tiempo para responder. Duraron casi cuatro años
juntos. “Ella toleraba cuando yo estaba
todo el día en la computadora, me llevaba de comer y todo. Tiene su mérito”.
Te la pasabas ahí metido casi 24 horas,
clavado, probando…
25 horas al día (bromea). No tenía percepción
del tiempo, me encantaba, y sí me tomo casi dos años aprender. Fallas, errores,
volé y choqué varios aviones.
Sin embargo, un año después, 3D Robotics empezó
a crecer. A principios de 2012, aceptaron una inyección de capital de cinco
millones de dólares (mdd), contrataron más gente y cumplieron con la meta
impuesta por los inversionistas. Hace tres meses recibieron 30 mdd más, porque
los planes son más ambiciosos.
Jordi todavía no asimila el éxito de 3D
Robotics. Pero ya no tiene tiempo para pensar en ello. Ahora, olvidará todas
las labores administrativas para centrarse en desarrollar 3DRX. Es algo como lo
que hace Google con X, un departamento dedicado exclusivamente a la
investigación y el desarrollo.
¿Eres un nerd?
Sí, la neta sí, eso de estar pegado todo el día
en la computadora y estar estudiando… Debería estar viendo el fútbol o tomando
cerveza.
¿Cuánto factura tu compañía?
Este año facturamos 10 mdd y, con base en
nuestra tasa de crecimiento que se duplica cada año, pretendemos facturar 20
mdd en 2014.
¿Ya eres millonario?
En papel, tal vez.
Hoy, con todo, Jordi no olvida sus años de
pesadilla. “Definitivamente todo tiene solución”, dice. “Nada más hay que tener
paciencia. 99% es paciencia y 1% es inteligencia. La vida sería muy aburrida si
no tuviéramos problemas y obstáculos”.
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