Las empresas de internet ya lo
saben (casi) todo de ti
El Periódico - septiembre de 2016
El rastro dejado durante las
conexiones a la red permite hacer un retrato cada vez más detallado del usuario
Como en el cuento, en internet
todos vamos dejando pequeños guijarros por el camino de los que se puede
deducir casi toda nuestra vida: los lugares donde estamos, nuestras habilidades
idiomáticas, nuestro poder adquisitivo, nuestra capacidad tecnológica y
nuestras relaciones. Un Sherlock Holmes moderno deduce todo esto y más solo con
ver el rastro de las conexiones a internet de un usuario. Son los metadatos, la
información que acompaña a una conexión y que revela posición, dispositivo,
sistema operativo, idioma, tiempo de conexión y acciones realizadas, entre
otras cosas. Una información que se ha ido refinando con el tiempo y la
capacidad de los dispositivos de trazar el rastro de las comunicaciones.
La legislación española incluye
estos metadatos como parte del secreto de las comunicaciones. Al menos en sus
aspectos básicos: quién se conecta, cuándo, a qué, cómo, desde dónde y por
cuánto tiempo. Pero esta información en principio reservada la tiene cualquier
web a la que acceda un internauta. El chivato se llama 'cookie', y permite
identificar al usuario cuando vuelve o va a otro sitio. Y no la lanza solo una
web o una 'app'; todas las tienen en mayor o menor medida siempre que se
permita al navegador de internet almacenarlas.
La legislación europea sobre
privacidad está sobre todo pensada para proteger al individuo ante la
recopilación de información que hacen las empresas, porque es donde surgen más
problemas, y el uso posterior que se hace de ellas, en ocasiones asociado a la
seguridad de las transacciones. “Como los gobiernos cuando monitorizan a los
ciudadanos bajo el argumento de la seguridad, las empresas tienden a recolectar
todos los datos posibles para luego mirar los que les pueden ser útiles”,
afirma Rolf Reinema, jefe de tecnología de Siemens AG en un informe sobre
ciberseguridad de la Fundación Bankinter.
EL NEGOCIO DEL DATO
No solo es por requerimiento
administrativo, el negocio digital se asienta en buena parte sobre los datos.
Por eso, a Whatsapp, Twitter o Telegram les da igual el contenido de las
conversaciones, que pueden controlar solo con el rastro de lo que hacen los usuarios.
De lo que dicen ya se encargarán Google y Facebook, especialistas en escrutar
de forma automática conversaciones y sentimientos asociados a ellas para vender
publicidad “relevante para el usuario”.
En el mundo analógico, las
empresas de análisis electoral, por ejemplo, cruzan datos de viviendas para
analizar rentas y nivel socioeconómico, según esterotipos que se refinan en la
práctica en contacto con la realidad. En internet esto se hace con el tipo de
dispositivo (sobre todo móvil) y localización de la dirección web (IP) desde
donde se conecta. El idioma del navegador también revela parte de esa
característica socioeconómica sobre todo en comunidades donde la lengua es
relevante, como los grupos étnicos en EEUU (hispanos, por ejemplo) y la hora de
conexión puede revelar si se está en casa o en el trabajo, una información que
complementa la IP de salida, que también es geográfica.
Según un estudio de
investigadores del MIT publicado por Science, se podía averiguar la identidad
de un comprador solo por cuatro transacciones que hubiera hecho con su tarjeta
de crédito en una misma tienda. Intervenían variables como la hora de conexión,
el lugar y la fecha, y el importe de la compra. Y llegaban a afinar hasta un
90% de los casos en el nombre y apellidos.
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