El neuroconsumidor
FORBES- 9 de septiembre de 2016
Si no quieres terminar trabajando
en lo que no te gusta o comprando cosas que no necesitas para impresionar a
gente a la que no le importas, este artículo es para ti.
Wikipedia tiene definido el
término de consumidor más o menos de la siguiente manera: “El consumidor es la
persona u organización a la que el marketing dirige sus acciones para orientar
e incitar a la compra, estudiando el proceso de toma de decisiones del
comprador.” Cabe hacer hincapié en las sutiles palabras “incitar” y “orientar”.
Vivimos actualmente momentos en
que reinan la competencia y la falta de tiempo, y aunque algunos expertos del
marketing insistan en que cada vez es más costoso impactar el nicho deseado en
el mercado, resulta más fácil incitar, orientar y hasta llegar al punto de
manipular.
Neuroconsumidor: Dícese del
consumidor educado, conocedor y practicante de la ciencia del bienestar
integral. Es el consumidor que está atento y consciente de las nuevas y
renovadas herramientas del marketing y la manipulación, como por ejemplo el
neuromarketing o, en otras palabras, la nueva manera de incitar y orientar que
está enfocada en el estudio de la atención visual y su relación con las
neuroconexiones cerebrales que estas mismas ocasionan en el consumidor.
Aunque la ciencia avanza cada vez
más en el conocimiento del complejo órgano que es el cerebro, todavía no se
conoce tanto como para asegurar o comprobar la efectividad del neuromarketing.
Lo que sí es sabido es que herramientas como el priming son frecuentemente
usadas para atraer la atención del competido, escaso de tiempo y cada vez más
vulnerable consumidor promedio.
Y así, en un constante acoso de
anuncios diarios, que según los expertos van de 50 a 100,000 por día, empezamos
a crear nuevos deseos y adoptar ciertas necesidades.
Pero, ¿cuántas veces te has
puesto a pensar antes de comprar algo, si de verdad ese algo que unos días,
semanas o meses vienes deseando, es algo que de verdad necesitas?
El neuroconsumidor es un celoso
guardián de su propio derecho por elegir. Está consciente de su entorno y se
caracteriza por tomar decisiones de compra basadas en sus propias necesidades y
preferencias. Es un consumidor que expresa sus emociones y sus miedos y que
procura no dejarse influenciar por la masa. Es una persona que conoce y respeta
su estructura fisiológica y que está en contacto con su mente plena.
El neuroconsumidor utiliza la
ciencia del bienestar integral para responder a la presión externa y mediática
de esos 50 millones de anuncios de los que nos hablan expertos como Martin
Lindstrom en su libro Verdades y mentiras de por qué compramos.
El neuroconsumidor de la
actualidad necesita estar alerta, ya que sabe que su poder de decisión está
siendo retado diariamente por las empresas que cuentan con los medios para
acceder a costosas y sofisticadas herramientas de vanguardia que las ayudan a
estructurar estrategias capaces de perforar la coraza consciente más gruesa y
la fuerza de voluntad más decidida.
Si es que tiene algo de razón el
viejo refrán que reza: “el que pega primero pega dos veces”, entonces ya nos
madrugaron, y para cuando nos demos cuenta del golpe, es muy probable que
estemos tirados sobre la lona, con el problema encima o con el producto en
casa.
La verdad es que hemos evolucionado
en nuestros generadores de estrés desde la época más primitiva, en que reinaba
el asecho de los dinosaurios con un mensaje que era bastante objetivo: corre y
sálvate, por el asecho de la publicidad, el dinosaurio actual, con un mensaje
que es mucho más subjetivo: desea y consume.
Resulta que, hoy en día, darnos
el tiempo para pensar y cuestionar nuestras vidas es un lujo que cada vez menos
gente se puede permitir. Tendemos a dejar ese momento para cuando tomamos
vacaciones una o dos veces por año, pero muchas veces regresamos de esas mismas
vacaciones más cansados que cuando partimos, porque una linda vista al
horizonte oceánico o un piscinazo con agua templada no van a ser suficientes
para reprogramar nuestro proceso de pensamiento.
Es muy romántico y muy de estilo
hollywoodense el esperar a estar lejos para tomar unos minutos, horas o días a
fin de meditar sobre la vida y recapacitar sobre dónde estamos, hacía dónde
vamos y qué es lo que queremos. Ése debería ser un ritual sagrado de todos los
días, para que aprendamos a cultivar el hábito de darnos tiempo para pensar y
luego decidir.
Es necesario tomar conciencia de
que si quieres buenos resultados, necesitas tomar buenas decisiones o, como
decía mi maestro Tal Ben Shahar: a mayor materia gris, mayor inteligencia
emocional y, por lo tanto, mayor cantidad de buenas decisiones. ¿Acaso no es
eso lo que al final del día queremos individuos y empresas?
Según el psicólogo e investigador
Dan Gilbert, la gente tiene una conexión emocional más profunda con su pasado
que con su futuro. Esas conexiones neuronales definen lo que interpretas por
futuro. Es por eso que para una persona de clase media promedio es más fácil
aspirar a una clase más elevada, mientras que para una persona pobre es más
fácil seguir siendo pobre.
Mucho está en la conexión que
desarrollamos con la realidad que aceptamos. Con esto quiero enfatizar la
importancia de las experiencias y las emociones, porque si quieres que tu vida
sea una vida que te mantenga pleno y en bienestar debes empezar a convivir con
tus emociones sin pretender manipularlas.
Eduardo Massé-Especialista en la
ciencia del bienestar integral en el trabajo. Autor de 3 libros sobre el tema,
conferencista internacional, consultor y mentor. Es fundador del Latin American
Positive Psychology Association y actual director de BIT Consulting
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