Un nuevo capítulo para Monsanto, una empresa
controvertida que reconfiguró el agro
The wall street journal jueves, 15 de septiembre de 2016
El acuerdo de Bayer AG para
comprar el gigante de las semillas transgénicas Monsanto Co. puede poner punto
final a un controvertido segundo acto de una empresa con más de un siglo de
historia.
El fabricante del herbicida
Roundup (glifosato) y las semillas de maíz DeKalb es la mayor empresa de
semillas del mundo por ventas y el principal proveedor de genes para cultivos
transgénicos, el negocio que ayudó a configurar durante los años 80 y 90
mediante una intensiva investigación en laboratorio y una serie de compras.
La adquisición por parte de Bayer
acabaría con la independencia de Monsanto 15 años después de que la firma
estadounidense enfocada en la agricultura fue escindida de un conglomerado que
también incluía químicos y fármacos.
La empresa de St. Louis ha cosechado
los beneficios de la revolución biotecnológica en el agro. En Estados Unidos,
por ejemplo, más de 90% de los campos de maíz, soya y algodón tienen variedades
genéticamente modificadas.
No obstante, su afán por
expandirse y proteger la tecnología la convirtieron en un símbolo de la
agricultura a gran escala y un blanco predilecto de los grupos ecologistas en
todo el mundo.
Los obstáculos regulatorios al
pacto Bayer-Monsanto
Monsanto fue fundada en 1901,
cuando John Francis Queeny empezó a producir el edulcorante artificial sacarina
en una fábrica cerca del centro de St. Louis, donde el río Mississippi ofrecía
una vía expedita para despachar el producto a clientes como Coca-Cola Co.
Queeny nombró la empresa en honor a su esposa, Olga Monsanto Queeny, y bajo la
gestión de su hijo, Edgar, la firma se expandió a los negocios de fármacos,
fertilizantes, detergente para ropa y componentes electrónicos. En 1926, se
creó la ciudad de Monsanto, al este de St. Louis, en el que la empresa estaba
exenta de impuestos y regulaciones.
Las plantas de Monsanto empezaron
a producir pesticidas en 1945 y la división agrícola se formó en 1964 con el
objetivo de vender una sucesión de herbicidas con nombres como Lasso, Ramrod y,
a partir de 1976, Roundup. Esa marca de glifosato apuntalaría posteriormente la
franquicia de plantas transgénicas de Monsanto.
Los científicos de la compañía
empezaron a trabajar en biotecnología en los años 80, pero no fue sino hasta
1996 que se empezaron a vender en EE.UU. los primeros cultivos genéticamente
modificados.
Los agricultores no demoraron en
acoger la nueva tecnología a medida que competidores como DuPont Co. también
incursionaron en el rubro de las semillas biotecnológicas y lanzaron sus
propios productos.
Monsanto atravesó, al mismo
tiempo, su propia transformación al fusionarse en 2000 con Pharmacia &
Upjohn Inc. La empresa combinada pasó a llamarse Pharmacia Corp. y ese mismo
año el negocio agrícola comenzó a cotizar sus acciones en la Bolsa de Nueva
York con el nombre de Monsanto Co.
La actual versión de Monsanto,
como una compañía de semillas y químicos para cultivos, fue completamente
escindida de Pharmacia en 2002. Pfizer Inc. más tarde adquirió Pharmacia. La
reducida Monsanto se abocó a mejorar su oferta de cultivos transgénicos en
EE.UU. Sus científicos modificaron plantas de algodón, maíz y soya de modo que
pudieran resistir múltiples herbicidas, producir proteínas que repelen plagas y
sobrevivir con menor cantidad de agua.
La empresa también se internacionalizó
al fortalecer sus operaciones en países como Brasil, donde las semillas
transgénicas ayudaron a los agricultores a competir con EE.UU. en las
exportaciones de granos y oleaginosas, e India, país que se transformó en uno
de los mayores productores de algodón del mundo.
Aunque los agricultores acogieron
las semillas de alta tecnología que simplificaron el control de malezas e
insectos, los grupos medioambientales y de defensa del consumidor plantearon
dudas sobre la proliferación del uso de Roundup y los riesgos desconocidos que
acarrean los alimentos transgénicos.
La Organización Mundial de la
Salud y la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. indicaron que
las semillas biotecnológicas aprobadas para cultivos eran igual de sanas y
seguras que las versiones convencionales. Sin embargo, Monsanto se convirtió en
blanco de las críticas debido, en parte, a sus antecedentes en el negocio
químico y la enérgica defensa de su propiedad intelectual, que en ocasiones la
llevó a demandar a agricultores a los que acusaba de piratear sus semillas.
La desconfianza hacia las
semillas genéticamente modificadas ayudó al desarrollo de un nicho creciente de
alimentos no transgénicos en EE.UU., mientras que las marchas contra la empresa
se expandieron por todo el mundo. La empresa defendió con ardor su tecnología,
que considera un componente crucial para la alimentación de la creciente
población mundial, pero reconoció que se demoró más de la cuenta en responder.
“Estuvimos ausentes de la
conversación”, dijo el presidente de la empresa, Brett Begemann, en una
entrevista en 2014. “No tenemos nada que esconder; simplemente no estábamos
hablando al respecto”.
La política de EE.UU. para
aumentar la producción de etanol y la mayor demanda de cultivos y carne para
alimentar las poblaciones más pudientes de Asia y otros mercados produjo varios
años de bonanza para el agro estadounidense.
El auge se disipó luego de que
los agricultores estadounidenses empezaron en 2013 a tener cosechas gigantescas
que repusieron los inventarios globales y derrumbaron los precios de los
granos, al igual que las ganancias de las firmas que vendían fertilizantes,
tractores y semillas.
Monsanto redujo el presupuesto de
investigación y desarrollo y despidió a cerca del 16% de su fuerza laboral
global, pero el deterioro de la economía agraria la obligó a anunciar en marzo
que sus ganancias serían inferiores a lo previsto.
A fines de abril, poco antes de
que trascendiera el interés de Bayer, las acciones de Monsanto acumulaban un descenso
de alrededor de 19% en los últimos 12 meses. Bayer divulgó en mayo su oferta
por Monsanto.
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