Las tribulaciones del jefe de las finanzas del
Vaticano
The wall
street journal- septiembre de 2016
La contabilidad del Vaticano
nunca ha seguido reglas unificadas. Los informes anuales no son públicos, los
diferentes departamentos utilizan diversos principios contables y los datos de
las distintas áreas son inconsistentes entre sí e incomparables.
CIUDAD DEL VATICANO—A finales del
año pasado, el cardenal George Pell, el jefe de finanzas del Papa, contrató los
servicios de PricewaterhouseCoopers (PwC)para realizar una exhaustiva auditoría
de las cuentas del Vaticano.
Pell invocaba un mandato de
Francisco, que le había encomendado ordenar las confusas finanzas de la
ciudad-estado. Entre otras cosas, el poderoso cardenal había descubierto unos
1.400 millones de euros que no figuraban en ningún registro contable.
El cardenal australiano quería
que PwC se cerciorara de que los 136 departamentos del Vaticano —cada uno de
los cuales utiliza sus propias reglas contables— se ajustaba a una estricta
disciplina presupuestaria.
Era como embestir de cabeza
contra el muro de piedra de una basílica.
Un grupo de funcionarios
vaticanos encabezados por el Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin,
conocido como el primer ministro del Papa, le hicieron saber que esa auditoría
no iba a funcionar. El Vaticano anunció en junio la cancelación del proyecto y,
poco después, el cardenal Pell comenzó a ser despojado de muchos de los amplios
poderes de los que había disfrutado hasta entonces.
Fue un revés para la reforma
financiera, un engranaje clave de la ambiciosa renovación de la burocracia de
la Iglesia Católica, o Curia romana, que Francisco había convertido en una
pieza central de su pontificado. También fue una señal de que los intereses
tradicionales del Vaticano habían logrado el apoyo del Papa, apenas tres años
después de su histórica elección.
El cardenal Pell, un prelado de
75 años sin pelos en la lengua, había utilizado un impreciso mandato papal para
acumular amplias facultades y no pensaba retroceder.
“Mi trabajo consiste en seguir
presionando”, dijo en una entrevista en junio. “El objetivo es que El Vaticano
sea reconocido dentro y fuera de la Iglesia, en todo el mundo, como una entidad
que administra sus finanzas de manera correcta y apropiada”.
La contabilidad del Vaticano
nunca ha seguido reglas unificadas. Los informes anuales no son públicos, los
diferentes departamentos utilizan diversos principios contables y los datos de
las distintas áreas son inconsistentes entre sí e incomparables. Antes de que
Francisco asignara esta misión al cardenal Pell, el grupo de cardenales
encargados del control de las cuentas del Vaticano se reunía sólo dos veces al
año. No había ni presupuesto ni desglose de los gastos.
Cuando los cardenales eligieron
como Papa a Francisco, en marzo de 2013, le dieron un mandato para reformar la
Curia. La renuncia de su predecesor, Benedicto XVI, se había producido en medio
de una serie de acusaciones de amiguismo, ineficiencia y corrupción dentro de
la Santa Sede.
El gasto de 550.000 euros en un
pesebre navideño para la plaza de San Pedro y las preocupaciones por la falta
de supervisión del dinero donado por los fieles encendieron algunas alarmas.
Francisco se movió rápidamente. A
principios de 2014 estableció una nueva Secretaría de Economía y puso al
cardenal Pell al frente. En la designación, un documento de dos páginas, el
Papa daba al cardenal autoridad sobre “estructuras administrativas y
financieras” y sobre ‘todo lo que de algún modo” concernía a la actividad
económica de la Curia. El cardenal reportaría directamente al Papa.
En Pell, el Sumo Pontífice
encontró un raro ejemplo de un prelado de alto rango con destreza mediática,
experiencia financiera y una personalidad audaz.
Con su metro noventa de estatura,
el cardenal educado en Oxford tiene una figura imponente. En su juventud jugó
fútbol australiano (un deporte parecido al rugby) en la posición de ruckman, un
puesto similar al del pivot en el baloncesto.
El cardenal Pell es “un hombre de
Australia sin rodeos, realista, sin pelos en la lengua”, dijo el cardenal de
Nueva York, Timothy Dolan, poco después del nombramiento. “Va a hacer que las
cosas funcionen”.
En Australia, Pell había
supervisado la fusión de ocho universidades en una sola institución católica
nacional. Como arzobispo de Sídney, simplificó los procedimientos de
contratación de la arquidiócesis, que en 2013 tenía activos por cerca de US$770
millones y una plantilla de 11.000 personas. Durante su arzobispado, la
rentabilidad de las inversiones de la Iglesia en bienes raíces aumentó gracias
a que comenzaron a cobrarse alquileres a precios de mercado. Esto ayudó a
triplicar el presupuesto, dice Danny Casey, gerente de negocios de la
arquidiócesis bajo el cardenal Pell y ahora uno de sus cercanos colaboradores
en El Vaticano. El cardenal también fue miembro del grupo de purpurados que
asesoró a Benedicto XVI sobre temas económicos.
Los críticos apuntan contra lo
que consideran un estilo autocrático. En Australia, todo el personal encargado
de la instrucción espiritual de un seminario arquidiocesano renunció en
protesta por su intención de imponer un horario obligatorio de oración y
asistencia a misa para los estudiantes.
BALANCE SANTO
El Vaticano nunca ha publicado
informes financieros anuales, pero cifras parciales han sido publicadas en los
últimos años. Esta es una estimación aproximada de los principales activos,
fuentes de ingresos y gastos del Vaticano, con base en las cifras disponibles
más recientes.
ACTIVOS
Inmuebles: 1.000 millones de
euros. Miles propiedades residenciales y comerciales de alquiler
Cartera de inversión: 1.000
millones de euros. Efectivo y valores
Estructuras históricas: 1 euro
cada una. La Basílica de San Pedro y otras iglesias y lugares de trabajo
religiosos son contabilizados con un valor simbólico
Obras maestras de arte: 1 euro cada
una. Valiosas obras de Miguel Ángel, Giotto, Rafael y otros, están registradas
en libros con un valor simbólico
INGRESOS ANUALES
Ventas de mercancías libres de
impuestos al interior del Vaticano: 100 millones de euros. Venta de una tienda
por departamentos, tiendas de comestibles y estación de gasolina
Ingreso por alquiler de
inmuebles: 60 millones de euros
Fondos del Banco del Vaticano: 50
millones de euros
Fondos del Óbolo de San Pedro: 50
millones de euros. Es un fondo tradicionalmente utilizados para obras de
caridad del Papa, y también puede ser usado para operaciones, creadas por
donaciones de católicos individuales
Ingreso por inversiones: 40
millones de euros
Entradas al museo: 40 millones de
euros
Fondos enviados por las diócesis
globales: 21 millones de euros
GASTOS ANUALES
Nómina: 250 millones de euros.
Costo de un personal de 4.810
Costos de operación: 150 millones
de euros
Embajadas en el extranjero: 40
millones de euros. La Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con 180 países
Gasto en medios: 25 millones de
euros. El costo de producir Radio Vaticano y el diario del Vaticano,
L’Osservatore Romano
La policía australiana lo
investiga por denuncias de abuso sexual de menores, crímenes supuestamente
perpetrados décadas atrás. Además, organizaciones de defensa de víctimas del
abuso sexual dicen que no reportó abusos supuestamente cometidos por otros
clérigos durante las décadas de 1970 y 1980.
En julio, el cardenal Pell dijo
que rechazaba “enfática e inequívocamente cualquier acusación [de haber
cometido] abuso sexual”. También ha señalado que la Iglesia cometió “enormes
errores” en el manejo de este tema y que se arrepiente de no haber hecho más
para investigar las acusaciones contra otros sacerdotes en el pasado, aunque
niega haber cometido irregularidad alguna.
Una vez nombrado en su nuevo
puesto, el cardenal Pell avanzó con rapidez. En una rueda de prensa de julio de
2014 presentó a su oficina como la contrapartida financiera del secretario de
Estado, tradicionalmente el segundo en importancia del Vaticano después del
Papa. Los medios aclamaron entonces al cardenal australiano como el “Zar”
financiero del Vaticano.
“Nuestra ambición es llegar a ser
algo así como un modelo de gestión financiera en lugar de un motivo de escándalo
de tanto en tanto”, dijo Pell en ese momento.
El término “Vaticano” se refiere
al mismo tiempo a la Santa Sede, la administración central de la Iglesia
Católica mundial, y a la Ciudad del Vaticano, el estado soberano donde reside
el Papa.
Los ingresos de esta
ciudad-estado provienen en gran parte de la venta de entradas a los museos del
Vaticano, rentas de bienes raíces e inversiones varias. Las diócesis de todo el
mundo también remiten anualmente millones de dólares y el Instituto para las
Obras de Religión, popularmente conocido como Banco Vaticano, un órgano
independiente que brinda servicios financieros a la Iglesia, generó 50 millones
de euros sólo en 2014.
A pesar de contar con estos
activos, las finanzas vaticanas han sido deficitarias por mucho tiempo. En
2014, la brecha ascendió oficialmente a 26 millones de euros y el año pasado,
según el cardenal Pell, habría llegado a 35 millones de euros. Los intentos
realizados en los últimos años para generar más ingresos, como el aumento del número
de visitantes a los museos del Vaticano, no alcanzaron para revertir la
situación, y el tipo de medidas normalmente adoptadas para reducir costos en el
mundo empresarial, como los despidos de personal, son difíciles de instrumentar
debido a la tradición asistencialista italiana y a la preocupación del Papa
sobre el desempleo como un “mal social”.
El cardenal Pell y su equipo se
propusieron cerrar el déficit “de modo que [haya] una cantidad cada vez mayor
de dinero” para financiar obras de la Iglesia y proyectos de caridad, dijo el
cardenal en la entrevista con The Wall Street Journal.
Fue entonces que se contrató a
consultores externos como McKinsey & Co. para revisar las cuentas. Entre
otras cosas, recordó el cardenal, los consultores descubrieron que había unos
1.400 millones de euros que no figuraban en los libros. Pell atribuyó las
discrepancias a la azarosa contabilidad y las decisiones ad hoc. “No estoy
diciendo que [ese dinero] estuviera siendo mal administrado… simplemente estaba
allí para una emergencia”, observó.
En una oportunidad, recordó, el
jefe de una oficina del Vaticano lo llamó para decirle que tenía decenas de
millones de euros en dinero de caridad y no sabía cómo dar cuenta de ellos
Con un equipo básico de alrededor
de ocho personas, la Secretaría de Economía emitió nuevas reglas contables para
todas las dependencias vaticanas, que ahora debían tener sus presupuestos
aprobados por dicha oficina. En 2015 y por primera vez en la historia, el
Vaticano tuvo un presupuesto consolidado.
Pell también detectó una rica
fuente de ingresos que podía ayudarlo a cerrar el déficit: la Administración
del Patrimonio de la Santa Sede, o APSA, que gestiona la mayor parte de la
amplia cartera de bienes raíces del Vaticano. Se trata de un patrimonio estimado
en unos 1.000 millones de euros, que incluye miles de espacios comerciales y
viviendas en Roma.
El cardenal dijo que la gestión
de esos inmuebles no era satisfactoria. En julio de 2014, el Papa le cedió el
control de todas las propiedades administradas por APSA, junto con la
responsabilidad de hacer contrataciones y de pagar facturas y nóminas.
APSA también controla gran parte
de la cartera financiera del Vaticano. El cardenal Pell quiso también
reorganizar esa área; una de sus ideas era transferir la gestión de las
inversiones de la Iglesia a administradores de dinero profesionales basados en
Luxemburgo.
Ambas medidas generaron un
tremendo revuelo. Un funcionario del Vaticano dijo que muchas de las
propiedades administradas por APSA no pueden alquilarse a precios de mercado,
ya que serían prohibitivamente caras para sus ocupantes. El presidente de APSA,
el cardenal Domenico Calcagno, se limitó a decir que estaba “desconcertado” por
las declaraciones del cardenal Pell. Calcagno ha forjado una fuerte relación
con Francisco: suelen comer con frecuencia en Santa Marta, la casa de huéspedes
del Vaticano donde vive el Papa.
El Secretario de Estado también
controla grandes inversiones, y los poderes del cardenal Parolin para hacer
contrataciones y efectuar pagos estaban amenazados por los avances de Pell.
El Papa comenzó entonces a
recortar los poderes del cardenal australiano.
En los últimos 18 meses,
Francisco lo despojó del control sobre la cartera de bienes raíces de APSA, se
negó a aprobar sus recomendaciones para reorganizar la gestión del portafolio
financiero y estableció que todas las contrataciones y transferencias de
personal debían ser aprobadas por la Secretaría de Estado. La auditoría
contratada por el cardenal Pell fue desechada. En julio, APSA recuperó la
mayoría de sus funciones administrativas, incluyendo el pago de sueldos y
servicios.
“Cuando se crea un nuevo órgano
administrativo, siempre demora un tiempo hasta que encaje en la organización
más amplia”, dijo Greg Burke, portavoz del Vaticano. “No debemos distraernos
por el ruido”, concluyó.
Algunos funcionarios del Vaticano
creen que el espíritu de libre mercado del cardenal Pell no ha sido bien
recibido por la Curia, en particular bajo un Papa que ha vilipendiado el libre
mercado.
En mayo, el australiano dijo a un
grupo de empresarios católicos que “si todos vivieran como San Francisco de
Asís, la economía colapsaría”.
“El Papa cree que el Vaticano
tiene que ser especialmente prudente utilizando las palancas de las finanzas”,
dijo el periodista italiano Andrea Tornielli, coautor de “Esta Economía mata”,
un estudio del pensamiento de Francisco sobre el capitalismo. “Se puede poner
en peligro la fe de millones si la gente empieza a decir, ‘el Vaticano habla de
la pureza, pero luego van y ganan dinero de dinero”.
El cardenal Pell atribuyó algunos
de sus reveses a “personas que quieren mantener su terreno, su papel
tradicional”, en particular en APSA y la Secretaría de Estado.
“A algunas personas no les gusta
el cambio, a algunas personas no les gusta [tener] una autoridad disminuida”,
dijo. “Y siempre hay una posibilidad hipotética de que algunas personas tengan
algo que ocultar”.
Los funcionarios de APSA y de la
Secretaría de Estado no quisieron comentar sobre las palabras del cardenal.
Hasta el momento, la Secretaría
de Economía ha logrado poco de lo que se había propuesto hacer.
“Una gran cantidad de personas en
El Vaticano se está preguntando por qué teníamos que pasar dos años y gastar un
montón de dinero en consultores de alto poder sólo para volver al punto de
partida”, dijo Robert Mickens, editor en jefe de Global Pulse, una revista que
cubre el Vaticano, respecto de los esfuerzos del cardenal Pell.
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