La firma de inversión de riesgo de la CIA
también opera en las sombras
The wall street journal- 1 de septiembre de 2016
In-Q-Tel revela muy poca
información acerca de sus inversiones en startups y algunos de sus
fideicomisarios tienen vínculos estrechos con las empresas respaldadas
Forterra Systems Inc., una
startup de California dedicada a la realidad virtual, necesitaba fondos, pero
sus productos no generaban un gran interés comercial. El dinero provino de la
firma de capital de riesgo In-Q-Tel Inc., que opera desde Virginia, bastante
lejos de Silicon Valley. In-Q-Tel es financiada por la Agencia Central de
Inteligencia de Estados Unidos (CIA).
Una de las razones que explica
esa inyección de dinero de 2007 fue la recomendación de un ejecutivo que era
miembro de las juntas directivas de la misma firma de capital de riesgo y de
Forterra, según fuentes cercanas.
In-Q-Tel invirtió dinero,
Forterra desarrolló algunas herramientas útiles para las fuerzas armadas y los
contratos con el gobierno empezaron a llegar.
Al igual que la agencia que la
fundó y la financia, In-Q-Tel opera en las sombras. Aunque sus ejecutivos
consideran que se trata de una empresa independiente, tiene lazos muy estrechos
con la CIA, la cual revisa prácticamente todas sus decisiones de inversión. La
firma divulga muy poca información acerca de cómo escoge las compañías en las
cuales invierte, nunca revela el monto, y a veces ni siquiera divulga las
inversiones.
Se sabe incluso menos de los
posibles conflictos de intereses que acarrea el acuerdo, como lo evidencia el
ejemplo de Forterra y otros que continúan hasta hoy. Casi la mitad de los
fideicomisarios de In-Q-Tel tiene algún tipo de conexión financiera con una
empresa financiada por la firma, según un análisis de The Wall Street Journal
sobre sus inversiones.
En su búsqueda de tecnologías
prometedoras, In-Q-Tel ha financiado, en al menos 17 ocasiones, empresas con un
vínculo financiero con un fideicomisario de la firma. En tres instancias, un
fideicomisario integraba el directorio de una empresa en la cual había
invertido In-Q-Tel, como ocurrió en el caso de Forterra, según el análisis de
The Wall Street Journal, que se basó en una revisión de las inversiones y
entrevistas con antiguos y actuales ejecutivos de la empresa y otras firmas de
capital de riesgo.
In-Q-Tel, sin embargo, tiene una
característica que la distingue de otras firmas de capital de riesgo: es una
entidad sin fines de lucro. En lugar de tratar de generar ganancias, intenta
fomentar el desarrollo de tecnologías que ayuden a la CIA a cumplir su misión
de recabar inteligencia.
Las conexiones entrecruzadas son
endémicas en el negocio del capital de riesgo, donde el conocimiento a fondo de
un sector es esencial para prosperar. Otras firmas de capital de riesgo, sin
embargo, apuestan sus propios recursos o los de inversionistas privados.
In-Q-Tel utiliza fondos públicos,
que están sujetos a estrictas normas de conflicto de interés, al menos US$120
millones al año, según fuentes al tanto. En ocasiones distribuye este capital
de maneras que, aunque sean sin intención, pueden beneficiar a los
fideicomisarios de la compañía debido a otros papeles que juegan en el sector
tecnológico.
Las empresas en las que invierte
In-Q-Tel a menudo atraen otras fuentes de financiamiento. Por cada dólar que
invierte en una pequeña empresa, otros inversionistas aportan US$15, indica la
propia firma. Eso aumenta la probabilidad de que la empresa que recibe los
fondos prospere y sube el valor de sus opciones sobre acciones.
In-Q-Tel dice que necesita
trabajar con personas que tengan buenos contactos en el sector si quiere tener
una buena probabilidad de hallar tecnología promisoria. Algunos de los
fideicomisarios, indicó, están tan inmersos en el rubro de la tecnología que
sería difícil eludir los lazos que pueden ser interpretados como un conflicto
de interés. Aparte del sector tecnológico, los fideicomisarios provienen de
diversos entornos, como el académico, el de seguridad nacional y el de capital
de riesgo.
“En In-Q-Tel fijamos políticas
rigurosas para resguardar los fondos de los contribuyentes, prevenir posibles
conflictos de interés y seguir abocados a desarrollar tecnología que cumpla con
los requisitos de nuestra misión”, dijo el portavoz de la CIA, Ryan Trapani.
“Estamos complacidos de que tanto el modelo de In-Q-Tel como los resguardos que
hemos establecido hayan funcionado tan bien”, agregó.
In-Q-Tel permite a sus
fideicomisarios recomendar inversiones en empresas con las cuales tienen algún
vínculo, siempre y cuando lo divulguen a la firma y a la CIA. Los
fideicomisarios tienen la obligación de eximirse de las evaluaciones y las
votaciones que se realizan después de las recomendaciones.
Para alcanzar el éxito, hay que
contar con “una junta directiva que sepa lo que está haciendo”, señala Jeffrey
Smith, quien ayudó a diseñar In-Q-Tel cuando era abogado general de la CIA y
hoy se desempeña como asesor externo de la agencia y abogado del bufete Arnold
& Porter. “Se trata, hasta cierto punto, de alcanzar un equilibrio y
estamos al tanto de eso”.
En el caso de Forterra, Charles
Boyd, un general de cuatro estrellas retirado de la Fuerza Aérea, se integró en
2006 a las juntas de Forterra e In-Q-Tel. Al año siguiente, In-Q-Tel invirtió
en Forterra, según un comunicado de la firma de capital de riesgo. No se pudo
determinar el monto.
Boyd dice que hizo una
recomendación inicial de invertir, pero que no tuvo nada que ver con la
decisión final. Añade que no recibió remuneración alguna por la recomendación.
“Desde nuestra perspectiva,
definitivamente todos salieron ganando al tener a Charles en el directorio para
que nos abriera esas puertas”, cuenta Chris Badger, quien era vicepresidente de
marketing de Forterra.
A la postre, los fondos
inyectados por In-Q-Tel y los contratos con el gobierno estadounidense fueron
insuficientes. Forterra no atrajo un gran interés comercial y dejó de operar en
2010 después de vender algunos de sus negocios. El comprador fue otra empresa
que contaba entre sus directores a un fideicomisario de In-Q-Tel.
Los inversionistas en Forterra,
incluyendo In-Q-Tel, asumieron grandes pérdidas, indican fuentes cercanas al
proceso de liquidación. Boyd no tenía inversiones personales en Forterra, según
In-Q-Tel. El general afirma que la única remuneración que obtuvo de Forterra
fueron los US$5.000 que recibió cuando la empresa se disponía a cerrar sus
puertas. Boyd dejó la junta de fideicomisarios de In-Q-Tel en 2013.
Para la CIA, una firma cautiva de
capital de riesgo es una manera de fomentar e influir en el desarrollo de
tecnologías sin verse entorpecida por la burocracia.
In-Q-Tel, que empezó a invertir
en 2000, ha recibido fondos de otras agencias del gobierno estadounidense, como
la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), el FBI y el Departamento de Defensa,
pero su principal inversionista sigue siendo la CIA.
En una ocasión, invirtió en una
empresa que analizaba compuestos químicos en las alfombras, lo que contribuyó
al desarrollo de un método para detectar sustancias letales en Afganistán e
Irak, apunta su presidente ejecutivo, Christopher Darby.
También invirtió en un fabricante
de antenas satelitales, lo que, a la larga, desembocó en el desarrollo de
antenas satelitales portables que ayudan a las tropas y los agentes de
inteligencia a comunicarse desde ubicaciones remotas, agrega Darby.
“Nuestros clientes me han dicho
que la tecnología que hemos desarrollado ha salvado un sinnúmero de vidas”,
asevera. Darby, en todo caso, también se desempeña en la junta directiva de una
tecnológica con fines de lucro, Endgame Inc., aunque In-Q-Tel no ha invertido
en ella.
Ronald Gilson, profesor de la
Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia, quien ha escrito acerca del
gobierno corporativo y el capital de riesgo, afirma que el peculiar modelo
semigubernamental de In-Q-Tel deja a la firma en una situación en la que necesita
la asesoría de expertos mientras, al mismo tiempo, trata de evitar relaciones
financieras demasiado estrechas.
“Por una parte, si se quiere
tener una independencia impoluta, hay que tener personas que no tengan
relaciones comerciales con el sector”, insiste. “Por la otra, si tiene personas
sin ningún lazo comercial con la industria, no son muy valiosas”.
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