Mártires de la ciencia que fueron asesinados
por sus ideas
El Confidencial - abril de 2015
La lista de mártires de la ciencia es larga. La
cárcel, el exilio, la exclusión social e incluso la muerte han sido los
destinos de muchos pensadores a lo largo de la historia de la humanidad, cuyo
único crimen fue el de pensar distinto a la mayoría (en ocasiones por motivos
religiosos). Una característica básica de cualquier científico e innovador que
se precie.
Curiosamente, en muchos casos los asesinatos y
las ejecuciones tuvieron su origen en motivos políticos o por las convicciones
religiosas de los afectados. Sus teorías científicas fueron una simple excusa
para provocar la caída de personajes que resultaban una molestia por sus ideas.
Estas siete mentes, algunas famosas y otras casi desconocidas, merecen por ello
ser recordadas.
Hipatia (355 o 370- 415-416)
En una época en la que las mujeres se dedicaban
a otros menesteres, Hipatia de Alejandría fue educada por su padre en materias
como filosofía, astronomía y matemática. Por este motivo se la considera la
primera mujer científica de la historia aunque, por desgracia, su trabajo no se
ha conservado, y su importancia sólo se puede deducir por los textos de sus
discípulos. Gracias a ellos sabemos que construyó un planisferio, un destilador
y un hidrómetro.
Las circunstancias que rodean su muerte son
poco claras, y se desconoce hasta qué punto sus teorías científicas y
filosóficas y su influencia política contribuyeron. Sí se sabe que una turba de
cristianos fundamentalistas la asesinó a golpes hasta descuartizarla,
probablemente empujados por el obispo Cirilo, quizá por su intolerancia ante el
paganismo que ostentaba Hipatia, o como advertencia a sus rivales.
Miguel Servet (1509-1553)
Astronomía, meteorología, física, matemáticas,
anatomía, medicina… Muchas fueron las ciencias que este científico aragonés cultivó.
La aportación más importante de Servet se encuentra en sus trabajos sobre la
circulación pulmonar.
Pero no fueron sus ideas científicas las que le
pusieron en el punto de mira de católicos y protestantes, sino por sus
opiniones religiosas. En el mismo libro en el que se describe la circulación
pulmonar, Servet da opiniones tan revolucionarias como que el bautismo no debe
hacerse a los niños, sino que debe ser un acto consciente por parte de los
adultos.
Estas opiniones le obligaron a huir, pero en Ginebra
fue detenido (quizá denunciado por el mismo Calvino). En el posterior juicio
fue condenado a morir en la hoguera por las iglesias suizas. Su muerte no fue
en vano, pues muchos la consideran como el inicio del debate sobre el
reconocimiento de la libertad de pensamiento y expresión. Tal vez quienes
pensaban distinto no merecían, después de todo, arder.
Giordano Bruno (1548-1600)
Un matemático y astrólogo (además de filósofo y
poeta) famoso por sus teorías cosmológicas. Bruno propuso que las estrellas no
eran más que soles lejanos (y que nuestro Sol no era más que otro astro) que
también tenían sus propios planetas, que a su vez podrían albergar vida.
También aseguraba que el universo era infinito, sin centro alguno.
Sin embargo, y como le sucedió a Servet, no
fueron sus ideas científicas las que le costaron arder en la hoguera. Bruno
defendía que Cristo no era Dios sino un mago, y que esos múltiples planetas
podrían tener, cada uno, su propio Dios. Esto fue demasiado para la Iglesia
Católica, que le declaró hereje y condenó a morir en la hoguera a Bruno. Sus
palabras al recibir la sentencia son bien conocidas: "Tembláis más
vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla".
Lucilio Vanini (1585-1619)
Un pensador italiano que defendía que el universo
se rige por leyes naturales y que los seres humanos evolucionaron de los monos.
Fue, así, uno de los muchos antecesores a Darwin al afirmar que unos animales
podían “transformarse” en otros.
La filosofía de Vanini es algo confusa, y no
está claro si era verdaderamente ateo, pero lo cierto es que negaba la creación
y la inmortalidad del alma, y limitaba a Dios a una especie de fuerza
conductora. Esto le valió la condena por blasfemia: se le cortó la lengua, fue
estrangulado y finalmente quemado.
Daniel McFarlan Moore (1869-1936)
Su lámpara de Moore fue la primera bombilla
comercial basada en gas en vez de incandescencia, por lo que se considera
predecesora de las luces fluorescentes y de neón actuales.
Este ingeniero eléctrico e inventor fue
asesinado por un compañero de profesión en paro. Este acababa de solicitar una
patente, y se volvió loco al descubrir que Moore ya poseía los derechos
intelectuales de dicho invento.
Ernest Gibbins (1900-1942)
Uno de los nombres menos conocidos de esta
lista, pero que igualmente merece reconocimiento. Este entomólogo británico se
dedicó a estudiar insectos relacionados con enfermedades tropicales en Uganda,
y descubrió 26 especies nuevas.
Gibbins sólo pretendía ayudar a la humanidad
con su investigación, pero murió lanceado por varios hombres de la tribu
Ugandesa Lugbara. El biólogo había tomado muestras de sangre humana para
estudiar la tripanosomiasis y la fiebre amarilla, pero estos interpretaron que
quería usarla para brujería.
Dian Fossey (1932-1985)
Zoóloga estadounidense que dedicó y entregó su
vida a la conservación de los gorilas de montaña de Ruanda y Congo. En los años
80, la población de estos animales se encontraba en mínimos, rozando la extinción
por culpa de los cazadores furtivos. Fossey combatió duramente estas
actividades, lo que le granjeó numerosos enemigos.
Fue encontrada en su cabaña, asesinada a
machetazos por (presuntamente) un jefe de cazadores furtivos. Gracias a su
trabajo se ha logrado triplicar la población de gorilas de montaña, que ha
pasado de los 250 en los días de Fossey a los casi 800 de la actualidad.
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