Las nuevas dolencias por la adicción al móvil,
whatsapp, internet...
La Vanguardia - lunes, 27 de abril de 2015
Nomofobia, diógenes digital,
llamada imaginaria, síndrome del doble check, cibercondria, cibermareo,
whasapitis... La fiebre por bautizar estados de ánimo, conductas o, en los
casos más graves, trastornos propiciados por las nuevas tecnologías o modernos
canales de comunicación parece no tener techo. "Todo esto recuerda a lo
que ya pasó en la época de la colonización", afirma Ferran Lalueza,
profesor de Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). "En
este asunto hay una parte de literatura fantástica y preocupa que desde algunos
medios se esté dando una visión casi apocalíptica del tema, como si todos
fuésemos a engancharnos a una nueva tecnología", indica Facund Fora,
psiquiatra del Centro Médico Teknon. "Estamos en la era del etiquetado masivo
de síndromes y trastornos. Todo se convierte en patológico y todo es
susceptible de ser medicado", afirma Sara Velasco Ortuño, psicóloga de la
Universidad de Granada, experta en el tratamiento de adicciones.
Para estos expertos es, sin
embargo, un error hablar de "enfermedades" cuando uno se refiere a
estas nuevas conductas propiciadas por las nuevas tecnologías. "Detectamos
problemas que ya existían muchos antes, pero que hoy pueden agudizarse con el
uso de esos nuevos canales de información y comunicación", recalca José
María Martínez-Selva, catedrático del Psicobiología de la Universidad de
Murcia. "El término trastorno tal vez sería más adecuado que
enfermedades", coincide el psiquiatra Facund Fora. Y lanza un mensaje
tranquilizador: "No deberíamos llegar a preocuparnos, porque no va a haber
una epidemia de problemas, pero eso no quita que debamos de tener muy presente
que la forma en que nos relacionamos con las nuevas tecnologías es un tema al
que hay que prestar cada día más atención". Llegados a este punto Sara
Velasco considera "que lo importante es recalcar el hecho de que la mera
existencia de estos adelantos, que tanto nos favorecen, nos facilitan la vida y
derriban barreras, no son sinónimo de peligro, pero sí puede generar problemas
en la conducta de las personas si se hace un uso inadecuado de los
mismos".
Los trastornos severos raras
veces llegarán, por lo tanto, por el impulso de mirar constantemente el
teléfono aunque no se espere ninguna llamada ni mensaje importante, ni por la
ansiedad momentánea que puede generar olvidar coger el aparato cuando se sale
de casa. "Los trastornos severos se constatan cuando hablamos de
tecnoadicciones, que van en dos sentidos. Uno es la adicción a videojuegos en
adolescentes y adultos jóvenes, que sí es una realidad nueva. Y el otro es el
trasvase a la red de adicciones de toda la vida, las llamadas "adicciones
sin sustancias": a los juegos de apuestas, al sexo o compras compulsivas.
Internet las fomenta porque disminuye las barreras y facilita estos comportamientos
al no existir por ejemplo límites de tiempo o distancias que recorrer para
conseguir algo", alerta José María Martínez-Selva.
Estas situaciones relatadas por
el catedrático de Psicobiología de Murcia nada tienen que ver con el uso
natural y cotidiano del teléfono móvil por millones de ciudadanos. Aunque esa
"literatura de fantasía" a la que se refería Facund Fora puede llegar
a generar preocupación entre los usuarios. Ferran Lalueza lo explica con un
ejemplo: "Si estoy esperando una llamada importante y en algún momento,
equivocadamente, me parece escuchar el timbre de mi móvil o incluso creo
sentirlo vibrar en el bolsillo de mi americana, de entrada esta percepción
errónea no me genera preocupación alguna. En cambio, cuando alguien alude al
PRS (phantom ringing syndrome) o al PVS (phantom vibration syndrome), empiezo a
asustarme, incluso sabiendo que dos tercios de los usuarios de móvil hemos
experimentado alguna vez esta sugestión sensorial".
Sara Velasco insiste en que las
nuevas tecnologías "sólo son dañinas si se hace un mal uso de las
mismas". Y en esa comunidad de la comunicación instantánea por esos
canales lo que más preocupa actualmente a esta psicóloga es "visualizar un
mundo donde tanto jóvenes como adultos, no se comunican cara a cara, donde ya
no se llama por teléfono, donde nos disfrazamos en internet para ser quien
queremos ser, donde 'amigo' se contabiliza en las redes sociales".
A Martínez-Selva también le
preocupan casos, que él ha diagnosticado, de personas que sufren estrés laboral
porque son incapaces, al estar siempre en línea, de desconectar de sus
trabajos. O problemas de sueño de menores y adolescentes que pasan horas ante
una pantalla. El psiquiatra Facund Fora revela, por su parte, que "en las
consultas vemos cada vez más jóvenes que están sustituyendo la vida social real
(salir, pasear, tomar algo, hablar, practicar alguna actividad¿) por una vida
virtual: se pasan horas en las redes sociales o jugando o viendo series, en
detrimento de una vida familiar y social saludable". Son los casos más
extremos, por los que sí hay que preocuparse.
Y así lo recalcan estos expertos
en psicología y adicciones. El mal uso de esos nuevos canales de información y
comunicación puede generar conductas desadaptativas. "Serían aquellas que
limitan a la persona cuando le impiden relacionarse de manera funcional y
saludable con su medio, cuando le resta tiempo para lo que antes era
importante, cuando la merma en sus responsabilidades, cuando esa nueva
tecnología se convierte en una obsesión y ocupa la mayor parte de su
tiempo", indica Sara Velasco.
Ferran Lalueza no niega, por su
parte, que "las nuevas tecnologías están alterando nuestro comportamiento,
ni que sea por el hecho de que nos abren posibilidades hasta ahora
inexistentes. Modifican nuestra forma de comunicarnos, de relacionarnos, de
aprender, de trabajar, de informarnos, de divertirnos...". Pero considera
que, "si cada vez damos más cancha a la tecnología para desarrollar las
actividades que llevamos a cabo, será que asumimos que los beneficios que nos
aporta superan con creces los potenciales daños colaterales que puedan
generar". Este profesor de Comunicación de la UOC no cuestiona, quiere
dejar claro, "la conveniencia de tomar conciencia de los riesgos asociados
a ciertas prácticas y de potenciar su prevención". Pero lo que no puede compartir,
asegura, "es caer en el alarmismo permanente".
El psiquiatra del Centro Médico
Teknon Facund Fora recuerda que "las obsesiones y las adicciones ya se
daban en tiempos prehistóricos. Con las nuevas tecnologías cambian,
simplemente, los medios y las formas. Por tanto, vamos a ir viendo nuevos
problemas o trastornos en relación al uso de las nuevas tecnologías que vayan
surgiendo pero, en el fondo, nada ha cambiado desde hace miles de años, cuando
alguien descubrió que la necesidad de estar mascando o fumando hojas le impedía
salir a cazar con el resto del grupo o vigilar la cueva en la que vivían. Con
el tiempo van cambiando las necesidades, pero no las personas ni lo que
somos". Así que etiquetar de inmediato todas las nuevas conductas que van
surgiendo no parece ser la mejor receta para prevenir comportamientos hasta
ahora desconocidos.
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