El Banco Mundial busca tomar nuevo impulso
El Cronista Comercial - abril de 2015
En las aguas turbias del Congo, donde el río
corre hacia los rápidos de Inga, se encuentra lo que algunos consideran el
futuro de la electricidad de África y, muy posiblemente, del Banco Mundial
también.
Jim Yong
Kim, el presidente del Banco, por cierto cree eso. A pesar de las
preocupaciones de Estados Unidos, el año pasado el directorio de Banco Mundial
aprobó un proyecto de u$s 73 millones para ayudar a las autoridades de la
República Democrática del Congo a llevar a cabo estudios ambientales y otros
estudios de viabilidad y reflotar planes de hace décadas de lo que sería el
complejo hidroeléctrico más grande del mundo.
La movida es un intento audaz de volver a
entrar en el juego de los "mega proyectos" al que el Banco alguna vez
debió su fama y dar nuevo impulso a un proyecto que lleva tiempo cajoneado. Si
se completase en un solo día, el complejo Grand Inga sería uno de los proyectos
más grandes del Banco de todos los tiempos, con un costo mínimo de u$s 50.000
millones; el complejo constaría de ocho presas y generaría 40.000MW de potencia
o la mitad de la que África produce actualmente y dos veces la potencia de la
Presa de las Tres Gargantas de China.
Además, afirma Kim, representaría un signo del
poder único del Banco Mundial de hacer viables proyectos de infraestructura
grandes y fundamentales para inversores y hacerlo en entornos complicados tales
como la República Democrática del Congo. La primera etapa consiste en la
entrega de una sola nueva presa con un costo aproximado de u$s 12.000 millones;
parte de este monto sería financiado por el Banco.
"Este es un ejemplo típico de un proyecto
que no sería posible sin la participación de grupos como el nuestro",
sostuvo Kim en la víspera de las reuniones de esta semana entre el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional. "Es un proyecto que realmente
quiero que comience." Dicha intención ahora tiene más importancia que
nunca.
Fundado hace 70 junto con el FMI en los últimos
días de la segunda guerra mundial, el Banco Mundial actualmente está compuesto
por 188 miembros y sigue siendo una fuerza central del desarrollo global.
Repartió más de u$s 65.000 millones en préstamos, subvenciones y otros compromisos
el año pasado a países en desarrollo, con más de 12.000 empleados y casi 5000
consultores en 131 países dedicados a temas desde educación, cambio climático y
políticas de salud hasta puentes y presas.
La nueva realidad
Pero la historia y el poder cambiante en la
economía global están recuperando terreno. Durante décadas, el Banco se ganó
las críticas de activistas contra la globalización y grupos ambientalistas,
muchos de los cuales lo han considerado un instrumento del poder de Estados
Unidos, pero su dilema actual es más profundo. Con China y otras economías
emergentes propulsando nuevas alternativas a instituciones multilaterales
existentes, parece no quedar duda de que el modo en que se rige la economía
global está atravesando el cambio más importante desde que el Banco Mundial y
el FMI se fundaron en Bretton Woods.
A pesar de que Estados Unidos puso sus propios
obstáculos diplomáticos infructuosos al Banco Asiático de Inversión en
Infraestructura (BAII) apoyado por Beijing, lo cierto es que las mismas
instituciones que Washington intenta defender ya están tratando de adaptarse a
la nueva realidad.
Mientras
Estados Unidos presionó a aliados para no adherir al BAII, tanto Kim como
Christine Lagarde, directora gerente del FMI, aceptaron públicamente la nueva
institución.
Quizás no tengan alternativa. Lagarde ahora
habla de la necesidad de un "nuevo multilateralismo" que incluya
nuevos jugadores como el BAII a fin de fomentar el rezagado crecimiento
mundial. Hasta se puso áspera, instando al Congreso de Estados Unidos
controlado por los republicanos a ratificar reformas de 2010 que otorgaron a
China y otras economías emergentes una mayor representación en el FMI, donde
Estados Unidos tiene derecho de veto.
La semana pasada Kim se comprometió a hacer
todo lo que esté a su alcance para encontrar formas "innovadoras" de
trabajar con el BAII, y agregó que como la búsqueda de sucesores de los
objetivos de desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas continúa, "hay
mucho trabajo por hacer".
Niega que su postura lo enfrente a la Casa
Blanca que lo designó en 2012. De hecho, funcionarios de Estados Unidos dijeron
que les gustaría ver que el BAII trabaje con las instituciones multilaterales
existentes una vez que comience a otorgar financiación y se ahorraron las
quejas de aliados que se suman a declaraciones extraoficiales.
Sin embargo, el presidente del Banco Mundial
también tiene claro que su visión de un futuro de cooperación es más matizada
que la de otros funcionarios del gobierno de Estados Unidos. "No creo que
Jack Lew [el Secretario del Tesoro de Estados Unidos] y yo estemos diciendo
cosas diferentes sobre el BAII", sostiene Kim. "Solo que yo tengo un
conocimiento mucho más detallado de cómo va a funcionar, en qué consistirá
nuestra colaboración, porque me dedico a esto todos los días".
No todo es dinero
Su visión de la supervivencia del Banco Mundial
se basa mayormente en un futuro "híbrido" construido en torno a
préstamos que llegan con un vasto acervo de conocimientos.
El ex-inmunólogo señala que en los últimos años
el endeudamiento de China e India con el Banco Mundial aumentó no solo porque
precisan el dinero, sino porque, sostiene, quieren su experiencia.
"El orden internacional no se rompe; no
existe tal cosa", Li Keqiang, el primer ministro de China, reveló al
Financial Times en una entrevista reciente. "Obtuvimos mucha experiencia
trabajando con el Banco Mundial y otras instituciones… China se vio beneficiada
con el actual sistema internacional". Kim reconoce que para transmitir
mejor esa experiencia, el Banco tiene que ser más ágil, especialmente dado que
enfrenta una competencia en aumento e "inevitable".
"No se trata únicamente del AIIB, sino de
los mercados de bonos. Ahora las personas pueden acudir directamente a los
mercados de bonos y obtener financiación... ¿Por qué tratamos de acortar el
camino desde la concepción hasta la ejecución? Por la competencia que nos
espera afuera. ¿Por qué tratamos de mejorar la circulación del conocimiento?
Porque los países tienen opciones. Eso es un hecho".
"Fuimos las personas más importantes del
bloque [y], por lejos, el prestamista más importante para estos países
pobres", sostiene. "Estos no tenían otras fuentes y nosotros podíamos
básicamente hacernos cargo. [Pero] como todo el mundo ha señalado, ya no
estamos en esa posición".
Pocos dudan de que el banco esté necesitado de
un cambio. David Dollar, ex funcionario del Tesoro estadounidense que trabajó
20 años en el banco, sostiene que durante mucho tiempo tuvo una burocracia
interminable que en ocasiones hizo que algunos países prestatarios se alejen.
Dollar cita a un funcionario indio que una vez
le dijo: "Dollar, la combinación de nuestra burocracia y la de ustedes es
mortal."
Aun así,
Dollar -que alguna vez dirigió las operaciones del banco en China- teme que las
reformas de Kim acaben centralizando las operaciones y la experiencia del banco
y lo vuelvan demasiado centrado en soluciones tecnocráticas en lugar de poner
expertos en el terreno. "No es así como funciona el desarrollo en la
práctica", dice.
Algunos observadores de los bancos también se
cuestionan si Kim, que fue considerado un progresista cuando llegó y ha sido
elocuente en temas como la desigualdad, está regresando la institución a lo que
ellos consideran sus "malos viejos hábitos". Los grupos de presión
siguen siendo críticos de sus políticas de reasentamiento y sus actualizaciones
lentas a las salvaguardias ambientales. También les preocupa que la competencia
de sus pares del BAII lo esté impulsando a regresar a su viejo modelo de
respaldo de grandes proyectos de infraestructura y crecimiento.
Nicolas Mombrial, que sigue de cerca al Banco
Mundial desde la organización de ayuda Oxfam, afirma que cada vez hay más
"destellos del antiguo Banco Mundial". Y añade: "Creo que van
por el camino equivocado y que si toman esa dirección pueden llegar a
chocar."
Los esfuerzos de transformación de Kim no
siempre fueron bien recibidos por el personal del banco. La reorganización del
banco, que lleva ya dos años, en "prácticas" globales diseñadas para
organizar mejor su experiencia ha sido polémica y provocó una clara revolución
del personal el año pasado.
Ningún aspecto de ese descontento interno se
vio reflejado en las reuniones de primavera de esta semana, pero algunas de sus
ideas y métodos siguen aburriendo a los conocedores del banco. El presidente es
un predicador de oficinas abiertas y ha transformado su escritorio de una suite
de oficina tradicional en un imponente salón de doble altura en la sede del
banco, en Washington. Pero la mayor parte del personal del Banco Mundial,
incluyendo altos ejecutivos, sigue trabajando fuera de las oficinas
laberínticas, que durante mucho tiempo fue la regla general, y dicen que así lo
prefieren.
Disenso creciente
Al mismo tiempo, algunos funcionarios de alto
rango se quejan de que en su esfuerzo por crear prácticas globales llenas de
expertos, Kim ha espantado a algunos talentos de clase mundial. También están
aquellos, tales como Scott Morris, ex funcionario del Tesoro estadounidense que
supervisó las relaciones de Washington con el Banco en el primer gobierno de
Obama, que sostienen que la reorganización ha enmascarado la necesidad de un
cambio más radical.
Mucho antes de que el AIIB fuera concebido,
sostiene, el Banco estaba perdiendo participación de mercado en el mundo de las
finanzas para el desarrollo frente a competidores regionales, como los bancos
de desarrollo de Asia y África. Tras una ronda de aumentos de capital en 2010,
Morris y un colega del Centro para el Desarrollo Mundial escribieron en un
artículo el mes pasado que la participación del Banco Mundial del capital en
manos de los bancos multilaterales de desarrollo cayó del 50% al 39%.
A su vez, el sector privado desempeña un papel
cada vez más importante. La inversión extranjera directa en los mercados
emergentes ha aumentado con rapidez. En 2014 la OCDE, con sede en París,
descubrió que la inversión extranjera directa de los países miembros, en gran
medida ricos, en las economías en desarrollo equivalía a 1,7 veces el flujo de
asistencia oficial para el desarrollo, incluida la del Banco Mundial. Esta
nueva dinámica, afirma Morris, implica que el Banco debería apartarse de su
función tradicional de prestamista y centrarse más en desplegar sus
conocimientos, o como un centro de debate sobre temas de importancia, como el
cambio climático.
"[El Banco Mundial] pierde preponderancia
si se aferra a ese modelo básico y no va en otra dirección", dice.
Kim discute esa postura. Sostiene que la
ventaja competitiva de la entidad proviene del vínculo único entre su función
de prestamista y sus conocimientos. Pero no todos sus accionistas están de
acuerdo con los imperativos de la financiación.
La decisión de la junta del año pasado de
apoyar el financiamiento de u$s 73 millones para ayudar a revivir el proyecto
Grand Inga en la República Democrática del Congo llegó con una abstención
importante: la de Estados Unidos, lo que planteó dudas sobre los elementos
clave del esquema.
"A pesar de las posibilidades del
proyecto, hay importantes riesgos de gobernabilidad y ambientales que deben
administrarse de manera eficaz para que un proyecto tan grande y complejo pueda
tener éxito", declaró el Tesoro de Estados Unidos al explicar su voto.
Si el proyecto congoleño llegará a buen término
sigue siendo una incógnita. Según algunas versiones, la idea de construir una
represa en los rápidos de Inga empezó a gestarse por primera vez hace casi un
siglo. En 1970 y 1980 se construyeron dos presas que ahora, sin embargo, están
en mal estado y funcionan muy por debajo de su capacidad.
Si el Banco Mundial quiere evitar un destino
similar y sobrevivir a la avalancha de nuevos competidores, tendrá que desear
un futuro mejor que aquel.
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