2 amenazas del internet de las cosas
Forbes - jueves, 23 de abril de 2015
La principal amenaza podrían ser los contratos
firmados legalmente (no las acciones al margen de la ley). Que no te agarren
con los dedos en la puerta.
Supongamos que vamos manejando y necesitamos combustible,
y por ello nos paramos en una gasolinera que nunca habíamos visitado. Al
llegar, el encargado nos llama por nuestro nombre y sabe exactamente qué tipo
de combustible y qué cantidad necesitamos. Sabe también que al auto le hace
falta aceite, que una llanta está ligeramente baja y nos recuerda que
probablemente necesitemos comprar un litro de leche en la tienda de
conveniencia que hay en la estación. ¿Quién se lo dijo? Nuestras cosas, es
decir, nuestros dispositivos comunicándose entre sí.
El internet de las cosas es el concepto que se
utiliza para describir la forma en la que dispositivos electrónicos de
prácticamente cualquier naturaleza se comunican entre sí, sin la intermediación
de un humano, con el objetivo de intercambiar información y hacer mucho más
eficiente el trabajo para el que están diseñados.
Así, es posible que cada objeto tenga una
dirección IP con la que recopila información sobre su propio uso y la
intercambie con otros dispositivos, creando una base de datos que, en teoría,
deben facilitar la vida a los humanos. Ése es el principio de los objetos
inteligentes: que puedan personalizar su uso de acuerdo con las necesidades
particulares de cada uno de los usuarios.
No se trata solamente de nuestro gadget
dándonos alertas viales, sino de nuestro auto hablando con otros autos que
hablan con los semáforos y cámaras de seguridad que nos ayudarán a tomar
decisiones para hacer que el tráfico vehicular fluya más rápido.
Parece un asunto de ciencia ficción; sin
embargo, el que los dispositivos empiecen a conectarse y comunicarse entre sí,
sin la mediación de un humano, empieza a ser factible en algunas
circunstancias. Por ejemplo, cuando tomamos una fotografía y el dispositivo se
conecta de forma automática con un servicio de almacenaje en la nube para hacer
un respaldo.
El término alude a los objetos que pueden
interconectarse entre sí a través de cualquier dispositivo de
radiocomunicación, ya sea la web, bluetooth o cualquier otro sistema. Así,
intercambian información y pueden tomar decisiones en tiempo real.
Para conectarse, los objetos utilizan una capa
de baja velocidad llamada internet 0, desarrollada en el Massachusetts
Institute of Technology durante la década pasada. La idea es que se puedan
utilizar y optimizar los recursos existentes dentro de una casa u oficina, por
ejemplo, y utilizar el router como una especie de telégrafo que permita
intercambiar información entre todos los objetos presentes. De esta manera, no
se necesita conseguir equipo especial y tampoco se interfiere con el ancho de
banda.
En teoría, el internet de las cosas es la base
de los hogares, oficinas y edificios realmente inteligentes, que además podría
impactar de forma positiva al comercio y la mercadotecnia. No obstante, es
probable que existan problemas, principalmente con el uso de la información.
Michael Froomkin, profesor de la Universidad de
Miami, explica que quizá los usuarios de la red estén proporcionando demasiada
información y consentimiento sobre su vida digital al firmar contratos sin
saber exactamente de qué tratan. Al dar esa autorización sobre nuestros datos,
entonces podrían tomar decisiones discrecionales sobre sus servicios y
productos.
Si nuestro refrigerador le avisa a la compañía
de seguros qué tipo de comida consumimos o nuestro auto le informa sobre
cuántos mensajes recibimos mientras conducimos, entonces podrían establecer si
nos dan o no el servicio o marcar una diferencia entre tarifas.
Quizá sea buen momento de empezar a legislar
sobre lo que las máquinas hacen con los datos que obtendrán de nuestra forma de
vida, para que, llegado el momento, no nos agarren con los dedos en la puerta.
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