Sale a la luz un viejo secreto de
Shakespeare
El Mundo - miércoles, 26 de
octubre de 2016
La sospecha de que William
Shakespeare (1564-1616) se atribuía obras que no eran suyas total o
parcialmente se arrastra eternamente en los estudios del escritor. Un comité de
23 académicos de la Universidad de Oxford ha concluido que 17 de las 44 obras
firmadas por el Bardo contienen la participación de alguna otra mano, de
escritura ajena a él. A partir de ahora, la publicación de las tres partes de
la obra titulada Enrique VI por parte de la universidad se atribuirá a dos
autores, William Shakespeare y Christopher Marlowe (1564-1593). Ambos
escritores nacieron el mismo año.
Gary Taylor, editor de Oxford,
explica que "el examen de las obras nos ha llevado a verificar la
presencia de Marlowe en las obras de forma suficientemente clara y
contundente". "Estamos seguros de que estos dos escritores no se
influían mutuamente, sino que trabajaban juntos; los rivales a veces
colaboran", atestigua Gary Taylor al anunciar las decisiones del comité de
académicos de Oxford. A tenor de Taylor, el estudio de la obra de Shakespeare
para determinar si han metido mano otros autores, se basa en el "análisis
de textos tradicionales y en el uso de herramientas informáticas para examinar
la escritura de los manuscritos".
De momento, la polémica sobre si
el Bardo lo hizo todo o si no fue así permanece en los círculos académicos. No
todas las universidades acatan la autoridad de Oxford. En la de Warwick, por
ejemplo, continúan con la controversia tras la contundencia mostrada en Oxford.
La profesora de Warwick, Carol Rutler, experta también en la obra
shakesperiana, aduce que "lo que han hecho en Oxford no resuelve nada de
lo que ya se conocía". En opinión de la académica, "Shakespeare
colaboró con muchas personas para escribir sus obras de teatro, pero entre
estos muchos colaboradores no figuraba Christopher Marlowe".
A tenor de Rutler, el argumento
temporal es su razón para rebatir a sus colegas de Oxford. "Cuando se
escribían las obras de Enrique VI, Marlowe era un chico que escribía los
carteles para el teatro, venía a ser un actor desconocido con quien nadie se
hubiese querido aliar". El escritor nacido en Canterbury y fallecido en
Deptford, sureste de Londres, llegó a hacerse un nombre como autor. Uno de sus
títulos conocidos para el teatro es Doctor Fausto. La primera parte de las tres
que constituyen Enrique VI, fue publicada en 1591 cuando Marlowe, que murió con
29 años, ya era relativamente conocido.
La académica de Warwick aduce lo
siguiente: "No niego que Shakespeare colaboró con muchas otras personas
para escribir sus obras, pero estas participaciones no hay que buscarlas en
otros escritores, sino en los actores con los que colaboraba para escribir las
obras que éstos iban a representar en el teatro".
La profesora no se ahorra una
crítica directa contra sus rivales de Oxford y, concretamente, contra Gary
Taylor que ha dado a conocer las decisiones del comité de expertos.
"Identificando a Christopher Marlowe como uno de los coautores de la obra
de Shakespeare, lo que hacen personas como Gary Taylor [de la Universidad de
Oxford] es limitarnos y así nos olvidamos de examinar la riqueza en la
escritura y en la experiencia de escribir para representar en el teatro",
aduce la profesora perpetuando la polémica entre los universitarios sobre si el
famoso escritor inglés se valió mucho o poco de sus contemporáneos, escritores
o actores con los que trabajaba.
La sombra de la duda sobre
Shakespeare no es cosa nueva. La mano de Christopher Marlowe en los manuscritos
de Shakespeare se detectó por primera vez en el siglo XVIII. Él no es el único
que pudo escribir textos y/o fragmentos atribuidos a Shakespeare. En 1992 se
formó la Shakespeare Authorship Trust, una asociación de académicos, actores y
estudiosos del dramaturgo, con la intención de identificar lo escrito por él y
lo ajeno. El presidente de la asociación, el actor Mark Rylance, como la
mayoría de actores, cree que Bardo no pudo escribir todo lo que se le atribuye,
pero deja la tarea de separar el grano de la paja a otros.
El cineasta Charlie Chaplin, en
sus días de estudio del autor inglés, ya puso en duda que una sola persona
hubiese podido escribir la obra literaria que se atribuye al autor. Otros como
el actor Hal Holbrook (o Mark Twain) fueron más tajantes a la hora de sopesar
qué es de Shakespeare y qué no lo es: "Hasta ahora es sabido, y se puede
demostrar que William Shakespeare de Stratford-upon-Avon no escribió una sola
obra en su vida". Hasta el momento, no se ha demostrado por patrones
sintácticos o gramaticales, uso de vocabulario o análisis de textos en general
que no hiciese lo que firmó. Otra cosa es que no lo hiciese solo.
Uno de los argumentos que
refuerzan la teoría de que Shakespeare no escribió todo lo que se le atribuye
es el hecho de que el inglés no salió de la isla de Gran Bretaña, y si lo hizo,
de lo cual no hay pruebas contundentes, fue en pocas ocasiones y por poco
tiempo. En cambio, algunas de sus obras se desarrollan en ciudades europeas,
especialmente en Italia. No solamente, El mercader de Venecia, en el que las
descripciones de la ciudad no se limitan a los canales que alguien le pudo
describir, está bajo la sombra de la sospecha, sino que otras obras contienen
un conocimiento detallado y profundo de ciudades ajenas a los ingleses del
siglo XVI-XVII que no abandonaron su país.
En 2011 la película Anonymous
identificaba a Edward de Vere, el 17º conde de Oxford (una casualidad, la del
condado con la universidad) como el auténtico autor de algunos de los títulos
de William Shakespeare. Otras de las plumas que se han detectado en los
numerosos textos shakesperianos son las de Sir Francis Bacon (1561-1626), barón
de Verulam y vizconde Sant Albans, un contemporáneo del escritor o la de
William Stanley, sexto conde de Derby. Aristócratas y nombres de largo linaje
que accedían a la educación y la enseñanza en un momento en que escribir
requería conocer el lenguaje y haber tenido formación. Vanessa Redgrave, que
como buena actriz inglesa ha llevado al escenario numerosas obras de
Shakespeare, en conversación con EL MUNDO reconoció la legitimidad de las dudas
sobre la autenticidad de los escritos firmados por el Bardo.
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