La culpa no fue de Alan Greenspan
The wall
street journal - octubre de 2016
Contrario al banquero central
seguro que muchos percibieron, el ex presidente de la Fed estaba lleno de dudas
Si existe un consenso en la
economía hoy en día es que los bancos centrales dejaron de ser los magos que en
algún momento pensamos que eran. Los conservadores los atacan por imprimir
dinero en forma irresponsable mientras que los progresistas los acusan de no
hacer lo suficiente para reactivar una economía estancada. Todos parecen mirar
con nostalgia una era anterior, cuando un presidente omnisciente de la Reserva
Federal de Estados Unidos manejaba la economía con tal destreza que lo apodaban
“el maestro”.
El maestro era, sin lugar a
dudas, Alan Greenspan. Sin embargo, las ideas que ahora se imponen acerca de su
extensa gestión al frente del banco central, entre 1987 y 2006, están
alarmantemente equivocadas. Lejos de ser un sabio omnisciente, Greenspan estaba
lleno de dudas acerca de la dirección de la Fed. Se preguntaba en voz alta si
la calma que reinaba en la economía y su propia reputación exaltada podía
desembocar en problemas. “Cuando las cosas se vuelven demasiado buenas, los
seres humanos se comportan espantosamente mal” comentó ante un grupo de
colegas.
Además, lejos de ser un
convencido partidario de la capacidad de los mercados para regularse a sí
mismos, Greenspan agonizaba acerca de su inestabilidad. A menudo les recordaba
a sus audiencias del crash que produjo la Gran Depresión de los años 30, sólo
para después presenciar la crisis financiera de 2007-2008, que puso fin a su
estatus de maestro y a muchas otras cosas.
Tuve una idea de las dudas que abrumaban
a Greenspan mientras hacía la investigación para mi libro sobre su vida y su
carrera. Durante las entrevistas que le realicé en su oficina, cada vez que le
preguntaba acerca de los inicios de su desarrollo intelectual, noté que su
vista subía en dirección de un voluminoso archivador en una de las estanterías.
Suponiendo que podría contener su tesis de doctorado de 1977, que había
desaparecido hace años de los registros públicos, le pregunté si guardaba una
copia. Cuando vio que miraba fijamente al archivador, me respondió que sí.
La tesis doctoral perdida arroja
nueva luz sobre su figura. Durante los 18 años y medio que pasó como presidente
de la Fed, llegó a encarnar la idea popular de un banquero central moderno: un
activista que no tiene ningún inconveniente en proteger la economía de las
turbulencias con transfusiones de dinero. La tesis de Greenspan, no obstante,
parte de un lugar muy distinto. Se basa en un trabajo que presentó por primera
vez en 1959, cuando aún estaba bajo la influencia de la excéntrica novelista y
filósofa libertaria Ayn Rand. En su tesis, en lugar de considerar el activismo
de la Fed como un baluarte contra la inestabilidad, formuló una crítica que lo
llevó a denunciar la creación del organismo como “uno de los desastres históricos
de la historia estadounidense”.
Durante su gestión como
presidente de la Fed, Greenspan permitió el crecimiento de burbujas en forma
reiterada y sostuvo que era mejor permitir el máximo crecimiento y empleo
durante los ciclos exuberantes de la economía. Mientras la inflación estuviera bajo
control, indicó, era correcto expandir la oferta de dinero.
En su tesis doctoral, no
obstante, adoptó la postura opuesta: según el joven libertario, la Fed tenía
una obligación, un deber claro e inviolable, de evitar la impresión de dinero
que alentaba la formación de burbujas financieras. Si se deja que los mercados
asciendan a alturas vertiginosas, los consumidores, que se sentirán más
pudientes, gastarán en forma insostenible y acumularán deudas excesivas. Al ver
que los precios de los activos no paran de subir, los empresarios se
apresurarían a construir nuevos activos —fábricas, depósitos, condominios— y
acumularían todavía más deudas en el proceso.
En suma, las burbujas inducen a
las familias y las empresas a extremar sus finanzas con un exceso de deuda. La
creación de la Fed había sido un desastre “histórico” precisamente porque no
podía resistir la tentación de imprimir demasiado dinero, lo que degradaba los
hábitos de la prudencia y nutría las burbujas que el joven Greenspan temía.
¿Qué importancia tiene esto
ahora? Después de la crisis de 2008, cuando la opinión sobre Greenspan pasó de
la reverencia a la malevolencia, los comentaristas lo acusaron de permitir que
surgiera una burbuja hipotecaria de proporciones monstruosas por ideología o
ignorancia. Los críticos lo acusaron de no ver el costo de las recesiones
provocadas por la deuda, donde el ahorro se vuelve más importante que el gasto
y la inversión, y de confiar ingenuamente en la eficiencia de los mercados.
Pero la tesis perdida del maestro
demuestras que tales críticas no son acertadas. Greenspan no fue complaciente
sobre las posibles catástrofes que se escondían en los balances de resultados,
es un tema que lo había preocupado durante décadas. Lejos de ser ignorante al
respecto, era el que más sabía.
Su preocupación por la fragilidad
financiera es la trama olvidada de su carrera. Designado como presidente de la
Fed a mediados de 1987, lo primero que hizo fue convocar a los expertos
bursátiles del organismo al temer, con justa razón, que una burbuja estaba por
explotar pronto. Durante los próximos años, afrontó la crisis de las
instituciones de ahorro y préstamos; una crisis de los bienes raíces
comerciales en 1991-92 y un estallido del mercado de bonos en 1994.
Dos años después, en tal vez las
únicas dudas expresadas públicamente por Greenspan sobre las burbujas, se
refirió célebremente a la “exuberancia irracional” en Wall Street.
Posteriormente, en enero de 2004, cuando los precios inmobiliarios empezaban a
tener cara de burbuja, repitió la advertencia y predijo la reiteración del
estallido de las acciones tecnológicas. “Pareciera que hubiésemos regresado a
los años 90”, señaló ante sus colegas. “Los posibles efectos son
significativos”.
En suma, el temor juvenil de
Greenspan sobre las finanzas lo acompañó a lo largo de su gestión al frente de
la Fed. Mucho antes de la crisis de 2008 había entendido las lecciones que tras
la crisis fueron celebradas como ideas nuevas.
Por cierto, cabe la pregunta: ¿Si
Greenspan comprendía los peligros de las burbujas, por qué permitía que se
desarrollaran e insistía en público que la mejor manera de abordarlas era
corregir los desequilibrios que producían una vez que estallaban?
La mayor parte de la explicación
tiene que ver con el entorno político. Cuando fue nombrado presidente de la
Fed, Greenspan ya era un veterano de mil batallas en Washington tras haber
servido en los gobiernos de los presidentes republicanos de Richard Nixon en
adelante. Como un experimentado combatiente de la burocracia, calculó que si se
movía en forma enérgica contra las burbujas sólo provocaría frustración y un
escrutinio político hostil.
Su cautela fue reivindicada.
Cuando intentó frenar la toma de riesgos haciendo un llamado, por ejemplo, a
restringir las actividades de las entidades hipotecarias respaldadas por el
gobierno, sintió la presión. El complejo inmobiliario industrial lo denunció
por no entender el financiamiento de los créditos hipotecarios y creó anuncios
de televisión devastadores para disuadir a los legisladores de apoyar los
llamados de Greenspan para una intervención de los reguladores.
Es demasiado fácil y
reconfortante atribuir a Greenspan los presuntos errores intelectuales que
explican la crisis de 2008, imaginar que solamente porque aprendimos el lenguaje
de los mercados que suben o bajan demasiado y de las recesiones de los balances
de resultados nos habíamos vacunado contra un nuevo colapso financiero.
Desafortunadamente, los orígenes de la crisis no están en las fallas de
comprensión del maestro, lo que sería fácil de corregir. En lugar de ello,
están en las fallas de nuestra política. En medio de una campaña electoral como
la que se vive actualmente en EE.UU., ¿quién apostaría a que ahora estamos más
seguros?
— Sebastian Mallaby es un Paul A.
Volcker Senior Fellow de Economía Internacional en el Council of Foreign
Relations. Este ensayo es adaptado de su nuevo libro “The Man Who Knew: The
Life and Times of Alan Greenspan”, algo así como El hombre que sabía: La vida y
los tiempos de Alan Greenspan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario