Steve Forbes: Los migrantes hicieron grande a
EU… y lo pueden hacer de nuevo
FORBES-5 de Octubre de 2016
A diferencia de otras colonias,
Nueva Inglaterra no tributaba a un gobierno central, sino que buscaba romper
lazos y tener un nuevo comienzo. Ésa es la esencia de Estados Unidos.
Somos un país inmigrante único en
la historia, el único país que se inventó a sí mismo conscientemente más que evolucionar
a partir de un pasado mítico. La gente no vino aquí a la conquista de nuevas
tierras para una madre patria, sino para romper con viejos lazos y comenzar de
nuevo (los afroamericanos, traídos como esclavos a la fuerza, son la excepción
obvia). Los peregrinos desembarcaron en Plymouth Rock para fundar una comunidad
libre de la opresión de Inglaterra. Este desprendimiento colectivo del pasado,
combinado con las libertades extraordinarias que no existían en el resto del
mundo, nos ha permitido atraer y asimilar a pueblos de todo el mundo con más
éxito que cualquier otro país en la historia. (Muchos expertos creen ahora que
los nativos americanos habrían prosperado mucho mejor después de haber sido
desplazados violentamente si no hubieran sido condenados a reservas.)
Durante la mayor parte de nuestra
historia no hubo tal cosa como un extranjero ilegal porque prácticamente no
había ninguna ley de inmigración: Uno simplemente llegaba. A finales del siglo
XIX los inmigrantes eran procesados en la isla de Ellis y otros lugares, pero
eso se debía principalmente a razones de salud. Si no estabas enfermo, podías
entrar. (En un horrible golpe de prejuicio se construyeron barreras para
impedir la entrada de personas procedentes de China y Japón).
No fue sino hasta la década de
1920 que EU impuso graves obstáculos que llevaron a la inmigración a una
virtual paralización. Esto resultó ser una aberración. Las barreras se
aliviaron drásticamente en 1965, y el número de participantes se ha
incrementado drásticamente desde entonces.
Una de las principales razones de
la excepcionalidad estadounidense es que la experiencia colonizadora británica
era distinta de la de todos los demás. Por lo general los españoles y
portugueses migraban a América Latina con la idea de hacerse ricos y luego
volver a casa o retirarse a un centro urbano para vivir una vida de ocio, no
tenían la intención de echar raíces profundas como la gente hizo en Nueva
Inglaterra.
Otra gran diferencia era la
gobernabilidad. Francia controló rígidamente a quienes migraban a la
Norteamérica francesa y les permitía poca autonomía. En contraste, las colonias
inglesas tenían un grado notable de libertad para gobernar el lugar, incluyendo
la elección de legislaturas coloniales por parte de residentes “dignos”. Esas
nociones están muy lejos de la democracia que disfrutamos hoy, pero estaban muy
lejos de todo lo que existía en el resto del mundo. Tales organismos tenían
poderes coloniales que los gobernadores, nombrados por la Corona, tenían que
respetar.
Otro factor en este fenómeno de
auto-gobierno era que la propia Gran Bretaña nunca tuvo el gobierno central
todopoderoso que era algo rutinario entre las potencias continentales como
Francia, España y Austria. Por otra parte, Londres no tenía una política
colonial consistente. Era casual, a veces caía en la microadministración y
luego caía en largos períodos de abandono.
La forma en que este país ha
absorbido a personas de orígenes muy diferentes en el tejido estadounidense ha
ocupado durante largo tiempo a observadores y líderes. Incluso en tiempos de
calma la afluencia de extranjeros ha suscitado una mezcla de emociones. Antes
de la revolución americana Ben Franklin se quejó sobre el número de alemanes
que llegaban a Pennsylvania, que no eran como la gente de las Islas Británicas.
Le preocupaba que no llegaran a encajar.
Los programas y proyectos para
“americanizar” a los millones de inmigrantes de Europa central y oriental
proliferaron a finales de 1800 y principios de 1900. Los estadounidenses
estaban preocupados por que esas personas nunca podrían llegar a ser
verdaderamente americanos. ¡Demasiados católicos y demasiados judíos! ¡Qué
comidas y costumbres tan extrañas traían con ellos! Los sindicatos se opusieron
a permitir la entrada de esos inmigrantes bajo el argumento de que la afluencia
de trabajadores reduciría los salarios.
Medio siglo antes los políticos
estadounidenses habían discutido la llegada de irlandeses y alemanes a nuestras
costas. “¡Envíenlos de vuelta!”, era una consigna común. Durante un tiempo, la
inmigración provocó más controversia que la esclavitud.
Una economía en auge permitió que
todos esos esfuerzos de asimilación tuvieran éxito. Incluso las maquinarias
políticas urbanas corruptas que se popularizaron a finales de 1800 jugaron un
papel para ayudar a los inmigrantes a encajar. Entre 1870 y 1914, los salarios
reales aquí se duplicaron y el nivel de vida mejoró notablemente.
En los últimos años varios grupos
de presión han luchado contra la asimilación de los extranjeros, tratando de
crear comunidades aisladas en las que el inglés, incluso para segundas
generaciones, sería una segunda lengua distante. El objetivo era político,
económico e ideológico. A estos radicales no les gustaba la noción de un crisol
estadounidense. Querían grupos balcanizados cuyos votos, creían, serían más
fáciles de controlar. Entonces podrían aprovechar ese poder para hacer
toneladas de dinero a nivel nacional y local. California ayudó a poner un freno
a esa locura restrictiva cuando, en 1998, sus votantes aprobaron por abrumadora
mayoría un referéndum que ordenaba la enseñanza inmersiva de inglés a niños
inmigrantes. No es de extrañar que estos jóvenes aprendieran rápidamente
inglés.
Sin embargo, estos
antiasimilacionistas ayudaron a darle mala fama a la inmigración, a los estadounidenses
no les gustaba la idea de que los recién llegados se aislaran perpetuamente.
Hoy, la ira y la oposición se
concentran en la entrada ilegal de migrantes, la seguridad (tanto el terrorismo
y el crimen), los trabajos que quitan a los residentes legales y la reducción
de los salarios, especialmente entre los trabajadores no calificados.
Veamos cada una de estas
preocupaciones.
Entrada ilegal.
Sorprendentemente, durante décadas nuestros líderes miraron para otra parte
mientras millones de personas entraban a EU ilegalmente. Y nunca se dirigió a
la raíz del problema: El país tenía un déficit de mano de obra. Los empleos
iban desde los mal pagados –agricultura, construcción, restaurantes, hoteles y
jardinería–, hasta los más sofisticados y especializados de alta tecnología. En
lugar de instituir programas integrales para trabajadores temporales, al igual
que las que existían antes de mediados de la década de 1960 en la agricultura,
los políticos ignoraron esas necesidades. El Congreso aprobó un programa
especial de visados para trabajadores de alta tecnología, pero los números
asignados permanecieron lamentablemente bajos y eran insuficientes.
La patrulla fronteriza se ha
incrementado sustancialmente y las detenciones han caído casi 90%, aunque eso
podría deberse, en parte, a la depresión económica que hemos sufrido
recientemente en EU.
Seguridad. Incluso después del 11
de septiembre, aún no sabemos quiénes son los 11 millones de “trabajadores
indocumentados”.
En lo que respecta a los
refugiados de Medio Oriente, Donald Trump tiene razón cuando dice que
necesitamos mejores procesos de depuración. Incluso Alemania, el receptor de
refugiados más liberal, está mejorando sus filtros debido a preocupaciones de
seguridad.
Pérdida de empleos
estadounidenses. La mayor parte de los trabajos que hacen los ilegales son
rechazados por la mayoría de los estadounidenses, especialmente los que tienen
que ver con la agricultura. Los estudios muestran que hay pocos casos de abuso
en el mundo de la alta tecnología al contratar mano de obra inmigrante barata a
expensas de los estadounidenses.
Los dos factores que más han
golpeado la generación de empleos para los trabajadores no calificados son la
economía estancada y los estados que han elevado el salario mínimo. Otro
villano en este cuento son los impuestos demasiado altos (Trump quiere
bajarlos, mientras que Clinton quiere elevarlos ellos); el dólar inestable; y
hiperregulación, tales como el tsunami de reglas derivadas de ObamaCare que
está aplastando las empresas.
En el futuro tenemos que
racionalizar el sistema para satisfacer las necesidades laborales de los
diversos sectores de la economía. También hay propuestas sensatas que podrían
manejar el estatus de los inmigrantes ilegales sin darles la ciudadanía.
Siempre hay que tener espacio para esas personas, incluso los trabajadores no
calificados, que tienen el deseo ardiente, como Abraham Lincoln dijo, de
mejorar su suerte en la vida.
Nuestra historia demuestra que es
nuestra capacidad única para aceptar a los inmigrantes y asimilarlos la que ha
sido crucial para alcanzar el increíble récord de oportunidades, movilidad
social y creación de riqueza. El éxito de los inmigrantes aquí significa el
éxito para todos los estadounidenses.
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