Estos son los alimentos más contaminados de
2016
BUENAVIDA
- jueves, 6 de octubre de 2016
Frutas
y verduras son una indiscutible fuente de salud, venerada por los amantes del
estilo de vida vegetariano y vegano. ¿Alguien podría atreverse a dividir
fresas, manzanas, aguacates y piñas en buenos y malos? En Estados Unidos, lo
hace desde los años 80 el Environmental Working Group (EWG), una organización
sin ánimo de lucro que se presenta como ayuda a los consumidores para elaborar
una lista de la compra "inteligente, saludable y respetuosa con el medio
ambiente". Cada año, este grupo de investigadores publica dos guías
conocidas como Dirty dozen y Clean fifteen, las doce frutas y hortalizas “sucias”
[que contienen contaminantes en su superficie] que nunca debería comprar en el
supermercado y las quince “limpias” [con menos cantidad de pesticidas] que
puede adquirir sin que le tiemble el pulso. Ambos listados pretenden guiar en
la compra a sus consumidores: en 2016, según ellos, conviene comprar "los
doce más sucios" en tiendas de alimentación ecológica. Sin embargo, según
los expertos consultados, esto solo supone una forma de perpetuar un mito
ecológico a ambos lados del Atlántico, que alarma innecesariamente a la
población.
Fresas,
manzanas, nectarinas, melocotones, apios, uvas, cerezas, espinacas, tomates,
pimientos dulces, tomates Cherry y pepinos conforman la lista de 2016 de los
malos del mercado según EWG, al que se han añadido también dos enemigos más:
las guindillas y las hojas de col rizada. En el bando aliado de la compra se
encuentran aguacates, maíz dulce, piñas, repollos, guisantes congelados,
cebollas, espárragos, mangos, papayas, kiwis, berenjenas, melones dulces,
pomelos, cantalupos y coliflores. Mientras blogueras influyentes, como Vani
Hari, viralizan la información, un artículo del Journal of Toxicology, en 2011,
cuestionaba la validez de ambas guías, concluyendo que los niveles de pesticida
de diez de los “doce sucios” eran “insignificantes para los consumidores".
Y que los métodos aplicados por EWG eran insuficientes para establecer
clasificaciones de productos alimentarios. Sin embargo, esa metodología no ha
cambiado en los últimos cinco años.
"Poco
a poco, se prohíben más pesticidas. Pero esto no quiere decir que las fuerzas
malvadas de las grandes multinacionales nos estuvieran engañando” (Valter
Ceppi, director comercial de Koppert)
Estas
clasificaciones de alimentos buenos y malos varían el orden de las frutas y
verduras, incluso las renuevan añadiendo o quitando ingredientes. “Las guías de
EWG se basan en los datos que publica cada año el Departamento de Agricultura
de Estados Unidos (USDA). Si se observa el informe del USDA de este año, con
datos de 2014, veremos que el contenido de pesticidas en los alimentos
estadounidenses es insignificante, por lo que no tienen sentido los listados de
sucios y limpios”, explica Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología
de los Alimentos, quien recuerda que en Europa también existen los informes
anuales de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). “En 2015, se
publicó el correspondiente a los datos de 2013, a partir del análisis de unas
81.000 muestras. Los resultados indicaron que más del 97% se encontraban dentro
de los límites legales establecidos para pesticidas, y en el 55% no se detectó
residuo alguno. Los alimentos son seguros en este aspecto”.
EWG,
¿entidad sin ánimo de lucro?
Para
dilucidar si los listados de EWG responden a un objetivo de informar o de
alarmar a los consumidores, lo conveniente, apunta Lurueña, es ir a la propia
fuente: ¿Quién es EWG? Fundada en 1993 por los activistas Ken Cook y Richard
Wiles, esta entidad se dedica a ofrecer a los consumidores una herramienta
revestida de ciencia para la compra segura y sostenible de alimentos y
cosméticos, y se presenta sin pretensiones de conseguir beneficios. Sin
embargo, sus fuentes de financiación, son básicamente las empresas que venden
productos ecológicos, según Lurueña Para hacerse una idea, un pepino procedente
de la agricultura tradicional, que la ONG desaconseja en 2016, puede costar
unos 10 céntimos, mientras que el ecológico triplica este precio. Continúa
Lurueña: "Por un lado, plantean un supuesto problema, y por otro lado
ofrecen una supuesta solución, que 'casualmente' les reporta algún beneficio
económico. En el caso concreto de los alimentos, EWG infunde el miedo a los
pesticidas y los alimentos transgénicos, a la vez que promueve el consumo de
alimentos ecológicos (por supuesto, sin mencionar que en estos también se
emplean determinados pesticidas)".
El
informe del USDA de 2016 indica que en más del 99% de las muestras de alimentos
analizados en EE UU los niveles de pesticidas no superaban los límites legales
La
alarma o la confusión dependen de cómo se presenta la información, señala
Valter Ceppi, director comercial de Koppert, multinacional agrícola de control
biológico y polinización, que asegura que aunque muchos alimentos contengan
residuos, todos ellos están controlados por la ley. “Los pesticidas que
permanecen en los alimentos se han estudiado desde el punto de vista
toxicológico. Primero, en dosis altas hasta llegar a dosis más bajas; y se ha
evolucionado en los últimos años hasta analizar cómo influye en nuestro sistema
endocrino, gracias a las nuevas tecnologías. Poco a poco, se prohíben más
pesticidas. Pero esto no quiere decir que las fuerzas malvadas de las grandes
multinacionales nos estuvieran engañando”, concluye. Son los mecanismos por los
que ya sabemos que la ciencia cambia de opinión.
Mientras
tanto, respire tranquilo. En Europa, al igual que Estados Unidos y otros
países, solo pueden emplearse determinados plaguicidas y fitosanitarios, anota
Lurueña: “Antes de ser aprobados, se someten a diferentes estudios en los que
se evalúa su posible impacto negativo sobre el medio ambiente y los humanos. Se
realizan estudios toxicológicos previos para determinar las dosis que podrían
ser potencialmente peligrosas, y a partir de ellas se establece un amplio
margen de seguridad para fijar unos límites máximos de residuo que son
recogidos en la legislación y que no pueden ser sobrepasados en los alimentos
de origen vegetal o animal. En estas evaluaciones se tiene en cuenta el
conjunto de la dieta a lo largo del tiempo, se estudia el posible efecto acumulativo
(ya sea por consumo prolongado o por ingesta a partir de diferentes fuentes),
además de otros posibles riesgos, como el de los interruptores
endocrinos".
Para un
riesgo cercano al cero, lave la fruta
Existen
opciones más baratas de librarse de un altamente improbable riesgo de
intoxicación por pesticida (al fin y al cabo, son sustancias biocidas, es
decir, que dañan la vida, según el biogeógrafo Joaquín Hortal, investigador en
diversidad). Y pasa por lavar la fruta antes de consumirla. "Dividir los
alimentos en 'sucios' y 'limpios' es un ejemplo flagrante de amarillismo
nutricional, como herramienta de márketing eficaz y brutal para captar la
atención de un consumidor que antes no se ha preocupado por estas cosas”,
ilustra el nutricionista Juan Revenga.
"Dividir
los alimentos en 'sucios' y 'limpios' es un ejemplo flagrante de amarillismo
nutricional, como herramienta de márketing eficaz y brutal para captar la
atención de un consumidor que antes no se ha preocupado por estas cosas"
(Juan Revenga, nutricionista)
Pese a
que las listas del EWG pueda recordarles a muchos otros sistemas como el
semáforo nutricional, que la industria alimentaria utiliza para advertir a los
consumidores de los niveles de calorías, azúcares y grasas de los productos,
Revenga aclara que no hay que confundirlos, a la vez que recomienda la sencilla
solución de lavar los alimentos. “Puede que si se analizan profundamente las
manzanas, el apio, las espinacas y las fresas, contengan un porcentaje más
elevado de pesticidas que otros alimentos contemplados como 'limpios', pero no
es que aquellos sean contaminantes, sino que lo son las sustancias químicas o
biológicas que llevan, que el productor ha utilizado para evitar ciertas
situaciones [como las plagas]". Según el especialista, basta con poner
frutas y verduras bajo el grifo de la cocina, incluso las que llevan piel.
"De lo contrario, al quitar la piel, el cuchillo se impregna de los
residuos de los contaminantes y afecta a la carne de los alimentos”, zanja.
Si
todavía tiene alguna duda, Guillermo Quindós, catedrático de microbiología de
la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU) y miembro
del Círculo Escéptico, recuerda que las medidas de control para la seguridad de
los alimentos incluyen desde la aprobación o prohibición de productos
utilizados en las cosechas hasta las pruebas de laboratorio para comprobar las
concentraciones de tóxicos y microorganismos. “Su eficacia es elevada. Y se
aprecia en la rapidez de actuación durante una crisis alimentaria. Hay un
número importante de laboratorios públicos y privados de control en todo el
mundo. Los alimentos, nunca han sido tan 'sanos' y tan accesibles para la
mayoría de la población como ahora. La longevidad y la calidad de vida son mayores
de forma global. Vivimos más y mejor”. Sin listas negras.
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