Emprendimiento en el garaje de Steve Jobs
FORBES- 26 de octubre de 2016
Trámites, coyotaje y corrupción,
entre otras cosas, hubieran impedido que esfuerzos de emprendedores, como los
que permitieron crear Apple, tuvieran éxito en la Ciudad de México.
Siempre que en la actualidad se
quiere hacer referencia a los cambios monumentales que una persona ha
realizado, a partir de su ingenio, en el mundo y la cotidianidad de las
personas, pensamos en Steve Jobs. No hay forma de no hacerlo, el día a día está
lleno de ideas del genio de Apple, desde la movilidad de un teléfono
inteligente hasta los conceptos como obsolescencia programada, la creatividad y
la imaginación de este joven californiano acompañan al hombre del segundo
milenio.
Hay pocos casos de éxito tan
estudiados como el que se inició uniendo los talentos de Steve Wozniak, Ron
Wayne en un garaje de la casa de la familia Jobs. La Humanidad entera se
sorprende y admira a este grupo de muchachos emprendedores que saltaron a la
portada de la revista Time y que antes de cumplir treinta años ya eran
millonarios en dólares gracias al impacto de la Apple II. En México, este
fenómeno no sería posible.
A pesar de que la Semana del
Emprendedor se llevó acabo, con bombo y platillo, en la primera semana de octubre
y de que los discursos oficiales -de autoridades federales y de la Ciudad de
México- hablan del apoyo que se debe dar al emprendimiento, hay una brecha
terrible que es muy tortuosa de librar: la congruencia. Por un lado, la
Secretaría de Economía y la Secretaría de Desarrollo Económico ofrecen
acompañamiento a los emprendedores, por el otro el Instituto de Verificación
Administrativa, Invea, exhibe en su página oficial a verificadores colocando
sellos de clausura a las puertas de un negocio, como si estuvieran elevando un
trofeo. El aprovechamiento del uso de suelo se ha convertido en una
complicación que inhibe al emprendedor. El Invea tiene la facultad para colocar
sellos de suspensión de actividades como medida de seguridad si recibe una
queja ciudadana. Así, una rencilla entre vecinos puede acabar con una
zapatería, una estética, una oficina o una actividad profesional de bajo
impacto. Si Steve Jobs hubiera querido iniciar Apple en la Ciudad de México,
tal vez no hubiera tenido éxito. Seguro se habría enfrentado con alguna queja
ciudadana que le convertiría el sueño en una pesadilla de trámites, coyotaje y
corrupción.
Según el estudio del Banco
Mundial “Doing business”, la Ciudad de México se sitúa en el lugar 31 de 32, es
decir, en el penúltimo lugar de la clasificación de ciudades para hacer
negocios en el país. En una sinrazón curiosa, parece que la capital de la
República Mexicana le gusta jugar a la ruleta rusa empresarial. Resulta
incomprensible ver como en vez de alentar a quienes quieren generar empleos y
ganarse la vida por la buena, se les apalea con el látigo de la complicación y
se les castiga con la cinta amarilla que dice “Clausurado por violar la ley”,
como si quien inicia un negocio fuera equiparado a una persona que hace daño a
la comunidad. En la ambigüedad oficial, por un lado, se promueve y por el otro
se apalea al emprendedor. El acertijo más grande nos lleva a plantearnos cómo
es que a unos se les aplica toda la fuerza de los reglamentos y a otros no se
les voltea a ver. Los negocios chiquitos naufragan al enfrentar a una autoridad
voraz y los grandes aprovechan las distracciones oficiales. La brecha entre el
que sí puede y los que no, es un gran abismo de vulnerabilidad. Los planes de
apoyo a las microempresas y a los micronegocios, como Yo te apoyo, desfallecen
ante la llamada de un vecino envidioso que se queja o un comité vecinal que se
siente orgulloso por cerrar un nuevo negocio y acabar con un sueño de
emprendimiento.
El Banco Mundial descubre con el
estudio “Doing business” las variaciones que existen en las regulaciones
empresariales y su implementación; incluso las que hay entre ciudades de un
mismo país. Los países que encabezan la clasificación en apertura de una
empresa han implementado ventanillas únicas y sistemas en línea, pero son sus
capitales sobre todo las que se benefician de estos. No es el caso de México.
En la Ciudad de México, la tramitología apabulla al emprendedor. Las
consideraciones para tramitar un Certificado de Zonificación de Uso de Suelo
son 13 y ese es sólo el comienzo.
El emprendimiento se ha
convertido en una de las puertas de salvación para un sector de la población
que puede y necesita trabajar. Según Joseph E. Stiglitz, profesor de la
Universidad de Columbia y Premio Nobel de Economía, muchas personas están
económicamente peor que hace 25 años. El ingreso medio de quienes trabajan de
tiempo completo es menor que hace 42 años y es cada vez más difícil que la
gente con educación limitada consiga un trabajo que le pague un salario digno
con el que sufrague las necesidades de la vida diaria. Es por ello, que el
emprendimiento es, al mismo tiempo una opción y una necesidad. En México, la
economía ha tenido un buen desempeño si se le compara con otras regiones del
mundo: mientras aquí el crecimiento es raquítico, hay zonas en las que los
decrecimientos son constantes y pronunciados. Así que crecer, aunque sea poco,
no suena mal. Sin embargo, los frutos de ese crecimiento han beneficiado a un
número relativamente pequeño de personas y empresas que se encuentran en la
parte superior de la curva de distribución de ingresos.
Simultáneamente, las reformas que
se prometieron para generar prosperidad no han cumplido con su cometido. Hay un
grupo de la población, que cada día crece más, que ha visto como su nivel de
vida se ha estancado o ha disminuido. Consecuentemente, muchos ciudadanos
vuelven su mirada al emprendimiento, sin embargo, se sienten atacados por
fuerzas fuera de su control que han desembocado en resultados sumamente
injustos. La brecha entre los que todo lo tienen y los que nada poseen se hace
cada vez más grande. Tal como lo dijera Thomas Picketty, la distribución de la
renta ha dado como resultado desigualdad económica. Si a eso le sumamos, las
amenazas de Donald Trump de iniciar una guerra comercial contra México, la
situación se hace aún más complicada.
Las políticas económicas y de
convivencia deben escuchar a quienes quieren emprender y trabajar en proyectos
que generen empleos. Los mercados no existen en el vacío y el crecimiento del
Producto Interno Bruto también se construye con la participación de todos los
que tienen la voluntad de abrir un negocio que no perturbe la vida de la
comunidad. Según Stiglitz, esto nos debe llevar a una reflexión: tenemos que
reescribir las reglas de la economía. Tenemos que cerciorarnos de que los
ciudadanos comunes y corrientes se beneficien. Tenemos que fortalecer la
economía haciendo fuertes a estos valientes que quieren salir al mercado en vez
de atacarlos y asfixiarlos. Es necesario proteger y ayudar a los microempresarios
para que de la mano de los gobiernos locales, estatales y federales vean como
su ingenio da frutos.
No hay duda, una muestra de
madurez se da cuando un grupo de jóvenes inteligentes pueden desarrollar un
proyecto desde el garaje de su casa sin tener miedo de que algún vecino los
denuncie y convierta su actividad creativa en un delito que viola la ley.
Hoy, Apple Inc. es una empresa multinacional que opera más de 408 tiendas
propias en nueve países, tiene miles de distribuidores en el mundo y ha sido
una de las empresas más admiradas en el mundo. Ese caso de éxito nació en el
garaje de Steve Jobs, quien por suerte vivía en California en donde no pasa
nada si trabajas en tu casa. En la Ciudad de México, tal vez, no habría
tenido tanta suerte.
En México tenemos que acercarnos
más a los modelos de emprendimiento que se ilustran en el ejemplo del garaje de
Steve Jobs. Son tiempos en los que tenemos que impulsar a los que, con
creatividad e ingenio, quieren y pueden transformar al mundo.
Cecilia Durán Mena- le
gusta contar. Poner en secuencia números y narrar historias. Es consultora,
conferencista, capacitadora y catedrática en temas de Alta Dirección. También
es escritora.
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