La otra cara del auge
tecnológico es la baja creación de empleos en EE.UU.
The wall street journal - octubre de 2016
El flujo de riqueza ha generado más prosperidad en Silicon
Valley pero ilustra la polarización económica de EE.UU.
La revolución tecnológica ha dado lugar a las búsquedas en
Google, los amigos en Facebook, las aplicaciones para el iPhone, las diatribas
en Twitter y las compras de cualquier cosa en Amazon, todo esto en los últimos
15 años.
Sin embargo, eso no ha creado muchos empleos. Alphabet Inc.,
matriz de Google, y Facebook Inc. tenían a fin del año pasado un total de
74.505 trabajadores, cerca de un tercio menos que Microsoft Corp. pese a que su
valor de mercado combinado duplica el del gigante del software. Instagram, el
servicio para compartir fotos, tenía 13 empleados cuando fue adquirida por
Facebook en 2012 por cerca de US$1.000 millones.
La contratación en los sectores de computadoras y
semiconductores se derrumbó después de que la producción de hardware se mudó de
Estados Unidos y los nuevos gigantes tecnológicos necesitaban relativamente
pocos trabajadores. La cantidad de startups de tecnología cayó, el crecimiento
de la productividad y de los salarios se desaceleró y la desigualdad de los
ingresos se amplió conforme las máquinas sustituyeron el trabajo repetitivo de
baja y mediana remuneración que hacían los humanos.
El resultado dista mucho de lo que muchos líderes políticos,
emprendedores de tecnología y economistas vaticinaron hace una generación. En
2000, el presidente Bill Clinton pregonó “el fermento del rápido cambio
tecnológico” como uno de los “principales motores” de la expansión de la
economía estadounidense.
La brecha entre lo que prometió el auge tecnológico y lo que
produjo realmente es otra fuente de descontento en EE.UU. que alimentó el
ascenso este año de candidatos que atacan a la clase dirigente, como Donald
Trump y Bernie Sanders.
El desencanto provocado por la tecnología es más sutil que
el enojo causado por el aplastante impacto de la invasión de las importaciones
de China y por el supuesto fracaso de instituciones gubernamentales, como la
Reserva Federal, a la hora de dirigir la economía. En cambio, surge de la idea
de que los estadounidenses esperaban mayores ganancias económicas de estas
maravillosas nuevas máquinas y las compañías que las crearon, y no un aumento
de la desigualdad.
“Hay una creciente sensación de frustración de que la gente
no ha visto el progreso que sus padres y abuelos vieron”, señala Erik
Brynjolfsson, economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts cuyo
trabajo ha descrito cómo la tecnología amplía la brecha de ingresos entre los
ricos y los pobres. “Esa frustración se propaga al ámbito político”.
En 1997, la revista Time nombró a Andrew S. Grove, entonces
presidente ejecutivo de Intel Corp., como el “Personaje del Año”. Dos años
después el galardonado fue Jeff Bezos, presidente ejecutivo de Amazon.com Inc.
El estallido de la burbuja puntocom a comienzos de 2000, la recesión de 2001 y
la profundización de la globalización resultaron ser puntos de inflexión para
la economía de tecnología y su impacto sobre la prosperidad estadounidense.
Las tecnológicas de EE.UU. aceleraron el traslado de sus
cadenas de suministro a China y otras partes de Asia, una región con mucho
potencial de crecimiento y mano de obra barata. Las empresas de hardware
concentraron la producción en el extranjero para abastecer a fabricantes de
computadoras estadounidenses y de otros países.
Después de crecer durante toda la década de los 90, el
empleo total en empresas de computadoras y electrónicos en EE.UU. se redujo de
1,87 millones en 2001 a 1,03 millones en agosto de 2016, según datos del
Departamento de Trabajo. El empleo en fabricantes de chips cayó a la mitad, a
359.000 puestos, durante el mismo lapso.
Micron Technology Inc. cuadruplicó su fuerza de trabajo
entre 1994 y 2000, a 18.800 empleados en EE.UU. Hoy, la empresa es un caso de
estudio sobre cómo las tecnológicas han exportado empleos. En 2013, el año más
reciente con datos disponibles, Micron tenía 11.300 trabajadores en EE.UU.,
frente a 14.000 en 2000. En el exterior, su personal se disparó de 4.800 a
19.600, principalmente en China y otros países asiáticos. Un vocero dijo que
gran parte del aumento fuera de EE.UU. provino de adquisiciones.
La Asociación de la Industria de Semiconductores afirma que
los chips son la tercera mayor exportación de EE.UU., después de los autos y
los aviones.
Apple Inc. siguió un trayecto similar. Su cofundador, Steve
Jobs, asumió como misión la revitalización de la manufactura estadounidense en
sus primeros años al frente de la empresa y después de crear NeXT Inc., otro
fabricante de computadoras. Sin embargo, cuando Jobs murió en 2011, Apple
fabricaba casi todos sus productos fuera de EE.UU., la mayor parte en Asia. La
empresa abandonó la producción en EE.UU. en 2004 y la reanudó recién en 2013,
cuando comenzó a producir la Mac Pro en Austin, Texas. Apple dice que emplea
unas 80.000 personas en EE.UU., o dos tercios de su fuerza laboral. Cerca de la
mitad de su plantilla en ese país está en ventas minoristas.
Una vocera de Apple dijo que la empresa está “creando
trabajos en nuevas industrias” como las aplicaciones desarrolladas para el
iPhone y que es “una importante contribuidora a la manufactura estadounidense”
al comprar componentes y materiales fabricados en el país.
Los trabajadores de tecnología de EE.UU. se están quedando
con una porción más pequeña de la economía creada a partir de lo que producen.
En 2014, la remuneración de los empleados de fabricación de computadoras y
electrónicos equivalió a 49% del valor de la producción del sector, comparado
con 79% en 1999, según el Departamento de Comercio.
Si bien otros empleos se han creado en sectores como el
desarrollo de software, esa expansión es menor que las pérdidas en la
manufactura tecnológica.
Desde 2002, la creación de startups de tecnología se
desaceleró, lo que ha afectado la generación de empleo. En un estudio de 2014,
los economistas Javier Miranda, John Haltiwanger y Ian Hathaway señalaron que
el número startups de tecnología trepó de 64.000 en 1992 a 113.000 en 2001. La
cifra cayó a 79.000 en 2011 y no se ha recuperado. Entre las causas figuran la
competencia global y el aumento de las regulaciones internas, dice Haltiwanger,
profesor de Economía de la Universidad de Maryland.
Otro problema es que pocas firmas de tecnología han salido a
bolsa, algo que puede enriquecer a los primeros trabajadores y estimular la
creación de empleos a medida que las compañías se expanden. Jay Ritter,
profesor de la Facultad de Negocios Warrington de la Universidad de Florida,
indica que entre 2001 y 2015 hubo 548 ofertas públicas iniciales de compañías
relacionadas con la tecnología, frente a 1.853 entre 1990 y 2000.
La generación más reciente de startups ha captado una
montaña de capital de riesgo y valuaciones gigantescas, encabezadas por Uber
Technologies Inc., que valía US$68.000 millones a junio.
El flujo de riqueza ha generado más prosperidad en Silicon
Valley pero ilustra la polarización económica de EE.UU.
WhatsApp tenía más de 450 millones de usuarios en todo el
mundo cuando fue comprada por Facebook en 2014 por US$19.000 millones, lo que
convirtió a su fundador, Jan Koum, en un multimillonario. Al momento de la
adquisición, el servicio de mensajería tenía 55 empleados.
Los frutos del crecimiento van a parar a las pocas personas
con aptitudes y suerte y que están mejor posicionadas para aprovechar la nueva
tecnología.
Las cinco mayores empresas tecnológicas de EE.UU. por
capitalización bursátil —Apple, Alphabet, Microsoft, Facebook y Oracle Corp.—
valen en conjunto US$1,8 billones, 80% más que las cinco primeras de 2000. Hoy,
esos cinco gigantes emplean 22% de personas menos que sus predecesoras, un
total de 434.505 el año pasado, comparado con 556.523 en Cisco Systems Inc.,
Intel, IBM, Oracle y Microsoft en 2000.
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